Simón García: el objetivo no es salir de Guaidó sino de la estrategia extremista
La oposición es campeona en hacer amenazas que no funcionan porque no son creíbles. En un año condujo al movimiento democrático a tres dolorosas derrotas, aseguró Simón García
Xabier Coscojuela @xabiercosco
Una unidad lo más amplia posible, excluyendo al extremismo, un discurso institucional hacia la Fuerza Armada Nacional y acompañar a la gente en sus propias demandas y luchas, son parte de las características que debe identificar a la política opositora para enfrentar a Nicolás Maduro, en opinión de Simón García, analista político y exministro del segundo gobierno de Rafael Caldera.
Ahora que el liderazgo del presidente de la Asamblea Nacional está fuertemente cuestionado, después de la llamada Operación Gedeón, García tiene claro que el objetivo no es salir de Juan Guaidó «sino de la estrategia extremista». Cree que es momento de caracterizar bien al régimen y de formular «ofertas viables y amenazas creíbles».
Toda dictadura quiere parecer una democracia, dice Simón García, quien apunta que la que encabeza Nicolás Maduro no es la excepción. Es un firme partidario de lograr una salida negociada a la crisis política nacional y trabaja activamente por ello. Refractario a lo que se diga en las redes sociales, en las que también está activo, no tiene inconveniente en participar en unas elecciones con Maduro en el poder y recuerda que Juan Guaidó es producto del triunfo electoral de 2015.
-Señala que el 20 de mayo de 2018 la mayoría de la oposición organizada abandonó la ruta electoral, ¿esa ruta electoral no la cerró Maduro al desconocer los resultados del 2015?
-Todo poder dictatorial, desde su instauración, niega o restringe garantías políticas. La presión internacional lo obliga a mantener apariencias democráticas y acentuará o aliviará su represión contra la oposición, según la fuerza o debilidad de esta.
Frente a la autocracia, siempre hay dos opciones: luchar por ampliar espacios de democracia, como lo hicimos el 2015 o tirar la toalla. El 2005 se le entregó la AN al régimen para que hiciera lo que quisiera y si quince años después se repite ese error, no creo que los responsables tengan derecho a gobernar. La oposición no se cierra a sí misma ninguna forma de lucha constitucionalmente válida.
La participación electoral bajo una dictadura no depende del grado de inexistencia de garantías y libertades, sino si es una palanca para reconquistarlas. Los objetivos electorales del movimiento democrático no pueden estar subordinados o determinados exclusivamente por las imposiciones del régimen. Si por Maduro fuera cerraría la ruta electoral, pero la presión interna y externa le impide bajarle la Santamaría a las elecciones.
El extremismo plantea no ir a elecciones mientras Maduro esté en el poder, en vez de usar la participación electoral en una lucha para que Maduro deje de estar en el poder. El extremismo no quiere mejorar las condiciones electorales porque no le interesa perder con votos la influencia que hoy tiene en la oposición. El extremismo quiere quitarle al pueblo el derecho a votar contra el régimen y evitar que Maduro sea derrotado en todas las instancias donde se pueda. Decretar la abstención es rendirse.
Sin la victoria electoral del 2015 no habría Guaidó. Es obvio que la dictadura pelea y peleará con todo para perpetuarse en el poder. El 2018 con un 80 % de la población en contra del Gobierno existían bases para una victoria de la oposición y algunos sectores, que no pudieron ponerse de acuerdo para escoger un candidato propio, prefirieron abandonar el terreno electoral y dejar que ocurriera lo que ocurrió.
-Un alto dirigente del chavismo como Elías Jaua, dijo que en Venezuela no habría elecciones a menos que el gobierno las ganara. Eso se ha cumplido. ¿tiene sentido participar en elecciones bajo esa premisa?
-Los dirigentes del chavismo están entrenados en reforzar un reflejo condicionado en la oposición: saben que tienen que decir para que ella reaccione automática y elementalmente de una manera. La oposición no puede ser tan tonta para gritar abstención por lo que diga el Gobierno.
Sin los rompe votos, el Gobierno pierde cualquier elección que se haga hoy en Venezuela. Un triunfo electoral interno potenciaría las presiones internacionales, le propiciaría una derrota a Maduro que lo dejaría contra las cuerdas y desataría una nueva movilización popular contra el régimen, que podría detonar su implosión si se atreviera a desconocer los resultados.
En ese triunfo electoral va a participar el pueblo chavista que no quiere las políticas de hambre. Sectores chavistas que también desean un cambio pacífico y eso va a aparecer en la cúpula si sustituimos el cuchillo entre los dientes por una mano tendida hacia quienes están dispuestos a compartir el poder en una transición.
Nosotros ofrecemos paz, el extremismo violencia, Nosotros votos, el extremismo balas. Nosotros reconciliación el extremismo exterminio del adversario. Nosotros reconstrucción el extremismo desintegración anárquica. Son dos políticas opuestas.
El extremismo está planteando un deslinde, incluso contra Guaidó. Hay que tomarle la palabra y dejar de ser serviles a nombre de una falsa unidad de la oposición.
-Usted plantea la necesidad de negociar con el Gobierno, pero ¿Maduro tiene realmente interés, necesidad de negociar?
-Los Estados Unidos, una potencia militar que es cabeza de las democracias del mundo, dio a conocer una propuesta que significa dos cosas: una, negociar con sectores del Gobierno y la FAN; dos, conformar un gobierno de cohabitación.
