Gobernar sin consenso: el arte de perpetuarse en el poder, por Luis E. Aparicio M.
En el panorama global actual, muchos gobiernos logran mantenerse en el poder sin contar con un apoyo mayoritario o, en algunos casos, con apenas un respaldo popular significativo. Estas dinámicas, especialmente visibles en las llamadas «democracias iliberales», dependen de mecanismos de control institucional, represión y manipulación de las normas democráticas que alguna vez les otorgaron legitimidad.
Gobernantes que buscan perpetuarse en el poder suelen recurrir a la modificación de las constituciones, eliminando límites de mandato y ajustando las leyes a sus intereses. El objetivo no es depender del apoyo ciudadano, sino garantizar su control sobre las principales instituciones: tribunales, parlamentos y organismos electorales. De esta manera, erosionan los sistemas de rendición de cuentas que caracterizan a las democracias reales.
Uno de los mecanismos más utilizados para mantener este control es la manipulación electoral. El debilitamiento de la transparencia en los procesos de votación se traduce en fraudes, intimidación de votantes y manipulación de los resultados, lo que permite a estos regímenes seguir manteniendo una apariencia de democracia mientras socavan su esencia.
Además, la represión de la oposición política, activistas y periodistas se vuelve una constante. Al silenciar a quienes critican al gobierno y eliminar las voces disidentes, crean un ambiente de miedo, donde la organización de movimientos contrarios al poder se ve profundamente obstaculizada.
El control de las fuerzas armadas y de seguridad es otro elemento fundamental. Los gobiernos que se perpetúan en el poder suelen asegurar la lealtad militar mediante privilegios y beneficios a cambio de su apoyo incondicional. Esta militarización del poder les permite recurrir a la fuerza cuando sea necesario para sofocar protestas, disolver movimientos opositores o mantener el orden interno en momentos de crisis. La combinación de represión y manipulación institucional les otorga una ventaja crucial para mantenerse en el poder.
En cuanto a la duración de estos regímenes, la respuesta no es sencilla. Algunos logran perdurar durante décadas, como es el caso del chavismo en Venezuela, que ha mantenido el control desde 1998, primero bajo Hugo Chávez y luego bajo Nicolás Maduro. En Rusia, Vladímir Putin ha permanecido en el poder desde 1999, manipulando la constitución y las elecciones para prolongar su mandato. A pesar del rechazo popular, estos líderes han conseguido prolongar su permanencia a través de una estrategia que no depende de la voluntad ciudadana, sino del control institucional.
La duración de estos regímenes es variable y depende de múltiples factores, como el nivel de represión, la estabilidad económica y el contexto internacional. Mientras controlen las instituciones clave y mantengan un aparato represivo eficaz, pueden mantenerse en el poder por largos periodos. Sin embargo, su estabilidad tiende a ser frágil, especialmente ante crisis económicas profundas, movimientos populares masivos o cambios en los apoyos internos e internacionales.
De lo anterior, queda una aclaratoria de por medio y es que, aunque pueden ser frágiles cuando se enfrentan a una crisis económica severa, los gobiernos autoritarios no son necesariamente débiles, ni sentirse acorralados. Pueden mantenerse durante mucho tiempo, usando la represión, el control de los medios y las concesiones estratégicas a ciertos grupos clave (como los militares o las élites económicas).
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En conclusión, para estos gobernantes no es esencial gobernar con el apoyo popular, sino controlar los mecanismos que aseguran su poder. Esto les permite prolongar su mandato, incluso cuando la mayoría de la población los rechaza.
El mantenimiento en el poder, entonces, se convierte en una cuestión de control y coerción, más que de consenso o legitimidad democrática. No obstante, aunque estos regímenes puedan durar años o incluso décadas, su permanencia está siempre bajo la sombra de una potencial caída ante crisis profundas que escapen a su control.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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