Hagamos prevalecer la democracia, por Griselda Reyes
La democracia tiene como mecanismo, para hacerse del poder, a la regla de la mayoría. Y si bien en Venezuela la oposición al chavismo lleva algunos años siendo mayoría evidente, acceder al poder se nos ha hecho tan esquivo como dramático.
Llevamos algunos años viviendo bajo un sistema que no es democrático, que sólo se apalanca en procesos electorales amañados para sostenerse. A fin de cuentas, quienes resultan elegidos no representan a las mayorías sino a sus intereses particulares.
Los venezolanos hemos peleado, como pocos pueblos, estas duras batallas que se han presentado para evitar que nos terminen de imponer un sistema de gobierno que no está establecido en nuestra Constitución: El Estado Comunal.
Pero ¿por qué nos ha costado tanto a los ciudadanos y a los partidos políticos adelantar las acciones necesarias para hacer prevalecer la democracia, si somos mayoría? Cerca de 80% de la población – de acuerdo con estudios de opinión adelantados por algunas encuestadoras de renombre –, se ha manifestado en contra del modelo de gobierno impuesto por Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Evidentemente estamos frente a un gobierno que se apoya en la Fuerza Armada Nacional y en el uso de las armas para sostenerse en el poder. Hay un porcentaje importante de la institución castrense que fue adoctrinado por agentes externos, traídos con el propósito de tomar el control del componente encargado de garantizar la soberanía nacional.
En paralelo, las instituciones han sido socavadas por el partido de gobierno, hasta el punto de que hoy todas – a excepción de un porcentaje mayoritario de la Asamblea Nacional –, responden a los intereses del PSUV.
El vencimiento de los liderazgos del lado opositor, el funcionamiento anacrónico de los partidos políticos tradicionales – que quedaron anclados en el siglo XX –, y el proceder equivocado a la hora de desarrollar las estrategias, llevaron al fracaso cualquier iniciativa de cambio. No se evaluó el tamaño de un monstruo político que no da puntada sin dedal y que tiene cada paso milimétricamente medido.
La participación ciudadana y el trabajo coordinado de los partidos políticos, nos dio dos grandes satisfacciones: en 2015, cuando la oposición logró ponerse de acuerdo y medirse en las elecciones parlamentarias con una sola tarjeta y candidatos unitarios; y en 2016, cuando se activó el referendo revocatorio del mandato de Nicolás Maduro, que movilizó durante más de 6 meses a todo un país para impulsar la consulta popular que, finalmente fue desechada por tribunales ordinarios de la República.
Posterior a esta derrota, quienes se mantuvieron a la cabeza de la oposición subestimaron a Nicolás Maduro y comenzaron a dar palos de ciego, intentando por diversas vías, dar al traste con su gobierno. A la Asamblea Nacional legalmente constituida – y de abrumadora mayoría opositora –, le impusieron una írrita Asamblea Nacional Constituyente que sólo ha profundizado la crisis institucional.
La sociedad civil desmotivada por derrotas consecutivas, dejó de lado su rol protagónico en los asuntos públicos y finalmente delegó en esos dirigentes y en las organizaciones con fines políticos la responsabilidad de decidir por la mayoría. Y ellos decidieron darle la espalda a la democracia, al optar por la abstención, al renunciar a la herramienta más valiosa para hacerla efectiva: el voto. El fin último de todos los partidos políticos es acceder al poder, no renunciar a él.
Nos corresponde ahora revertir los roles, porque somos los ciudadanos en manifestación mayoritaria, los que efectivamente ponemos o quitamos a nuestros mandatarios a través del voto. En democracia deciden las mayorías y en Venezuela hace años que las minorías están imponiendo a los menos aptos para ejercer cargos públicos.
Hagamos prevalecer la democracia. Desde Acción Ciudadana En Positivo (ACEP) venimos trabajando para lograrlo, defendiendo la descentralización; comprometiéndonos con todos los sectores necesarios para la construcción del país que queremos; organizándonos y movilizando política y socialmente a los ciudadanos, para que participen activamente en la construcción y defensa de una sociedad democrática, libre, justa, soberana e independiente, basada en los principios de la descentralización política, económica y territorial.