Maduro y los opositores extremistas están boicoteando esa propuesta de los EEUU. La oposición democrática debe unirse para trabajar las variaciones que la hagan viable y poner fin a una óptica hegemónica que excluye a la coalición de partidos que está en negociación con el Gobierno para lograr una tregua humanitaria, nombrar el Consejo Nacional Electoral y decretar una amnistía de los presos políticos.
El poder es reacio a negociar porque no ha llegado a percibir que pescuezo no retoña; porque la oposición está débil, fragmentada, errática y porque no existe una oferta que le brinde más beneficios que los que consigue atrincherándose para defender sus privilegios a toda costa.
La oposición es campeona en hacer amenazas que no funcionan porque no son creíbles. En un año condujo al movimiento democrático a tres dolorosas derrotas. Golpes más duros que los que asesta la represión del régimen porque nos desmoralizan por dentro.
-¿Guaidó tiene una estrategia? Pareciera que da tumbos: de negociar a promover un golpe de Estado y una incursión militar.
-El mantra de los tres pasos es un trabalenguas. Guaidó oscila porque es un radical con un sistema inmunológico muy bajo frente al extremismo. Se ha convertido en una víctima cooperadora y por eso está comenzando a perder piso, lo cual afecta al conjunto de la oposición. El objetivo no es salir de Guaidó sino salir de la estrategia extremista.
A Guaidó lo sostiene una coalición que muchos apoyamos porque expresa una mayoría parlamentaria que refleja la voluntad popular del 2015. En esa mayoría hay partidos, como Acción Democrática y Primero Justicia, que son decisivos para lograr un nuevo rumbo para el país.
Pero hay franjas de esa oposición que temen las campañas del extremismo, que consideran toda crítica como ataque a su hegemonía y eluden un debate para escoger, entre dos políticas que se excluyen, la eficaz en esta etapa. Un debate, no una sustitución del argumento por el insulto.
Todos los partidos están débiles, la resistencia que les queda viene en mucho de poder hacer política desde la AN, gobernaciones y alcaldías. Es ilógico que dirigentes de los partidos que detentan esas posiciones vayan a entregarlas sin pelear con el poder para conservarlas y ganar otras. Y si los partidos que no tienen representación parlamentaria defienden volver a la estrategia electoral, pacífica y constitucional esa puede ser una plataforma para unir a la oposición y reconciliar a todos los venezolanos.
La estrategia extremista basada en minorías conspirativas y en el Maduro vete ya es una política inversa que fracasó. Desperdició el respaldo que cosechó el presidente legítimo de la AN y simbólico de la República, cuando planteó en enero de 2019 un desafío al poder que sacó a la oposición del bajón anímico. El respaldo a la AN lo rebajan las derrotas que se infringe la oposición que quiere guerra, golpes de Estado o invasiones de ejércitos extranjeros.
Amenazas que no tienen su con qué, dejan mal parado al que amenaza. La erosión de la identificación con Guaidó y el G4 lo refuerza la reducción de la- política al conflicto de poder, desvinculado del conflicto por la vida de los que deben diariamente conseguir la comida y la bombona, sortear la falta de electricidad y agua; someterse a la cuarentena que lo aísla; a la angustia de no tener dinero en el bolsillo o el temor de ir a parar a un hospital.
Solo una estrategia basada en la Constitución, la paz y la solución electoral puede crear el clima para abordar la reconstrucción del país como una responsabilidad de todos los venezolanos, al margen de con cual lado se identifiquen hoy.
-Si usted fuera Guaidó o integrara el G4 – sector que al parecer dirige a la oposición mayoritaria -¿qué cambios introduciría a la política que lleva adelante ese sector?
-No cambios “en” sino cambios “de” la política porque ella debe dejar de ser causa de las derrotas y motivar las pequeñas victorias que el país necesita y que rescate a la mayoría de los venezolanos, incluida la enorme masa de desencantados que no quieren saber de política, para la lucha por el cambio de régimen político y económico. Pero si la política no se ocupa de la gente, ¿a nombre de qué la gente va a ocuparse de la política?
Necesitamos satisfacer dos alcances de la política. Uno estratégico y uno táctico. El estratégico debe configurar el país que queremos ser y definir lo que no queremos para determinar los factores constructivos, partidos y actores más allá de ellos, cuyo aporte es indispensable para agarrar los cambios de mundo que se nos vienen encima. El táctico debe establecer la ruta para cambiar de régimen en paz y con votos.
Tener una política transicional significa primero: que parta de una caracterización acertada sobre la compleja naturaleza del régimen y su sofisticada tecnología de dominio; Segundo: que formule ofertas viables y amenazas creíbles; Tercero: que teja alianzas con todas las fuerzas, sectores y personalidades con interés en la transición democrática; Cuarto: definir los roles de los socios principales de esa coalición que provienen del chavismo y que pueden aportar una visión de solidaridad con sectores vulnerables de la sociedad; Quinto: un discurso institucional hacia las FAN; Sexto: acompañar a la gente en sus propias demandas y luchas; y séptimo: rescatar el vínculo de la política con la ética pública.
Pero todo esto lo saben y lo viven políticos como Henry Ramos, Henrique Capriles o los diputados de la AN. Esperemos que sepan oír las dos campanas.