Hacia una pedagogía resiliente, por Pablo V. Ojeda P.
Twitter: @pvojedap
La presencialidad compulsiva pareciera la única estrategia del régimen para el regreso a clases, bajo el autodenominado modelo 7+7. Promesas más, promesas menos: tendremos bioseguridad, gente vacunada a montón para los próximos días y la infraestructura educativa funcionando. Ante tanta farsa, debemos construir una Pedagogía Resiliente.
Para darle contexto al tema, definamos a la pedagogía como la ciencia que estudia los conceptos, la metodología y las técnicas que tiene que ver con la enseñanza y el aprendizaje en la educación. Inclusive, en estos tiempos de postmodernidad, se habla de la Pedagogía Líquida, un tanto en el contexto de la Modernidad Líquida de Zigmund Bauman, quien define su categoría sociológica, como una situación de cambio permanente y transitoriedad.
De lo que he dicho, no es descabellado pensar en una pedagogía que interprete esa dinámica y que proporcione las respuestas educativas que esa realidad cambiante e incierta requiere. En otras palabras, adoptar sin rodeos la posibilidad de una pedagogía resiliente, para hacerle frente al caos educativo venezolano.
Definitivamente, nuestro país va a ser otro al final del túnel, sin embargo, como educadores tenemos que interpretar este momento, el cual se caracteriza por su volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad, (VUCA por el acrónimo en inglés). Este escenario está presente en todas las organizaciones y la tendencia observada para hacerle frente al macroproblema, tiene que ver con la formación constante apoyada en los avances tecnológicos y encarar las dificultades de manera decidida y aprender de nuestros aciertos y errores. Como educadores, no nos podemos quedar atrás e interpretar esa necesidad de cambiar, inclusive, nuestros modelos educativos tradicionales.
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Ciertamente, la pandemia causada por la covid-19 nos ha hecho reflexionar. Hoy precisamente, escuchaba en la radio, y se informaba, que es muy posible que esta situación crítica, se prolongue por dos años más; debido a la lentitud en el proceso de vacunación, el relajamiento en el cumplimiento de las medidas de bioseguridad y la aparición de las nuevas cepas del virus. Aunado a lo anterior, está el control político que viene operando a la sombra de este desbarajuste criollo.
Hagamos un alto y analicemos las consecuencias de todo lo anterior en la educación. Hasta el momento –y creo que no la veremos– una posición oficial sobre el efecto devastador del desorden y falta de planificación en los procesos instruccionales, entre otros: fuga de cerebro docente, la deserción de los estudiantes, la destrucción de la infraestructura escolar, la desorganización de las comunidades educativas y otras importantes.
Ante tanta complejidad, los expertos coinciden en la necesidad de desarrollar un modelo curricular que favorezca la resiliencia en el sistema educativo. Esto significa, que tenemos que entender a la resiliencia como la capacidad para afrontar la adversidad, lo complejo y recuperarse, sobreponerse y adaptarse frente a estos escenarios nefastos.
Como docentes reflexivos, tenemos que indagar y mirar –comparativamente– que están haciendo nuestros pares en la región y a nivel mundial. Además, tenemos que motivar un esfuerzo titánico, por encima de la agresión sociopolítica de la cual somos objeto y pensar que tarde o temprano la educación será lo que tiene que ser, un instrumento para construcción de ciudadanía democrática y crítica.
Concretamente, no podemos abandonar a nuestros muchachos y dejarlos en manos de gente sin preparación y bajo el “manto” del pensamiento único, ese que se ve a sí mismo como la referencia exclusiva en lo intelectual y moral. Repito que, no podemos permitir que nuestros hijos queden en manos irresponsables.
Tenemos que atender a los expertos e interpretar sus palabras. La tendencia es al desarrollo un modelo curricular que favorezca la resiliencia, en otras palabras, el adelanto de las competencias para sobreponernos a las situaciones adversas, y de manera particular, interpretar la agresión sociopolítica del régimen. Como se señala en el sitio web de Net-Learning, necesitamos un currículo flexible y que posibilite los cambios rápidamente, que sea altamente creativo, y añado innovador, y que contemple distintas modalidades de aprendizaje: la presencial, la virtual y la híbrida. Esta última –la Modalidad Híbrida– debe encontrar un balance entre la educación presencial y la educación con las tecnologías y darles a los estudiantes la posibilidad de proseguir sus estudios de manera efectiva y con calidad.
En cuanto a la función docente en estos escenarios emergentes, los profesionales de la educación deben ser unos verdaderos facilitadores de la enseñanza y el aprendizaje, ayudar a los estudiantes, y también a los padres y representantes, y así asegurar el avance de los alumnos. Los profesores deben favorecer en todo momento, y de manera transversal, el pensamiento crítico y en consecuencia ayudar a nuestros hijos a enfrentar la información mediocre y malintencionada.
Sintetizando pues, diré para terminar que es la hora de la pedagogía resiliente y serán los docentes, con sus acciones protagónicas y nóveles, los garantes del futuro democrático del país.
Pablo V. Ojeda P. fue director decano (2006-2012) del Instituto Pedagógico de Caracas-UPEL.
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