Hace 20 años que el liderazgo venezolano se extravió, por Luis Ernesto Aparicio
Twitter: @aparicioluis
Es inolvidable una fecha como esa. La tarde del 11 de abril del año 2002 fue el punto de salida hacia una muy difícil andadura para la oposición venezolana. Un río de personas había decidido, junto a algunos dirigentes, dirigirse hacia Miraflores para pedir la renuncia del dictador de turno en ese entonces: Hugo Chávez Frías. De hecho, Chávez se retiró por 48 horas del poder. Fueron horas llenas de errores garrafales, con un desborde evidente de triunfalismo, de violaciones evidentes de la Constitución, discusiones y lo más importante: la falta de un verdadero liderazgo que permitiera abrir la confianza de todos y cerrar el paso a la temida vuelta del dictador al poder. Porque tal situación, suponía que volvería cargado de más autoridad radical.
Ya el liderazgo venezolano estaba en una posición lamentable, sin fuerzas y sobre todo sin Unidad. Eso ya lo habían percibido los aventajados y veteranos políticos que circundaban a Chávez. De allí que decidieran activar los mecanismos de división social y política entre los venezolanos. Sabía que debía quebrar lo poco que estaba quedando de la política opositora y para ello tenía una ventaja: vender la desesperanza y la no credibilidad hacia el sistema democrático venezolano. Esto último lo hacía por intermedio del incentivo que le permitió llegar a la casa de “Misia Jacinta”: la anti política. La creencia de que todo lo asociado con ser parte de un movimiento político diferente al de él, era ir en contra del nuevo sistema que sembraba para ese entonces y que los mismos antis ayudaron a conseguir. Nada más y nada menos que el mamotreto llamado Socialismo del Siglo XXI.
Desde ese abril, el 2002 estuvo marcado por la molienda que se había activado para el liderazgo político venezolano. Ese año, además del 11 de abril, estuvo acompañado de más lecciones no aprendidas, tanto del liderazgo político vigente para ese entonces, como el de la llamada sociedad civil (al fin al cabo los partidos políticos, sus militantes y líderes son parte de una sociedad). De inmediato vino la conocida, y más errónea aún, convocatoria a una paralización de las operaciones de la joya de la corona: la industria petrolera. Pero eso es otro cuento al que podremos acceder en cualquier momento. Una vez más, la falta de claridad y liderazgo volvió a sufrir un tropiezo. Y vaya que si lo fue.
Estas fechas nos hace reincidir en nuestros viejos comentarios. Uno de ellos está referido a la ausencia del liderazgo necesario. Una de las situaciones más evidentes para muchos, es la ausencia de verdaderos líderes democráticos en ese tipo de proceso. No el que simplemente se señala así mismo como líder, defensor de los sistemas democráticos en el mundo o de algún país en particular. Tampoco la pureza de sangre o descendencia sacra. Ese no es el necesario, es el innecesario porque supone siempre que él es quien debe estar en Miraflores y nadie más.
Venezuela siempre ha estado en el foco de nuestro continente americano y un poco más allá. En ella, desde nuestro parecer, comenzó a experimentarse el populismo que ahora estamos presenciando en buena parte del mundo, y que ha venido ganando terreno en los últimos diez años, en pleno siglo veintiuno. En este país, comenzó una lucha democrática que, aunque al principio tuvo unos traspiés, en el interín logró consolidar un proyecto de referencia para otros países. Muchos de ellos hoy lucen el valor de que han podido liberarse de ese populismo autócrata que tanto daño le hace al sistema democrático. Pese a ser referencia en la lucha democrática, en su cuenta no estaba la banalidad, ni la presencia de los enormes egos que terminarían por acabar con lo que se había consolidado como proyecto democrático para el futuro de este país.
Es el liderazgo, el que hace la gran diferencia entre los verdaderos demócratas. Es el dejar a un lado el interés personal, este que es el gran ausente dentro del languideciente liderazgo venezolano. En este país ha valido más el pequeño mundo del partido como feudo, al que se han tomado como una especie de franquicia cuyos propietarios seguirán siendo quienes tienen la última palabra, que el construir una Unidad sólida y abrumadora, a pesar de que se pudo contar con ella durante la primera década del presente siglo.
Mientras Nicolas Maduro y sus secuaces pareciera que estuvieran haciendo algunos movimientos para maquillar la situación económica venezolana, ocultándose detrás de la sombra del aumento del petróleo, la dirigencia venezolana, en donde se supone que se encuentra el liderazgo necesario, sigue sin hablarse, sin asomar algún proyecto que garantice un futuro diferente para todos los venezolanos sin distingo de procedencia, tal y como se ha soñado por muchos años en este país.
Más allá de tratar de imitar a un Barack Obama, lo que no está mal siempre y cuando se introduzcan verdaderos elementos que demuestren que se intenta parecer, pero no copiar. Más allá de estar participando en un podcast que nadie escucha (he visto uno que apenas tenía 15 visitas), de estar viviendo la fantasía y seguridad del mundo del Twitter, desde donde manifiestan solidaridad y añoranza, en la lejanía, por ciertos lugares de Venezuela, con poses de poeta entre una pradera o un parque emblemático europeo, no se asume la realidad de que es necesario abrir los espacios para que avance otro tipo de liderazgo.
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Aunque no sea una referencia contundente para explicar la situación en la que se encuentra la oposición política venezolana, basta con revisar uno de los programas de un conocido periodista venezolano, en una canal que llegó a ser el “campeón” de la información para los venezolanos y que hoy es señalado de “cómplice” del régimen. En ese programa se presentó un conocido ex de aquella unidad opositora, para hablar, simplemente, de lo demócrata que es Nicolas Maduro. De ese alabó el como ha conducido al país hacía el paraíso económico a pesar del complot que se ha tejido desde la oposición democrática. Sin duda, la presencia y las palabras de ese personaje en ese programa, confirma lo que ha ocurrido con el liderazgo venezolano. Es decir, cada uno anda en su mundo perfecto.
No es suficiente con sentirse entusiasmado por un contundente discurso en la voz de una estudiante que levanta la crítica sobre el sistema educativo venezolano. Incluso, ni querer administrar esas escasas escenas ofreciendo consejos de que es lo que se debería hacer.
Un ejemplo de lo que se necesita, lo podemos ver en Gabriel Boric. A él tocó asumir la conducción de una lucha estudiantil hace algunos años. Sintió que debía proseguir en ese camino, buscó aliados políticos sin dejarse deslumbrar por las cámaras y los micrófonos, hasta que su popularidad fue alcanzando importantes niveles. Sin embargo, Boric, no fue en contra de la política, al contrario, la entendió mucho más y penetró en ella sin la amenaza de acabar con ella (aunque luego lo haga). Son ejemplos de lo que podría ocurrir, si los liderazgos en Venezuela comienzan a replantearse una modificación en sus creencias más allá de la pantalla de un teléfono inteligente. No queda espacio para la canción (20 años no es nada).
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD