Gasolina, ¿una explosión anunciada?, por Freddy Núñez

El país vive una extraña sensación de secuestro, acompañada de una gran tensión. De acuerdo a lo que ocurre en el mundo, la tendencia general era de aceptación a la medida de la cuarentena. Parecía obvio que mantenerse en casa reducía las posibilidades de contagiar y ser contagiado. Pero la concreción casi simultánea de la falta de gasolina, ha estimulado con el paso de los días la impresión de que nuestra cuarentena, a diferencia de la de los demás países, tiene como causa principal la imposibilidad del régimen de suministrar al transporte público automotor, a los vehículos de carga y a los particulares, el combustible al que tienen legítimo derecho.
Sus cifras sobre el número de contagiados y fallecidos como consecuencias del coronavirus, parecieran no respaldar el deseo de mantenerla, ahora extendida hasta el 15 de junio. Pero, además, el régimen no solo enfrenta la grave crisis de combustibles, vivimos el desarrollo de una especie de catástrofe perfecta, el resultado de 21 años de ineficiencia, piratería y corrupción. Todas las barbaridades cometidas por más de cuatro lustros parecen converger en este momento.
En todo el país se protesta por los largos apagones con su carga de secuelas negativas, donde el daño de equipos electro domésticos es un drama terrible. Se protesta porque no hay gas, por el matraqueo en dólares en estaciones de servicio donde muchas horas de cola no garantizan nada. Escasea el agua, la crisis de los centros salud es inocultable, falla internet. Pero este panorama cuya tragedia aumenta con la presencia de un hampa desatada, tiene una concreción feroz en dos asuntos vitales, la escasez de alimentos y medicinas.
El proceso de estatización salvaje, y la guerra irracional contra los productores privados, condujo a la quiebra de gran cantidad de empresas privadas y públicas y, ¡prodigios de la robolución!, ató más que nunca la economía nacional a la moneda del odiado imperio. Con lo cual la carestía de cualquier producto es inevitable. La diferencia está en que mientras en Estados Unidos, cualquier trabajador cobra por una hora, 7.50 dólares, aquí, el salario de un mes incluyendo cesta ticket, llega a 4 dólares.
El régimen destruyó a Pdvsa, su capacidad de refinación era al arribo de Chávez al poder de más de 3 millones de barriles diarios, hoy no produce ni un litro de gasolina. Pdvsa solo es noticia en el mundo por los casos de corrupción multimillonaria en dólares, que se ventilan en tribunales de otros países, pero que aquí, simplemente no existen.
El régimen es absolutamente incapaz de resolver ninguno de estos problemas. Se mantienen en el poder por intereses crematísticos y el goce concupiscente del poder. Carecen del más elemental sentido ético, no les duele el país. No son políticos en el poder, actúan como los rufianes dictatoriales que en distintos periodos han martirizado a sus ciudadanos, en América Latina y el Caribe.
La oposición venezolana ha demostrado al mundo y al régimen su disposición a llegar a acuerdos para bien del país. Se aceptaron los diálogos promovidos por el Papa Francisco, se participó en los de República Dominicana, y también en el llamado diálogo de Oslo. Todos esos intentos fueron destruidos por el régimen, con prepotencia, groseramente, haciendo evidente que solo le interesan los diálogos para montar un paripé y engañar incautos. La última propuesta opositora, presentada recientemente por Guadió, con el respaldo de los Estados Unidos, la Unión Europea, y los más de sesenta países que acompañan las gestiones de la oposición venezolana, también fue rechazada.
Es un acuerdo asombrosamente generoso, incluso demasiado, para ciertos sectores opositores, pero es una oportunidad para avanzar hacia un gobierno de emergencia nacional. Han cerrado todas las vías a consultas o elecciones transparentes. En fin, el régimen solo quiere mantenerse en el poder a toda costa. Ahora empiezan a padecer las consecuencias de sus tropelías y barbaridades, las presiones del exterior contra un régimen abiertamente anti-constitucional, y la crisis multifactorial que han creado, son elementos claves para llevarlos a asumir la discusión que conduzca a la creación de un gobierno de emergencia nacional.
Voces claramente interesadas, disfrazadas de oposición, y al servicio del régimen, se dedican a intentar fracturar a la oposición, todos los días atacan a sus líderes, y abogan por mecanismos que oxigenen al régimen. La última campaña es exigirle a Guaidó que ordene a Citgo traer gasolina para “Venezuela”, nunca los verá exigirle cuentas al régimen por haber destruido las refinerías y ser el único responsable de que no la haya. Ellos saben que esa gasolina ayudaría mucho al régimen, pero a ellos, eso les conviene. El objetivo es lograr un gobierno que reúna las capacidades y los recursos para recuperar al país.
El régimen no negociará si les das gasolina y le “levantan las sanciones”, cosa por la que abogan sus encomenderos, lo hará cuando la cólera popular por la destrucción de la vida de la gente, no pueda ser detenida por las armas de sus cómplices. Sin entender la fisiología de este régimen, no se entenderá, que oxigenarlos es un crimen.