Guerrero ninja fronterizo, por Reubén Morales
Ni un examen de Química Orgánica, ni uno de Ecuaciones Diferenciales fueron tan difíciles para mí como responder a esta pregunta: “¿Y dónde va a pasar mi hijo Tobías sus vacaciones?”. Pues al día de hoy, ni el sistema capitalista ni el socialista han logrado que las vacaciones de ellos coincidan con las de nosotros, sus padres.
En el caso de Tobías, decidimos que pasara un mes en Bogotá. Para ello la opción de viaje más accesible fue atravesar a pie la frontera colombo-venezolana. Una odisea que en sí misma, da para sacar un programa de televisión llamado “Guerrero Ninja Fronterizo”. Pues si creía que “Guerrero Ninja Americano” era más difícil que salirse de un grupo de WhatsApp, es porque usted jamás ha sacado a un niño de Venezuela, por la frontera, sin la compañía del otro representante. Ahí entiende que “Guerrero Ninja Fronterizo” y “Guerrero Ninja Americano” constan, exactamente, de las mismas etapas:
Etapa 1: Evite caer en las aguas de la corrupción
Para sacar el permiso de viaje de menores, fuimos a una Notaría. Allí nos dijeron que el trámite se comenzaba por Extranjería. Entonces fuimos a Extranjería y nos dijeron todo lo contrario. Cuando volvimos a la Notaría, finalmente apareció un alma piadosa y nos dijo: “Claro, aquí es” (lo cual me irritó, pues ya había sacado dinero del banco para sobornar gente y ahora nadie me pedía nada).
Etapa 2: Fortaleza de la parte superior del cuerpo.
Ya teníamos todo. Lo único, es que el pasaporte del niño estaba vencido, ¡pero no importa! ¡Colombia acepta pasaportes venezolanos vencidos! Entonces llegamos a la frontera y el reto de probar la fuerza de la parte superior del cuerpo comenzó. Constaba de atravesar el puente fronterizo con el tronco, el cuello y los ojos mirando hacia Colombia, como un robot, mientras repetía el mantra: “Que el Guardia no nos mire, somos invisibles, la fuerza está conmigo…”.
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Etapa 3: La prueba del agarre.
Justo cuando salíamos del suelo patrio y en mi cabeza comenzaba a cantar “¡Libre soooy!… ¡Libre soooy!”, escuché: “¡Epa!… ¡El del niño!”. ¡El Guardia nos había visto! ¡No éramos invisibles! Ahora debía superar la prueba del agarre: agarre bien al niño, agarre bien la maleta y agarre bien la billetera. Estábamos a punto de hablar con un Frankenstein compuesto por partes de Al Capone, Pablo Escobar y Windows 98.
Etapa 4: La escalada final
El Guardia nos revisó los papeles y dijo: “Este permiso no es válido y el pasaporte está vencido. No pueden pasar”. Inmediatamente me volví más meloso que Bob Esponja y empecé la escalada de la manga de su uniforme, suplicándole nos dejara pasar, pero qué va. Me di por vencido. Entonces apareció un ser fronterizo (que ahora, imagino, debe ser amigo de Guaidó) y nos dijo: “Los paso por 60 mil pesos”. Bueno, era gastar eso o pasar una noche en un bello resort “menos 5 estrellas” de la paradisíaca Boca de Grita. Accedí al servicio y el señor inmediatamente se convirtió en la capa de invisibilidad de Harry Potter. Salimos de Venezuela y ni nos vieron. Llegamos luego al lado colombiano del puente y el policía me dijo:
– El pasaporte del niño está vencido.
– ¿Y no y que los aceptan así?
– No.
– Ay, señor, por favor…
– Bueno, usted dirá.
– Mmm… ¿Le sirven 10 mil pesos?
– Mmm… sí.
– Pero tengo un billete de 20…
– ¡Tranquilo, sumercé, tenemos vuelto!
¡Lo logramos! ¡Llegamos al Monte Midoriyama (conocido en “Guerrero Ninja Fronterizo” como el Monte “Aminomellama”)! Una cumbre en donde los tres mejores premios son tener agua, tener luz y tener la respuesta a una de las preguntas más difíciles de la vida: “¿Y dónde va a pasar mi hijo Tobías sus vacaciones?”.