Guasón, por Fernando Rodríguez
Al parecer Joker es la película. La que hay que ver. Hace un rato era Roma. Pero, con la diferencia de que aquella era una cinta para cinéfilos y algún círculo adyacente y esta, a juzgar por las cifras de taquilla norteamericanas, más de trescientos millones en la semana de estreno, es para muchísimos. Ya ganó el León de oro de Venecia y otros muchos premios vendrán, entre ellos seguramente varios oscares (dejarlo en minúsculas). Lo que se llama un éxito. No en vano se ha dicho que viene del más puro Hollywood, de las películas de superhéroes nada menos, esa basura que decía Coppola en estos días, y sin embrago no es Hollywood, lo muele, lo engulle y lo caga con un producto que tendrá un lugar, aunque no sé de qué tamaño, en la historia del cine mundial.
Aquí hay que señalar que nada de lo grandioso del filme hubiese tenido lugar sin la descomunal actuación de Joaquin Phoenix . En el reposa la complejidad del personaje que encarna la tristeza y la desesperación, la maldad y la comicidad, la rebeldía y los destellos de lucidez extrema, el melodrama y el artepurismo de la actuación por la actuación misma.
El que escribe no es muy dado a alabar los actores por aquello de Orson Wells que “en el cine no hay actores sino directores”, pero aquí hay que aplaudir y aplaudir. No me voy a detener tampoco en la realización que es impecable y me deja algunos planos, dos aéreos y unos primeros planos del Guasón, para ser archivados.
Me interesa más el argumento. Sin duda es truculento, con inconsistencias narrativas, con arbitrariedades e hipérboles de comiquita, y seguramente algún tiempo muerto o alguna repetición innecesaria. Nada de eso importa porque uno juraría que en lo esencial es buscado, al fin y al cabo, se trata también de parodiar el género. Pero hay otro elemento que es importante, en ocasiones se dificulta separar lo “real” de lo fantaseado por el enfermo mental; a veces obvio para que sepan que de eso se trata, otras veces termina siendo ambiguo. Pero ese es el camino para vehicular, contrabandear sería más preciso, un mensaje del más alto voltaje ideológico, que de otra manera hubiese sido indigerible para los rubicundos productores.
Se ha señalado, Héctor Concari lo hace (El Nacional), que el significado político de la película simboliza un líder populista: Trump, Hitler o Chávez… que emerge de la frustración real, es uno de tantos perdedores, y moviliza masas que el sistema ha frustrado igualmente, todo ello por la violencia de diverso tipo, la irracionalidad pues. Causas reales que promueven la irrupción del resentimiento y la locura y no la comprensión conceptual y la refacción política racional. Es un film nihilista, sentencia el magnífico crítico. Es amoral dice otro. Sí por ahí van los tiros.
Pero, digo yo, Joker es un demente, el mismo lo proclama, y hasta una tarjeta de presentación lleva consigo, pero a diferencia de los repudiables populistas que enumera Héctor es el muchacho de la película, el rebelde con causa, que no puede SINO ganarse al espectador, tantas patadas le ha dado la vida que su violencia se mitiga o justifica (sic) en el filme, entre bromas y veras, entre tragedia y comedia, entre alucinaciones y verdades.
Y por extensión la de sus seguidores. Que hay violencia en su revólver es evidente y en la multiplicación de los guasones sin dios ni ley, pero responde a otra violencia, permanente y terrenal, que nada tiene de comedia ni de esa risa indescifrable y genial del Guasón que surge de los más oscuros laberintos del inconsciente, de la existencia, de la vida.
De esa ambigüedad propia de toda rebeldía que mata y hace justicia, la historia enloquecida como lo ha sido tantas veces, Sísifo furioso, ¡mueran los ricos! A mí se me asocia no con Mussolini y Chávez sino con lo que hacen los milenials de Santiago que destruyen el flamante metro que los transporta cotidianamente. La película invierte los valores de la ciudad Gótica de Batman, ¿pero éste no es el enmascarado el protector de sus razonables y permanentes maldades?
Cierto que en definitiva es todo mucho más complejo en el film, más entreverado. Pero lo que jurunga no es ciertamente Hollywoodense, ni para la candidatura a los oscares (mantener las minúsculas), si sus otorgadores supiesen leer. Una obra explosiva.