Hasta aquí nos trajo el tren, por Luis Ernesto Aparicio M.
La velocidad con la que se producen los acontecimientos políticos en Venezuela casi puede superar al más rápido de los excelentes trenes que transitan raudos los rieles entre las ciudades de cualquier ciudad moderna del mundo. Cada una de estas máquinas se mueve impulsada por diferentes tipos de energía y todo lo hacen con un propósito: llegar a su destino, al lugar seleccionado por su conductor o sus pasajeros.
En los trenes, todos llegan en los tiempos estimados e indicados, por lo que tanto conductor como pasajeros tendrán al final la recompensa que es recibida con alegría o desilusión, depende de lo que se desea cuando se hace el viaje. Lo que, si se da por seguro, es que el tren no avanzará más, para cuando alcance su última estación cumpliendo con su objetivo.
De esa última etapa del tren, surge una imagen auditiva que nos puede ayudar a situaciones que parecieran no tener solución o indicaran que no hay alternativa alguna que pueda movilizar a la máquina detenida. De allí que se adaptara la oración: «hasta aquí nos trajo el tren», para asociarla a situaciones adversas.
Esta frase se ha popularizado y se utiliza de manera figurativa para indicar que una situación ha llegado a su límite o que ya no hay más posibilidades de continuar avanzando en una dirección determinada. Es una oración coloquial que se utiliza para indicar que algo ha llegado a su fin o que no se puede avanzar más en una situación determinada.
Interpretativamente, esta expresión sugiere que se ha llegado al final de un camino o que se ha agotado una oportunidad, y que ya no hay más opciones disponibles. Puede transmitir una sensación de resignación, frustración o conclusión, dependiendo del contexto en el que se utilice.
Todo esto lo traigo a colación debido a lo ocurrido entre injustas inhabilitaciones y el cierre del paso a las candidaturas opositoras que pudieran mantener la Unidad que se consolidaba muy despacio, pero con seguridad y así triunfar en la próxima elección.
Ante el panorama unitario que se amenazaba con dar «batalla» al régimen gobernante en las próximas elecciones, este realizó otra maniobra de las que posee en el librito diseñado para tales fines y permite la inscripción de todo aquel que pueda crear el ambiente que se ha venido generando a raíz de la inscripción de última hora de Manuel Rosales.
No es que este sea el candidato ideal para que triunfe el candidato de la autocracia, es el ideal para generar todo lo que esa candidatura ha suscitado dentro de esa Unidad mínima en su andadura hacia una posible consolidación y por supuesto del ciudadano que compró un discurso «definitivo» y esperanzador.
Lejos de apostar por encontrar los flancos abiertos de la autocracia y luchar por obtener al menos unas mínimas garantías electorales, los dirigentes políticos, junto a su militancia, van en contra de quienes han osado quebrar, lo que según han calificado, la línea que se había trasado entre un supuesto bien y el mal.
La candidatura en cuestión, entrega la más alta distracción para todo aquel que desea un cambio. Abre de nuevo las heridas que se habían tratado con pegatinas o banditas de muy mala calidad. Podría decirse que rompe con el respeto y la confianza entre todos. Esa es la verdadera intención de la autocracia: distraer y obligar a la oposición a concentrar el fuego en sí misma.
Esta situación, comienza a dejar un mal sabor y sobre todo invoca a otra desilusión, incluso trae a la mente esa frase coloquial de “hasta aquí nos trajo el tren” como muestra de entrega, de frustración y resignación, tal y como lo tiene previsto el régimen.
*Lea también: Cuando la estulticia sustituye a la política, por Humberto García Larralde
Pese a todo, soy de quienes se anotan en cambiar el verdadero significado de la oración y convertirla más en un viaje que sí llegará a un destino, a ese que todos los venezolanos buscan afanosamente. Por ello, no es tiempo de los cálculos personales que permitan consolidar el deseo de que «si no soy yo, o a quien yo señale, no es nadie».
Hay una oportunidad y no hay que tirarla por la ventana. La Unidad debe mantenerse, más por el bien de todos que por alguna persona. Es momento de perseverar y mantener en movimiento el tren con sus vagones de democracia, esa que se ha dado por perdida, pero que todos sabemos en cuál de las estaciones se encuentra.
Esta vez, si la estrategia, la inteligencia política y el propósito cierto de todos los demócratas venezolanos, la reconocida oración del tren puede cambiar a favor de todos los que han buscado el cambio en este país.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo