Hay que seguir en la mesa, por Xabier Coscojuela
Desde el principio hemos apoyado el diálogo pero estamos conscientes de que será una mesa de diálogo muchas más larga y dura de que lo que la mayoría espera y lo importante es no perder el foco
Autor: Xabier Coscojuela
En el editorial de la semana pasada pedimos que el diálogo se produjera cuanto antes y nos sentimos complacidos con que así haya ocurrido. Costó bastante que las partes se sentaran y entre los partidos de la Mesa de la Unidad democrática hubo que sortear muchos desacuerdos de última hora para que sus representantes acudieran al encuentro que dirigió el enviado del Papa Francisco, monseñor Claudio Celli.
Iba a resultar muy difícil de entender que los enviados de El Vaticano fueran desairados por la MUD cuando fueron los sectores democráticos los que pidieron su incorporación como mediadores. Se pueden entender las razones que tienen algunos para desconfiar de un diálogo con una fuerza política como el PSUV pero no queda más remedio que intentar entenderse con ellos, por lo que lo lógico era plantear las demandas que hubiere en esa mesa.
Después de ese encuentro, las cuatro comisiones se han reunido y hasta el presente lo único concreto ha sido la liberación de una decena de presos políticos, quienes están siendo utilizados como moneda de cambio por el Gobierno que el pasado domingo envió a prisión a otras trece personas en Aragua.
Uno de los puntos en los cuales se supone había acuerdo era en moderar el lenguaje. No duró mucho esta condición, pues el propio Nicolás Maduro la incumplió el pasado martes, menos de 48 horas después de haber sido acordada. No es extraño que eso haya ocurrido, pues la apelación del chavismo al insulto y la agresión verbal es consustancial a su proyecto político donde sus adversarios no existen.
La MUD está consciente que tiene que obtener resultados concretos lo más pronto posible. Que no proseguir el juicio político a Nicolás Maduro y suspender la marcha a Miraflores está teniendo costos políticos nada desdeñables. A pesar de lo anterior creemos que hay que priorizar los acuerdos sobre la velocidad.
Uno de los puntos que puede ayudar, significativamente, a despejar la situación es la resolución del caso amazonas. Si ello implica la realización de nuevas elecciones en ese estado hay que hacerlas lo más pronto posible. La decisión de los habitantes de esa entidad permitirá reconformar la asamblea Nacional y que el Poder legislativo pueda ejercer sus funciones tal como lo establece la Constitución, lo que debe ser respetado por todos.
El Maduro-Cabellismo vive repitiendo que ellos respetan los resultados electorales, pues reconocieron el triunfo de los sectores democráticos en los comicios parlamentarios de diciembre. Reconocer el resultado electoral implica, sobre todo, reconocer y aceptar las consecuencias que de ese resultado se desprenden.
Otro aspecto que debería tener una resolución inmediata es la de los presos políticos y exiliados. No hay ninguna razón que justifique su existencia. Por cierto que los que han sido liberados han puesto en evidencia lo que muchos hemos denunciado: en Venezuela no hay separación de poderes. Las órdenes para su excarcelación son dadas por el Ejecutivo y acatadas por los tribunales sin chistar. Como acataron las órdenes para mandarlos a la cárcel.
Como vemos, el proceso va a ser complicado. Nuestra opinión siempre ha sido que el Gobierno es el menos interesado en el diálogo y las declaraciones de algunos de sus más importantes representantes lo confirman. No solo nos referimos al capitán Cabello, principal exponente de la intolerancia oficial, sino a personeros como Tareck El Aissami o el propio presidente Maduro.
Creemos, sin embargo, que hay que insistir en este proceso. Compartimos lo dicho por Jesús «Chúo» Torrealba: «Se levantarán ellos de la mesa de diálogo porque nosotros no nos vamos a levantar». Hay que obligarlos a entenderse ahora que han perdido toda credibilidad internacional y que una gran cantidad de países tiene su vista puesta en lo que ocurre en Venezuela.
Las conversaciones van a ser más duras y largas de lo que muchos esperan. El Gobierno ya ha demostrado sobradamente su falta de talante democrático y que lo único que le interesa es retener el poder. Hay que mantenerse en la mesa y obligarlos a que se queden y para ello es imprescindible ejercer la presión en la calle. Hay que enlazar la pelea por reconquistar la democracia con las necesidades más apremiantes de los venezolanos a quienes hay que demostrar que sin la salida de Maduro no hay manera de resolver los problemas del país.
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