Ha muerto la política, viva la política, por Leonardo Regnault
Cualquier opinión política, que se precie de ser sincera, debe reconocer los errores cometidos; entre ellos, errores tácticos que han difuminado el horizonte estratégico y han sido aprovechados por los destructores de la tranquilidad de los venezolanos, alejando la solución a la grave situación que padecemos.
La inmensa mayoría, que esperanzada ha creído y apoyado las iniciativas propuestas por quienes adversamos a este régimen con mil cabezas, sienten la frustración y les embarga la desazón ante los retos que impone ese ente que usurpa el poder en Miraflores; por cierto, un ente que pudiera ser definido con cualquier descalificativo, pero cuyos componentes siguen siendo debatidos por las ciencias políticas que siguen sin arrojar una definición clara; por tal condición, ha sido más difícil enfrentarlo, entre otras variables. En ese sentido, hemos utilizado las mismas herramientas con las que se han combatido los regímenes totalitarios a lo largo de la historia, y no hemos podido con él.
Otro de los errores que debemos asumir, es el miedo de explicar que las soluciones rápidas atentan contra el objetivo de salir del hueco al que nos llevaron, por ello, hemos preferido colocar lapsos que han sido rebasados. Tampoco hemos construido una alternativa con la participación real de la gente. Hay quienes se precian de hablar en nombre de la gente; hay quienes se precian de representarlos, y mucha de las veces no los escuchan. No tenemos respuesta a muchos de los problemas; y en lugar de buscarlas, lanzamos cualquier cosa que se nos ocurra sin siquiera meditarlo. Disparamos desde la cintura, y después nos lamentamos. Son muchos los errores, pero mucho mayor ha sido y es el compromiso sincero de rectificar e intentar lograr una salida a esta terrible crisis.
Después de la aberración cometida por el híbrido de mil cabezas, un sectorcito que se define como adversario del régimen no ha perdido tiempo para irse a sentar, reír y celebrar con la pandilla. Por ejemplo, vemos que la decisión de arrebatarle los partidos de la unidad democrática a sus genuinos representantes, hasta los momentos no ha generado ninguna condena o cuestionamiento de ese sector; no ha generado en ellos ningún atisbo de solidaridad; más bien continúa ese grupito sentándose con Maduro y su pandilla para celebrarle su chistes, como lo es la designación de un CNE que es una nueva puñalada a la posibilidad de una salida pacífica a la dolorosa situación que embarga a los venezolanos.
Durante todos estos años he defendido la organización social como herramienta fundamental para salir de esta trágica situación. Durante años la salida electoral ha sido el norte para quienes no queremos ver sangre derramada entre venezolanos. Durante años hemos defendido la estrategia de lucha pacífica; sin embargo, pareciera que no es suficiente; pareciera que tampoco ha sido eficiente, y por ello debemos encarar los desafíos que tenemos por delante en esta era de biopolítica y de filopolítica.
Lo primero que debemos hacer es entender que nuestras estructuras de organización política y social deben ser adaptadas para lidiar con tamaño monstruo. Debemos ser nosotros los que les presentemos al mundo una propuesta creíble, una alternativa realista para derrotar al nuevo y complejo leviatán que oprime a los venezolanos.
La respuesta es compleja y quizá no está en mis manos ofrecerla; lo que sí está en ellas es la determinación de buscarla. El compromiso de construir la salida es tarea de todos, porque depende de todos darnos la Venezuela que merecemos. La hora de los partidos de corte leninista se ha agotado; la hora de los sindicatos surgidos para enfrentar los efectos perversos de la industrialización expiró. Llegó el momento de una nueva forma organizativa, y esa debemos comenzar a construirla. Maduro y la pandilla lograron adaptar el totalitarismo a la nueva era. Nos toca a nosotros encontrar la forma de derrotarlos.
Producto de todo lo padecido, un gran amigo me comentaba que la política había muerto. Le respondí que no, que solo debemos reinventarla; y parafraseando aquella sentencia utilizada cuando Carlos VII asume la sucesión del reino de Francia, podemos decir que“¡ha muerto la política, viva la política!”.
Instagram: @LeonardoRegnaultH