¿Gestos o política?, por Félix Arellano
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Con la llegada de Joe Biden a la presidencia de los Estados Unidos se esperaba un cambio significativo en las relaciones con América Latina, han sido varias décadas de contradicciones y desinterés; pero tampoco la región ha logrado construir una agenda y una estrategia coherentes y beneficiosas. Un largo periodo perdiendo oportunidades, que otras potencias aprovechan. Ahora bien, no podemos desconocer que la administración Biden está desarrollando algunas señales de cambios interesantes, pero se podrían reducir a gestos, que no definen una política y cuya estabilidad está cargada de incertidumbre.
Se va diluyendo en la memoria los tiempos creativos de la Alianza para el Progreso que promovió el presidente John F. Kennedy (1961) o de la creación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID, 1959), incluso del proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) propuesto en la primera Cumbre de las Américas efectuada en Miami (1994) que no logró prosperar.
Del ALCA, que contemplaba una diversidad de proyectos, en particular la conformación de una zona de libre comercio en el hemisferio, solo quedaron los acuerdos bilaterales suscritos por algunos países latinoamericanos con los Estados Unidos y se ha mantenido el foro de las Cumbres de las Américas. Los acuerdos bilaterales pueden representar beneficios para las partes, pero la región como un conjunto resulta marginal en las prioridades de la política exterior americana.
Los acuerdos comerciales generan beneficios, como lo ha tenido que reconocer el presidente de México Andrés López Obrador, que durante varias décadas de lucha política los cuestionó profundamente, pero no podemos desconocer que conllevan perdedores y sus efectos negativos se pueden exacerbar si no se dispone de mecanismos de equidad y de incentivos para los más vulnerables. El presidente Gustavo Petro en su campaña electoral, también planteó algunas críticas al acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos, y está pendiente un proceso de revisión.
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En este contexto pareciera que el relacionamiento económico comercial con la región en su conjunto, ha quedado concentrado a los foros de las Cumbres de las Américas, que algunos visualizan como gestos con potenciales oportunidades, sin mayores resultados. En efecto, la reciente IX Cumbre efectuada en la ciudad de Los Ángeles de los Estados Unidos del 06 al 10 de julio del presente año, si bien enfrentó la dura embestida de los gobiernos populistas y radicales; tampoco evidenció una organización eficiente y sus resultados poco relevantes.
En el plano económico comercial todo indica que occidente ha dejado a la región en manos de las potencias alternativas, en particular del impresionante expansionismo chino a escala mundial. Los discursos y estrategias de los gobiernos occidentales insisten en los desafíos que están generados los países iliberales y autoritarios al orden internacional liberal, más concretamente, definen a China como una competencia sistémica y desestabilizadora; empero, se mantienen prácticamente inactivos, como si el gigante amarillo hubiera paralizado la capacidad creativa.
Llevamos un buen tiempo enfrentando la guerra hibrida de las potencias iliberales contra los valores liberales, en particular la institucionalidad democrática y los derechos humanos, una estrategia que se aprovecha de las oportunidades que generan las sociedades liberales, pero fundamentalmente, de las nuevas tecnologías de las comunicaciones que inicialmente surgen de los centros de excelencia de occidente.
Occidente se asombra ante el impresionante avance de la expansión china en los países en desarrollo, particularmente en nuestra región y para incrementarla el gobierno chino hábilmente desarrolla el proyecto de la ruta de la seda; pero, más impacta la estrategia política china de fortalecer las «democracias de partido único» en el mundo; es decir, los autoritarismos, sin ninguna preocupación por el carácter universal de los derechos humanos.
Frente a tales avances occidente incrementa el discurso, pero se presenta paralizado en la práctica. Durante la pandemia, cuando se esperaba un nuevo Plan Marshall a favor de los países más débiles, por las serias limitaciones estructurales para enfrentar las perversas consecuencias sociales de la pandemia, que ya se registran en las estadísticas de incremento de la pobreza extrema en el mundo, solo se confirmó una vez más la capacidad y liderazgo del partido comunista chino a escala mundial, con las diplomacias de las mascarillas y de las vacunas, que fortalecieron su liderazgo y hegemonía.
En términos políticos estamos observando algunos cambios del presidente Biden frente a la región, es el caso del acercamiento con los nuevos gobiernos de izquierda electos en la región. En el caso del presidente Gustavo Petro en Colombia, la acción ha sido intensa y de alto nivel. Conviene recordar que a pocos días de la elección llegó a Bogotá una misión de altos funcionarios del gobierno norteamericano integrada por: Jon Finer asesor adjunto en Seguridad Nacional, Phil Gordon asesor de seguridad de la vicepresidenta, Brian Nichols secretario adjunto para asuntos del hemisferio occidental y Juan González director para Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional (22/07/2022).
En el marco de los contactos con el presidente Petro, también visitó a Bogotá la General Laura Richardson Jefa del Comando Sur 03 de agosto. Posteriormente el Sr. Antony Blinken Secretario de Estado en su gira por la región, para asistir a la Asamblea General de la OEA que se efectuó en Lima, Perú; visitó Colombia los días 3 y 4 de octubre y Chile el 5 del mismo mes. En el marco de la Asamblea de la OEA el Secretario Blinken también se reunió con el presidente Pedro Castillo del Perú vinculado a la izquierda peruana. Otro movimiento ha sido el rápido reconocimiento del triunfo de Ignacio Lula Da Silva en las recientes elecciones presidenciales en Brasil.
En la lista de acciones puntuales de cambio frente a la región debemos destacar la posición más flexible frente a la crisis venezolana, privilegiando una visión más persuasiva y estratégica, frente a la posición de máxima presión y aislamiento del gobierno bolivariano que, con respaldo bipartidista, desarrolló el presidente Donald Trump. En esta nueva visión las sanciones se utilizan como una palanca clave para promover la salida pacífica y democrática en la crisis venezolana, presentando simultáneamente la flexibilidad en el manejo de licencias.
La estrategia frente a los nuevos gobiernos de izquierda se presenta interesante, ya que permite, entre otros, estrechar las relaciones, abrir oportunidades y controlar radicalismo que pueden afectar a muchos incluyendo a los inversionistas; pero no es un giro exento de polémica, por las rígidas posturas de los sectores conservadores, en particular el grupo favorable al presidente Trump en el partido republicano, que si bien no resultó muy favorecido en las recientes elecciones de medio término, sigue manteniendo un fuerte control del partido y promueve una línea dura contra la administración Biden.
El manejo del caso venezolano entra en el marco de la creciente incertidumbre, pues la flexibilidad frente a las sanciones económicas que ha introducido la administración Biden, ya ha recibido un rechazo bipartidista, del republicano Marco Rubio y del demócrata Bob Menéndez. Con los resultados de las elecciones de medio término, que si bien no han constituido el tsunami rojo que anunciaban los republicanos, si han logrado una mayoría en la cámara de representantes que permite incrementar la presión sobre el ejecutivo, y de esa forma limitar los cambios que desarrolla la administración Biden frente a la región.
Además de la polémica que en el Congreso pueden generar los movimientos a una mayor flexibilidad del Presidente, no podemos dejar de insistir que no constituyen la conformación de un nuevo marco de política frente a la región, en esencia se presentan como acciones dispersas, gestos con una limitada estabilidad en el tiempo.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.