General que buscaba a Rodríguez Torres estaba más nervioso que el exministro
Según reseña de Venepress, el general de brigada (GN) Eduardo Serrano Díaz, encargado de detener al mayor general Miguel Rodríguez Torres, lucía nervioso durante el procedimiento
Autor: Fernando Tineo
A las 3:25 minutos de la tarde de este martes, estaba sentado en un salón en el Hotel President, en Caracas. Esperaba por las palabras del ex ministro del Interior, mayor General Miguel Rodríguez Torres, quien encabezaba una actividad relacionada con las mujeres de su partido político Amplio Desafío De Todos (DDT).
El evento estaba pautado para las tres de la tarde así que estaba retrasado. Las féminas, sentadas en unas sillas dispuestas en el mencionado auditorio, esperaban por el militar retirado hasta que hizo acto de presencia. Una de las mujeres tomaba la palabra, Indira Urbaneja. En ese instante me llegó un mensaje al teléfono, “afuera del hotel está el Sebin”. Acto seguido miré a Rodríguez Torres quien conversaba con otras personas, según reseña el portal Venepress.
Yo escribía una pregunta para hacerle en la rueda de prensa, baje la mirada a mi libreta y cuando la subí, no vi al mayor general. Me levanté de la silla y caminé hacia la entrada del salón, subí unas escaleras, al final, estaba un señor hablando por teléfono, seguí caminando. Ya en el lobby, me detuvo un funcionario que portaba insignias del Sebin, “no puede pasar, dame tu teléfono”, por supuesto respondí que no le entregaría mi teléfono.
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En ese momento se acercó el señor que hablaba por teléfono cuando salí del salón, lo miré a la cara y me percaté que se trataba del general de brigada (GN) Eduardo Serrano Díaz, era quien estaba a cargo de la comisión de la policía política. También me exigió que le entregara el teléfono, me negué y lo guardé en mi bolsillo. Me pidieron que quedara parado a un costado y que no me moviera, reseña el portal Venepress.
Muy nervioso, el general de brigada caminaba sin parar en pocos cuatro metros. Se le notaba sudoroso. Miraba el teléfono, marcaba, parece que no le contestaban. Por fin alguien lo atendió y le dijo, “pásame a mi general”. Algo le respondieron que volvió a decir, “pásamelo, bueno, sácalo de la reunión”. Mientras escuchaba esto, resulta que Rodríguez Torres comenzó a hablar en el salón de conferencias del hotel.
Nadie salía y nadie entraba al hotel, sólo los funcionarios podían caminar. Subían y bajaban por el ascensor, no entiendo para qué, si a quien buscaban estaba hablando y se oía de forma clara de quien se trataba. Le pregunté a uno de los policías vestido de negro que estaba cerca de mí: “¿Vienen por Rodríguez Torres?”, su respuesta fue, “¿quién? Ah no, no tengo conocimiento”. Tenía la cara a medio tapar y después de esa pregunta, terminó de tapar su rostro con un pasamontañas negro.
Mientras tanto, el general de brigada daba explicaciones a alguien por teléfono. “Sólo somos ocho funcionarios, del Digcim Draco no me contesta, y este hombre anda custodiado”. Dos de los funcionarios portaban armas largas, el resto pistolas nueve milímetros. “Sí nos movemos de aquí, el hombre se nos escabulle”.
En el lobby del hotel caminaban hombres con bolsos terciados en los hombros, supuse que se trataba de los guardaespaldas del mayor general. Pero qué raro, me pregunté, aunque caminaban como zombies y yo me había dado cuenta que eran guardaespaldas, ¿por qué no los revisaban?
En el lobby del hotel caminaban hombres con bolsos terciados en los hombros, supuse que se trataba de los guardaespaldas del mayor general. Pero qué raro, me pregunté, aunque caminaban como zombies y yo me había dado cuenta que eran guardaespaldas, ¿por qué no los revisaban?
Llegué a pensar que se podía formar una trifulca a tiros, por el nerviosismo del General de Brigada y tanta gente armada.
Subió del salón a la planta baja del hotel, allí lo esperaban los policías del Sebin. En la puerta principal, un custodio quiso esposarlo, éste se volteó le dijo que no era necesario, pero con mala cara, y el General de Brigada, que estaba más nervioso que Rodríguez Torres, hizo una seña para que no lo hicieran.
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Al ex director del Sebin, Miguel Rodríguez Torres, alguien le pasó un papel en el podio donde hablaba, alertándolo sobre la presencia de los funcionarios de inteligencia en la recepción. El militar dijo al auditorio que debía retirarse, que pronto les iban a dar explicaciones al respecto.
Subió del salón a la planta baja del hotel, allí lo esperaban los policías del Sebin. En la puerta principal, un custodio quiso esposarlo, éste se volteó le dijo que no era necesario, pero con mala cara, y el General de Brigada, que estaba más nervioso que Rodríguez Torres, hizo una seña para que no lo hicieran.
El mayor general no se despidió de nadie, se montó en el asiento trasero de una camioneta chasis largo blanca, marca Toyota, del Sebin, y salieron rumbo a, paradójicamente “la tumba”, en Plaza Venezuela. Pero no sería la parada final, de allí lo trasladaron a la sede del Dgcim en Boleita, al norte de Caracas.
Un dato interesante y que pudimos apreciar, Rodríguez Torres antes de caminar hacia el lobby del hotel, entregó su teléfono a una persona y se quedó con una libreta en la mano.