Gedeón constitucional, por Douglas Zabala
Por ser venezolano y vecino de un objetivo militar como lo es el Puerto de Maracaibo; y porque las invasiones realizadas por lo EEUU todas han producido daños colaterales, me opongo a cualquier invasión, así sea que los gringos lleguen en Cayuco.
Es evidente que aquí el principal responsable de haber llegado al punto de que tengamos una flota naval al borde de nuestras orillas, amenazándonos con un cruento desembarco; es el mismísimo Nicolás Maduro, quien torpemente desde hace años, se niega a buscarle salidas pacíficas, democráticas y constitucionales al conflicto planteado.
Quienes aquí piensen que por tener esa cerrazón el trío de Diosdado, Padrino y Maduro en no devolverle la democracia a los venezolanos y, en consecuencia, asumen que la única salida es la violencia, están precisamente abonándoles el camino a estos personajes, para que sigan aferrándose al poder como lo han hecho hasta ahora.
Ya es hora de que vayamos poniendo las cosas en su justo lugar. Al extremismo fascista y antidemocrático entronizado en la élite gobernante, no debemos oponerle el radicalismo invasionista atrincherado en un sector del G4; pero tampoco debemos permitir, que algunos actores opositores, sean tan permisivos con el gobierno que terminan muchas veces haciéndose eco de sus posiciones.
Dicen las escrituras bíblicas que un buen día Dios con la paciencia colmada por el maltrato que recibían los ciudadanos israelíes por parte de los madianistas, tomó la decisión de echarles una ayudaita, y para ello se acercó a Gedeón, un labriego que también se oponía al maltrato de sus opresores, y le encomendó la tarea de liberar a los israelitas de la ira del déspota Madián.
La primera vez que los venezolanos escuchamos rememorar a este personaje bíblico, en la confrontación política que mantienen en vilo al país, fue la madrugada del 15 de enero de 2018, cuando efectivos de seguridad y colectivos del gobierno, realizaron un operativo llamado Operación Gedeón, en el que asesinaron al temerario Oscar Pérez. De allí que llama poderosamente la atención, de que la mítica figura aparezca de nuevo, esta vez por las costas de Chuao.
Todavía seguimos cabalgando sobre los acontecimientos, de esta ahora opositora operación Gedeón; y no estamos aquí para vaticinar sobre su desenlace definitivo, pero si debemos insistir que la misma nos sirve para señalar, que las veces cuando desde la oposición se toma el pedregoso camino del vanguardismo y se sustituye la acción colectiva de la ciudadanía, tiene asegurada una derrota, sobre todo si ella asume el carácter de una acción violenta.
Si a alguna figura mítica debemos recurrir los venezolanos y, sobre todos aquellos quienes cumplen la función pública, es a la misma Biblia sobre la que posan su mano para jurar ejercer su mandato, ajustado a las normas establecidas en nuestra constitución. Al Gedeón que debemos recurrir es al Gedeón de la paz y la Constitución y no al Gedeón del odio y de la guerra.
Nicolás Maduro desde los días de la ilegitima Constituyente ha venido secuestrando la democracia, ilegalizó al poder legislativo, inhabilitó a los partidos políticos opositores, tiene atiborrada las cárceles de presos políticos y ha sumergido al país en la pobreza más atroz del continente. Nicolás está obligado a restituir los derechos constitucionales.
*Lea también: Música & Política, por Carlos M. Montenegro
Los factores políticos y líderes de la oposición, comenzando por Juan Guaidó, están obligados a darle muestras al país de que se transitará el camino de la unidad política total; y desde ese nuevo bastión político, convocar al país para obligar al usurpador de Miraflores a retomar el camino del diálogo y la negociación.
La única salida a esta crisis que atraviesa el país la conseguiremos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Volvamos a ella, hagamos valer sus preceptos, y en estas horas tan angustiantes de pandemia y crisis política institucional, invoquemos al Dios todo poderoso y a su escogido salvador Gedeón, pero no al de la guerra sino al Gedeón Constitucional.