Hablan los obispos: justicia, libertad y paz…, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Las protestas brotan como flores silvestres a lo largo y ancho de la tierra venezolana. No son protestas masivas, ni violentas ni convocadas por líderes políticos. Son grupos pequeños de ciudadanos de los más recónditos pueblos de Venezuela atribulados por los varios meses sin agua o luz o gas o gasolina, desesperados, mal alimentados, agotados de tanto clamar en el desierto.
Los ciudadanos de esas comunidades olvidadas se envuelven en la bandera nacional, cierran por horas una vía bajo un sol inclemente, algunos con las vacías bombonas de gas al hombro, y van soltando desde el fondo del alma un reclamo cargado de irritación, firmeza y dignidad. Exigencias que llevan nombre y apellido del alcalde o el gobernador y la mayoría de las veces del propio Maduro.
Una señora de mediana edad, rolliza, con su cachucha y una enseña patria doblada sobre el cuello como una enorme estola, martillea hacia la cámara de un celular su índice acusador. Se dirige a la gobernadora de Monagas, Yelitze Santaella: “Estamos desasistidos, tenemos siete meses sin el gas. No es justo, no es posible que a estas alturas nosotros estemos cocinando con leña porque ni a mi abuela yo vi cocinando con leña y me imagino que usted la suya tampoco”. Le recuerda además que la bomba de agua tiene dos meses dañada “¡y usted se hizo responsable! ¡Aquí la esperamos con el camión del gas y la bomba de agua!”
Pero son decenas de escenas similares las que circulan toda la semana por las redes sociales. Así, providencialmente, se multiplican, pese a que el número de usuarios es cada vez menor. Las cámaras de la televisión privada bajan muy pocas veces hasta las dolidas quejas de esas voces remotas, perdidas en los llanos, en los Andes o a la orilla de una playa, un lago, un río.
Y la televisión pública, la que pertenece y se mantiene con el dinero del Estado, ya se sabe que de ella se apropiaron para su uso exclusivo Maduro, su partido y sus parciales. Por allí vierten cotidianamente su diarrea de elogios a la grandeza de la obra que adelantan, a su condición de invictos, al gran triunfo del próximo 6 de diciembre. Pobre gente.
Cuando se ven estas protestas populares se entiende mejor porqué, en el colmo de la desfachatez, candidatos del chavismo a la próxima Asamblea Nacional, fruto inútil de las venideras elecciones, se presentan a los barrios a hacer campaña llevando en una carretilla un pollo y una mortadela. Es como una especie de “pararrayos” que pueda aplacar por un instante la indignación popular.
Sobre la dramática situación social, económica, moral y política que vive nuestro país se volvieron a pronunciar los Obispos y Arzobispos de Venezuela recordando que la epidemia de covid-19 agrava esta crisis, “dejando su estela de dolor y muerte por todos los rincones de nuestra geografía”. Pese, agregamos nosotros, a que según las estadísticas del régimen iría en vías de desaparición.
“El Ejecutivo Nacional ha demostrado su incapacidad para dar respuesta a los grandes problemas nacionales y sus actuaciones tienden a agravarlos. A todas luces, aparece que su único objetivo es permanecer a toda costa en el poder, sin importar cuánto sufrimiento traiga esto al pueblo venezolano”, agregan, poniendo el acento en algo que cada vez está más claro para toda la comunidad internacional y el pueblo venezolano.
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Adiciona uno que mientras el drama nacional es cada vez más crudo desde la primera jerarquía de la “revolución” no tienen mejor respuesta que declarar “el adelanto de la navidad”, como si por decreto pudiera devolverle la normalidad y el espíritu de paz y convivencia a los venezolanos. No tiene explicación esa burla cruel.
Los obispos y arzobispos expresaron también una crítica severa a los sectores de oposición que “se encuentran divididos y sin presentar una alternativa verdadera de cambio. Tanto el oficialismo como la oposición no presentan un proyecto de país que logre reunir y convencer la voluntad mayoritaria del pueblo venezolano de vivir en justicia, libertad y paz”.
“Observamos con dolor cómo grupos de hermanos nuestros, vendiendo sus pocas pertenencias, emprenden largas caminatas desde diversas regiones para salir del país. Más que emigrar, huyen de un país que no les ofrece garantías de una vida digna. Además de sufrir los rigores del clima y del cansancio, son sometidos al menosprecio de algunos de sus conciudadanos. Empeora su situación el maltrato de las autoridades militares y policiales quienes a lo largo del camino les requisan y les arrebatan sus pertenencias y el dinero que llevan”, destaca el documento de los ministros de la Iglesia.
A grandes rasgos, este el desolador cuadro que presenta nuestra patria cuando están convocadas unas elecciones legislativas para el 6 de diciembre. ¿Se entiende porqué para una gran mayoría le parece lo mismo votar que no votar? Sin diálogo verdadero entre los polos extremos de esta división no se podrá encaminar salida a la crisis. No habrá súper héroes armados que vengan en nuestro rescate, pero tampoco estamos solos en el mundo para no poder forzar la responsabilidad y el entendimiento entre los actores. Aunque parezca imperceptible, el mundo se mueve y no hay que dejar de empujar.
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