Genocidio, por Fernando Rodríguez

Correo: [email protected]
Se diría que el gobierno israelí ha perdido todo sentido de realidad, toda medida de la crueldad y el sadismo y está dispuesto a aniquilar el pueblo entero de Gaza. Es decir a practicar esa extrema figura de la maldad que es el genocidio, hacer desaparecer un grupo humano. Paradoja de paradoja, aquello que practicaron los nazis, por supuesto en una escala mayor y mejor fundamentada, un insuperable holocausto, con sus ancestros. Pero con un idéntico sentimiento racista y con una contextura moral similar.
Buena parte del mundo, o casi, está reaccionando a diario para pronunciar la palabra maldita, genocidio, y proceder a tomar medidas del más diverso orden para tratar detenerla masacre. Ya no valen los legalismos ni los filosofemas políticos. Baste ver a la Europa civilizada levantar la cabeza que había bajado con los aranceles de la bestia de Trump, incluso a su delicada presidenta algo maltrecha, para oír una condena firme y con las palabras precisas. Pero nada parece suficiente para parar la sangría, los niños muertos, las viviendas destruidas, el eterno peregrinar, el hambre asesina inducida, el «todos vamos a morir».
Solo el demente de Trump parece sostener semejante masacre, del tamaño de su imbecilidad y su impudicia. Seguramente vengará la reciente osadía de Pedro Sánchez y se apoyará en los medio nazis del PP y los nazis completos de VOX. Y no es improbable que Europa entera pague en monedas constantes y sonantes o en elusión de la solidaridad con Ucrania su osadía de defender los más básicos derechos de todos.
Por supuesto el mote de antisemitismo, incluso, el prohamas, harán lo suyo. Pero lógrese lo que se lo logre para detener la barbarie, (son poderosos los misiles nucleares y otros artefactos similares, la mano cariñosa gringa) el grito creciente de los pueblos horrorizados será al menos una manera de asentar eso ya tan usado que llaman humanismo, los derechos de todo hombre hasta de los pobres palestinos.
Por último es de apuntar que no ha ido América latina, que tantas similitudes tiene con el sufrido pueblo palestino, el sitio más solidario con sus sufrimientos inagotables. ¿Será que se lo impiden sus propios tormentos?, ¿o la extrema cercanía del gran gigante depredador y sus garras inclementes? A lo mejor ambas cosas.
*Lea también: Una paz (por ahora) imposible, por Fernando Mires
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo