Hacia una mejor política, por Simón García
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Según el testimonio de Platón, Protágoras, creador de la retórica, la sofistica y la buena remuneración de los maestros, sostenía ante Sócrates que podía enseñar “cómo ser el más influyente de la ciudad tanto en palabra como en obra”. Aspiración nuclear de todo buen político.
Dos virtudes se asocian al inicio de la política, desde que Zeus decidió concedérsela a los humanos como su atributo específico: justicia y honestidad. El arte de la política se fundó con la misión hacer buenos ciudadanos y la función de orientarlos para que cuiden la coherencia virtuosa entre lo que predican y lo que hacen.
En nuestra dinámica política se observa el desgranamiento de estas cualidades y el incremento del rechazo a políticos y partidos. Seguramente es injusto condenar al ostracismo electoral a todos, pero la mayoría empujada hacia el descreimiento y la desconfianza espera muestras de cambios de conducta reales antes de buscar cura a la acelerada percepción negativa sobre la élite política.
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En su lugar continúa el predominio de una degradación del discurso, las ideas y los ideales. Lo que dicen los políticos comunica un mundillo pequeñito que circula entre personas atrapadas por la ausencia de una alternativa.
La crisis de la política, los partidos y los políticos tiene que ver conque ellos están haciendo poco o nada en relación a las expectativas que la población tiene respecto a la élite política, de acuerdo a una tradición que comenzó en la década del 30 del siglo pasado y que se mantuvo durante varios decenios.
La demanda de la época exige políticos que sean mejores ciudadanos para que puedan ser modelos vivientes de virtudes cívicas, elevados sobre el promedio por su pasión de país y por la práctica de una vocación de servicio que antecede al logro de llegar a Miraflores con méritos y un triunfo electoral justificado en términos sociales, éticos y programáticos.
Ante estas verdaderas exigencias nacionales las respuestas de los partidos deben ser potentes. El parto de ratón hace a las primarias un tema secundario. Y lo son repiten el error de privilegiar el quién al qué; porque prefieren contar votos a valorar aportes; porque consagran la visión unilateral de la democracia como imperio de las números y no de la calidad de sus relaciones, la mejora de las condiciones de vida y la realización de soluciones a unas calamidades cuyas raíces todos conocemos.
Pero además las primarias, al no ofrecer requisitos de elegibilidad y participación similares a los señalados en la Constitución, son el camino más directo a entregarle a Maduro una victoria que ya tiene a mitad de camino.
Para ganar un cambio de régimen hay que ganar primero la confianza de la gente y devolver a los ciudadanos la esperanza confiscada por el poder autoritario y la renuencia de los demócratas a revisar el papel que deben jugar.
Tenemos dirigentes, pero no líderes. La subordinación a una falsa voluntad de poder que no proporciona respuestas a los problemas del siglo XX contribuye a fortalecer a un régimen híbrido “demo-autocrático” que busca aprovecharse de la nueva guerra fría para prolongar el avasallamiento interno de la sociedad por parte de un Estado que mientras menos cumple sus deberes institucionales, más requerirá contenciones autoritarias de las demandas de justicia, bienestar y libertades.
Queremos unión para cambiar. Un acuerdo electoral pragmático que todos saben cómo hacer y evitar el vaticino de Tiresias en Edipo Rey: ¡Qué terrible es saber, cuando quien sabe no puede realizar sus previsiones. Eso ya lo conocía bien y lo olvidé”.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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