Hambre y locura, por Américo Martín
Se acepta pacíficamente que hay una relación de causalidad entre hambre y locura. Integrarían lo que Sartre llamaba “totalidad concreta”. Si el hambre es un polo de esa totalidad y la locura otro lo que determina su dinamismo es la reciprocidad. A mayor locura más hambre y a más hambre mayor locura. Es una espiral ad infinitum. Aunque pueda parecerlo, no estoy haciendo, no puedo moralmente hacer, ejercicio de ingenio con esa sombría relación. Hablaré de hambre -sin precedente desde los albores del siglo XX venezolano y lo que va del XXI- y de los rebullones de la locura relacionados con la irracionalidad reinante en la esfera Política, que en un momento de grave urgencia como el actual, apunta a los más disparatados objetivos, dejando de ser el arma por excelencia para combatir el hambre y ganar democracia, libertad y prosperidad.
En 2012 la FAO exaltó avances en la lucha del gobierno de Chávez contra el hambre, dando lugar a un profuso canto de victoria de un gobierno horro de buenas noticias., pero el organismo no tardó en descubrir la cruda verdad. Entre 2015 y 2017, dijo con sobria elocuencia, ¡Venezuela retrocedió 18 años en materia alimentaria! Las cifras proporcionados por Caritas de Venezuela, organización de asistencia de la Iglesia Católica muestran para el año en curso un 15% de 7 mil desnutridos en riesgo de muerte. Y el Observatorio venezolano de la salud dirigida por mi admirada Marianella Herrera constata un retroceso de 50 años. A su vez Encovi, encuesta de tres Universidades, los venezolanos perdieron más de 11kilos y casi 90% declaró que su alimentación es precaria
Maduro ganaría 6 años o agonizaría en dos meses, según se ratifique o no la maquinación electoral del pasado 20 de mayo.
Si la diplomacia madurista lograra convencer a la mayoría que se retracte de su terminante opinión acerca de la naturaleza fraudulenta de aquellos comicios, su lapso estaría comenzando; de ocurrir lo contrario, concluirá el 10 de enero de 2019. El caso es que no solo nadie ha desertado sino que aumentan los adherentes. La suerte del gobierno está echada. El hambre y las variables que hacen de Venezuela un caso de asombro mundial, anuncian el cercano cambio democrático. Sin costosas salidas de fuerza, la presión internacional y la agonía rebelde de los venezolanos hacen impensable la perpetuación. Lo del régimen es perder-perder, pero no es lo mismo salir al abrigo de la Constitución que alzarse contra el mundo y las irritadas multitudes.
La oposición debe atenerse a dos reglas: fortalecer-ampliar la unidad para evitar la hecatombe y consolidar un sólido liderazgo. Lo que entra en el Libro del disparate humano es lo que estamos presenciando. Facciones engolfadas en una feroz lucha sazonada con un lenguaje gárrulo que las deja sin protagonismo. No sería difícil individualizar culpables; mejor es sugerir soluciones. El desenlace no debe pasar por la muerte política de nadie. Todos merecen gozar de la anhelada democracia.
¿Cadáveres insepultos? No abundan en el hacer político. Siempre es posible reflexionar y actuar de otra forma. En cambio los suicidas, ¡ah, esos sí que no tienen remedio!
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