La democracia tiene como mecanismo, para hacerse del poder, a la regla de la mayoría. Y si bien en Venezuela la oposición al chavismo lleva algunos años siendo mayoría evidente, acceder al poder se nos ha hecho tan esquivo como dramático.
Llevamos algunos años viviendo bajo un sistema que no es democrático, que sólo se apalanca en procesos electorales amañados para sostenerse. A fin de cuentas, quienes resultan elegidos no representan a las mayorías sino a sus intereses particulares.
Los venezolanos hemos peleado, como pocos pueblos, estas duras batallas que se han presentado para evitar que nos terminen de imponer un sistema de gobierno que no está establecido en nuestra Constitución: El Estado Comunal.
Pero ¿por qué nos ha costado tanto a los ciudadanos y a los partidos políticos adelantar las acciones necesarias para hacer prevalecer la democracia, si somos mayoría? Cerca de 80% de la población – de acuerdo con estudios de opinión adelantados por algunas encuestadoras de renombre –, se ha manifestado en contra del modelo de gobierno impuesto por Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Evidentemente estamos frente a un gobierno que se apoya en la Fuerza Armada Nacional y en el uso de las armas para sostenerse en el poder. Hay un porcentaje importante de la institución castrense que fue adoctrinado por agentes externos, traídos con el propósito de tomar el control del componente encargado de garantizar la soberanía nacional.
En paralelo, las instituciones han sido socavadas por el partido de gobierno, hasta el punto de que hoy todas – a excepción de un porcentaje mayoritario de la Asamblea Nacional –, responden a los intereses del PSUV.
El vencimiento de los liderazgos del lado opositor, el funcionamiento anacrónico de los partidos políticos tradicionales – que quedaron anclados en el siglo XX –, y el proceder equivocado a la hora de desarrollar las estrategias, llevaron al fracaso cualquier iniciativa de cambio. No se evaluó el tamaño de un monstruo político que no da puntada sin dedal y que tiene cada paso milimétricamente medido.
La participación ciudadana y el trabajo coordinado de los partidos políticos, nos dio dos grandes satisfacciones: en 2015, cuando la oposición logró ponerse de acuerdo y medirse en las elecciones parlamentarias con una sola tarjeta y candidatos unitarios; y en 2016, cuando se activó el referendo revocatorio del mandato de Nicolás Maduro, que movilizó durante más de 6 meses a todo un país para impulsar la consulta popular que, finalmente fue desechada por tribunales ordinarios de la República.
Posterior a esta derrota, quienes se mantuvieron a la cabeza de la oposición subestimaron a Nicolás Maduro y comenzaron a dar palos de ciego, intentando por diversas vías, dar al traste con su gobierno. A la Asamblea Nacional legalmente constituida – y de abrumadora mayoría opositora –, le impusieron una írrita Asamblea Nacional Constituyente que sólo ha profundizado la crisis institucional.
La sociedad civil desmotivada por derrotas consecutivas, dejó de lado su rol protagónico en los asuntos públicos y finalmente delegó en esos dirigentes y en las organizaciones con fines políticos la responsabilidad de decidir por la mayoría. Y ellos decidieron darle la espalda a la democracia, al optar por la abstención, al renunciar a la herramienta más valiosa para hacerla efectiva: el voto. El fin último de todos los partidos políticos es acceder al poder, no renunciar a él.
Nos corresponde ahora revertir los roles, porque somos los ciudadanos en manifestación mayoritaria, los que efectivamente ponemos o quitamos a nuestros mandatarios a través del voto. En democracia deciden las mayorías y en Venezuela hace años que las minorías están imponiendo a los menos aptos para ejercer cargos públicos.
Hagamos prevalecer la democracia. Desde Acción Ciudadana En Positivo (ACEP) venimos trabajando para lograrlo, defendiendo la descentralización; comprometiéndonos con todos los sectores necesarios para la construcción del país que queremos; organizándonos y movilizando política y socialmente a los ciudadanos, para que participen activamente en la construcción y defensa de una sociedad democrática, libre, justa, soberana e independiente, basada en los principios de la descentralización política, económica y territorial.
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