Hasta que lleguen los benditos polinomios, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
El gobierno se empeña en comenzar las clases presenciales a partir del próximo mes de octubre. Claro, no podía ser menos que el resto de los países de la región. Eso de ser superado por países democráticos, nunca. Si se atrevió a viajar a México sabiendo que cualquier charro de la Plaza Garibaldi puede verse tentado a ganarse unos pesitos con la recompensa, cómo no aventurarse a iniciar clases presenciales, aún sin tener las mejores condiciones.
¿Estamos preparados para la presencialidad? La verdad habría que verlo muy bien. No tenemos las mismas condiciones que Chile, Uruguay o Argentina, donde se hizo un llamado a clases presenciales, teniendo un porcentaje de casi el 80% de la población vacunada.
La ministra ha dicho, en medio de un enredo de cifras, que lo que falta por vacunar es una ñinguitica de maestros. Sin embargo, la Organización Panamericana de la Salud la desmiente al advertir que en Venezuela el porcentaje de vacunados, con las dos dosis, no llega al 20%. ¿A quién le cree usted?
Por otra parte, en los países serios de la región se ha hecho un esfuerzo por acondicionar los ambientes escolares a fin de asegurar el distanciamiento físico entre los alumnos. Esos trabajos han ameritado una enorme inversión y se han realizado con suficiente tiempo. Pero en esta Tierra de Gracia no se han constatado tales trabajos.
Se anunció con orgullo que se le había hecho mantenimiento a 500 escuelas. Confieso que estaba a punto de aplaudir, cuando recordé que en el país son 25 mil los planteles. Falta por refaccionar y poner en condiciones para recibir a maestros y alumnos la bicoca de 28 mil 500 escuelas. Diría mi comadre Camucha, tan jodedora como siempre: «Tranquilo, compay, que lo que falta es un pelo de axila pa’ que sea peluca».
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También he leído que nuestros vecinos han habilitado rutas escolares para trasladar, en unidades de transporte de los gobiernos locales, a alumnos y maestros hasta los centros educativos. La idea es evitar el traslado individual en transporte público, donde la probabilidad de contagio aumenta.
Imagino una medida como esa en nuestras ciudades y pueblos. Sería espectacular ganar votos ayudando de esa manera con la prevención. He visto en mis sueños a niños y maestros subiendo al autobús, con paramédicos midiendo temperatura, rociando alcohol y repartiendo mascarillas K95 a quien la ha perdido o usado hasta el desgaste.
Pero, un cable a tierra me tuerce el sueño y lo convierte en pesadilla. Después de superar la fase REM, veo a los autobuses partir por la mañana con cauchos recién comprados y regresar al mediodía, con los «mismos» cauchos, pero lisos. O peor, varados en un estacionamiento oxidándose por la lluvia y el sol, no por fallas del motor sino por ausencia de este. Ni los magos del Circo Razzore eran tan rápidos para desaparecer las cosas.
Otro aspecto importante que nos separa de la experiencia de otros países es el tema del salario de los docentes. No solo deben ser vacunados y protegidos con medidas de bioseguridad, también es necesario y urgente aumentarles los sueldos.
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Con 11 o 12 dólares mensuales no se puede pretender que un maestro se desplace, se alimente y se provea de vestido y calzado para ir a su aula. La respuesta no puede ser como la dada por una directora de Zona a un grupo de maestros: «Ustedes sabían que con esta profesión no se iban a enriquecer, así que no se quejen». Diría Camucha: «Si me vas a morder, no me ladres».
Finalmente, creo que es una medida acertada el regreso a clases presenciales de manera paulatina. Asistir durante las semanas «flexibles» y no hacerlo en las semanas «radicales» es prudente. En varios países también se utilizará esta modalidad. Pero el Ministerio no puede dejar de prestar atención a aquéllos que no pueden asistir por diversas razones.
En estos casos no se puede delegar en la familia la responsabilidad de la educación del muchacho. Quizás muchos padres estarán dispuestos y con preparación para aportar en ese proceso de formación, pero ese apoyo, tal como le escuché a una profesora de la UCAB, «durará hasta que lleguen los benditos polinomios». Lo del Plan Cada Familia una Escuela tiene sus límites. Todavía en Venezuela hay muchos adultos que ni siquiera tuvieron oportunidad de culminar la primaria.
Tulio Ramírez es Abogado, Sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL
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