Hampa con chapa, por Teodoro Petkoff
En las últimas dos semanas, funcionarios policiales de la Alcaldía de Libertador se han visto involucrados en dos homicidios particularmente horribles. El 30 de mayo pasado, dos de ellos asesinaron a un joven mototaxista que, en unos de esos típicos bululús que se arman frente a las ventas callejeras de comida rápida, tuvo la mala suerte de tropezar o empujar a uno de los policías. Éste, simplemente, sacó su revólver y mató al muchacho. En la huida, en una patrulla de Policaracas, hirieron de un balazo a un inspector de Polibaruta que los perseguía. Alcanzaron a llegar a Los Frailes de Catia, donde uno de los inefables «colectivos» armados que son la ley por aquellos lados, los protegieron a plomo.
Este martes, otros cuatro agentes, también de Policaracas, asesinaron a una joven psicóloga que, al parecer, no atendió la voz de alto que los sujetos, vestidos de civil, dieron a la infortunada profesional, en las inmediaciones de San Agustín del Sur. En las circunstancias de inseguridad que se viven en la capital, nadie en su sano juicio atendería una voz de alto proveniente de personas sin la identificación que presta el uniforme, pero a esto hay que añadir la reacción de los policías, que ametrallaron el carro y cuando la joven, seguramente herida, descendió de este, la remataron inmisericordemente. Una poblada de la gente del barrio estuvo a punto de linchar a los criminales.
La Fiscalía de la República ha informado que entre 2008 y lo que va de 2009 ha procesado a escala nacional 755 casos de homicidios en los cuales han estado involucrados funcionarios policiales, 72 de ellos en Caracas, con 37 policías metropolitanos como actores.
¿Qué pasa en las policías? ¿Existen mecanismos de selección adecuados o el primer recién llegado que pide plaza la recibe sin mayores averiguaciones? ¿Es la lealtad al «proceso» la credencial principal para acceder a los cuerpos policiales, independientemente de las características y hoja de vida del aspirante? El episodio de los policaracas protegidos por un «colectivo» armado, en Los Flores, evidencia los fluidos vasos comunicantes que existen entre esos grupos parapoliciales y un cuerpo de orden público políticamente infiltrado, como es Policaracas.
Jorge Ro dríguez he- redó ese organismo, integrado, como lo muestran los hechos, por gente de muy dudosa capacidad para ejercer las funciones que le son propias. El alcalde de Libertador está en la obligación de enfrentar y resolver el gravísimo problema que significa todo un cuerpo policial que cree poseer licencia para matar, porque se siente guapo y apoyado. Para el ciudadano, tener que vérselas con el hampa común ya es un problema, pero, padecer también el hampa con chapa, con o sin uniforme, ya supera la ficción. Las policías, por lo visto, son parte del problema y no de las soluciones. ¿Pueden organismos policiales así constituidos garantizar eficazmente las labores de prevención y represión del delito? Bien difícil.