Hasta la vista, baby; por Teodoro Petkoff
Pues sí, la vaina fue en California. Por ahora. Los chavistas pueden respirar aliviados. Por ahora. Pueden pensar incluso que Terminator ya manda en Venezuela, que aquí no se necesita un especimen como el actor austríaco, porque la versión sabaneta del musculoso robot cibernético es superior en histrionismo, suspenso y artillería verbal.
Pueden confiar en que California es una cosa y Venezuela otra. Diferente, bonita y de guiones impredecibles, como el de esas telenovelas que empiezan y nunca se sabe cuándo ni cómo terminarán.
Pueden recurrir a sus escritores favoritos. A la pluma de José Vicepresidente Rangel que augura un revocatorio para el 30 de febrero; o a la lucidez de un José Albornoz, ilustre descubridor del agua tibia, aclamado en el Parapeto Por-Tatil, por sus tesis en el mejor espíritu de la “revolución participativa” ; o al sabio Germán Mundaraín, experto en alargar frases huecas y recubrirlas de un aserrín espeso y pegajoso de tanta baba gratuita.
Pueden, en su ánimo constructivo de joder hasta el final de sus días, plantear que el Sí es para ellos, por derecho histórico, y el No para sus adversarios, perdón, enemigos, porque esto no es una película, donde Terminator entre toma y toma celebra la escena que acaban de realizar.
Algo sí, supongamos, cómo: ¿quiere usted que Hugo Chávez siga siendo Presidente?, que viene a ser lo mismo que si nos hubiéramos preguntado en el lejanísimo 1999 si ¿quiere usted que siga vigente la moribunda? Pero como todo, y ahí se acaba el alivio y el por ahora, la película unicolor llega a su fin. The end. Y lo que siguen son los créditos.
Los revocados créditos de un gobierno de utilería; de marchitos actores secundarios siempre desechados por el público para encarnar roles mayores y/o de noveles figurines sacados sin embargo de un casting conceptualmente prehistórico.
“Hasta la vista, baby”, esa será la frase de despedida.
Nada original ciertamente, pero es que este film –largo, tedioso, reiterativo– no puede tener un final sorprendente.
No se lo merece.
A Hugo lo espera Gray Davis. Juntos harán, mal que pese, historia. Uno por ser el primer revocado en California. Otro por ser el primer revocado en Venezuela.
Y aquí terminator.