Hablemos de la angustia., por Gisela Ortega
La angustia, es el tema principal de la filosofía y de la vida contemporánea. Antiguamente, el hombre trataba de serenarse en un mundo que le servía de apoyo, de seguridad y esperanza. Es un síntoma de la época actual, que permanentemente cambia y se transforma, caracterizada por la incertidumbre y la inestabilidad en los diferentes planos de la naturaleza humana. Es una situación por la que casi todos los seres humanos atravesamos a lo largo de nuestras vidas: es la congoja o aflicción.
Es un sentimiento de amenaza, cuya causa es desconocida, pero que aparece en el momento en que menos lo esperamos, que experimentamos cuando sin motivo alguno, nos preocupamos en exceso por la posibilidad, de que en el futuro nos ocurra algo temido sobre lo que no tenemos control, y que, en caso de que sucediera, supondríamos “espeluznante”
Por ser un estado afectivo de índole muy particular, es tema de estudio de: la psicología y el psicoanálisis.
La palabra angustia etimológicamente, nos remite al vocablo latino “angustus”, que significa estrecho o angosto, referido por ejemplo a un abismo, que se debía saltar.
En otras épocas, la palabra angustia adoptó diferentes términos: acidia y tristeza, en el Medioevo; melancolía, en la Modernidad, y angustia, en el presente…
En la antigua teoría humoral, la melancolía fue considerada como una enfermedad producida por el humor negro en el tipo humano contemplativo, es decir, en hombres propensos al recogimiento interior y a la contemplación
En el periodo medieval la figura del hombre melancólico fue asociada al religioso, y la representación de la mano sobre la oreja izquierda se interpretó como un individuo que apoyaba la cabeza en su mano debido al sueño que le provocaba su pereza. Es entonces cuando la melancolía comienza a considerarse un pecado que asolaba a los místicos recluidos en abadías y los amenazaba con el más letal de los vicios: la muerte del alma.
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Santo Tomas de Aquino, teólogo, (1225-1274 d. C.) sostuvo que una de las características fundamentales de la angustia es el ‘recessus’, el retraerse del hombre ante Dios por la tristeza que le adviene al conocer el más grande de los bienes y al darse cuenta después de la insondable distancia que lo separa de Él.
El filósofo danés, Soren Kierkeggard, (1813-1855), en su libro “El concepto de la angustia”, relaciona la angustia con la inocencia, la ignorancia y el pecado.
El ser humano se encuentra, en principio, en un estado de inocencia. Ésta se pierde cuando se toma conciencia de ella y eso sucede porque la inocencia es fundamentalmente ignorancia; es desconocimiento de la diferencia entre el bien y el mal.
Por otro lado, la angustia es parte fundamental de la analítica del filósofo alemán, Martin Heidegger, (1889-1976). Ha tratado la angustia como lo que experimenta el hombre ante el final de su existencia, donde éste intenta escapar refugiándose en los valores ficticios y no auténticos y por lo contrario, lo autentico estará en que el hombre acepte que es un ser destinado a morir.
Sigmund Freud, -1856-1939- Psiquiatra, señala que la angustia es una combinación de aprensiones, incertidumbres y miedo, con especial referencia a sus manifestaciones corporales. Puede ser de tipo neurótico, o reacción ante la presencia de una situación externa real, en ambos casos se trata de la reacción del ego ante el peligro.
Vivimos en un mundo que cambia en forma vertiginosa y donde nada o muy pocas cosas resultan estables. Es común escuchar que muchas personas se quejan de estar angustiadas. Algunas de ellas, lejos de superar esta situación, se dejan hundir en la angustia misma sin poder lograr afrontarla de una manera auténtica, como una oportunidad de progreso, cambio, crecimiento y mejora. Es angustioso sentir la nada, sentirse nadie o sentirse alguien y volverse nadie.
Hay varios tipos de angustia, entre otras: la angustia existencial, la de la muerte, la de no poder llegar a tiempo, la de malgastar el tiempo; la de perder el empleo, de no tener justicia. La angustia de no creer, y la de seguir creyendo; la de cómo nos creen y la de cuánto nos creen; la de buscar en qué y en quién creer, la de no saber hasta cuándo se es pobre, la de la austeridad en la escasez, la de cómo se va a manejar nuestra escasez, y que no alcance el sueldo,
Produce angustia: ser cuestionado, no ser tomado en cuenta, ser ignorado, no ser invitado o serlo y no saber si aceptar, no ser convidado a participar.
Existen angustias tradicionales como las de hablar o callar, opinar o silenciar, la de tener que guardar un secreto. La mayor de las angustias es la de quienes ignoran o subestimen cuántos angustiados hay.
No existe época en la historia de la humanidad, más proclive a la angustia como la actual. Hoy por hoy en todos los países se viven situaciones conflictivas que generan angustia.
Los dirigentes y líderes políticos, religiosos y sociales deberían catalizar esos problemas para contribuir que en la sociedad, se atenúe o se evite la angustia definitivamente.