¿Hechos cumplidos?, por Alejandro Oropeza G.
”La política no es una necesidad de la naturaleza humana,
sino sólo una posibilidad ocasionalmente realizada”
Fina Birulés: “Prólogo”, en “Diario filosófico 1950-1973”,
Hannah Arendt, 2006.
Los acontecimientos ocurren vertiginosamente en Venezuela en 2019: elección de la directiva de la Asamblea Nacional; írrita juramentación del usurpador Maduro ante el ilegítimo Tribunal Supremo de Justicia, presidido por un delincuente; asunción como presidente interino del Dip. Juan Guaidó; contundente reacción de la comunidad internacional ante las pretensiones dictatoriales del régimen; y, confusa acción de secuestro e inmediata liberación del presidente interino por parte de la policía política.
Ocurren en la historia hechos políticos que dados por cumplidos por los actores involucrados (a favor o en contra), en el corto o mediano plazo se derrumban y pierden su impronta: caso del dictador venezolano Pérez Jiménez, quien al juramentarse como presidente el 15 de diciembre, es depuesto el 23 de enero siguiente, o Hitler cuyo Reich dominaba en 1941 a la Europa continental y en mayo de 1945 colapsa catastróficamente.
Por lo que los “hechos cumplidos” en el plano de lo político son relativos. Cabe cuestionarse: ¿Es un hecho cumplido la asunción al poder de Maduro el pasado 10 de enero? No está clara la concreción real de esta acción a la luz de los acontecimientos
El entorno venezolano debe apreciarse desde perspectivas que definen la realidad sociopolítica nacional estremecida al paso de los días. Un primer punto: la reocupación del espacio público por actores desplazados de la arena política. La posición de la legítima Asamblea Nacional venezolana que era percibida por la ciudadanía democrática como un cuerpo inútil y carente de acción política se relegitima ante sí misma y ante la sociedad al asumir responsabilidades y erigirse en un factor de unión nacional frente a la satrapía.
Es así como la convocatoria a cabildos abiertos, más bien asambleas de ciudadanos, ha sido un efectivo medio de llamado a la sociedad de regreso al espacio público y puede actuar en función de sus potencialidades de ejercicio político y discursivo, y con objetivos comunes que son amalgama para estas acciones: la recuperación de la democracia y el desconocimiento del régimen usurpador. Regreso tímido, es lógico que así sea, pero que podría ir en una positiva expansión si los actores políticos actúan pertinentemente. Ello puede permitir evolucionar en pos de un nuevo acuerdo social que legitime un ejercicio de poder emergente y la posibilidad de un nuevo modelo político basado en el Estado de Derecho.
El segundo punto es el renacer posible de la confianza de la sociedad en sí misma como factor decisorio y responsable; y en un liderazgo político que al asumir su responsabilidad convoca los acompañamientos necesarios para alcanzar los fines y anhelos de la mayoría de la ciudadanía. Dos aspectos que pueden ser considerados resultados positivos de los hechos que ocurren en el país.
No es posible que la ocupación del espacio de lo público sea mediatizada permanentemente por una ideología que pretende emerger como verdad absoluta ante una masa obnubilada por la ceguera y la necesidad; tal ocupación se debe ejercer a través del ejercicio democrático abierto que, a su vez, se sustenta en mínimos de confianza entre la ciudadanía (no la masa) y los liderazgos políticos reconocidos.
En el ejercicio de lo político no existen los “hechos cumplidos” absolutos, y esto aplica para tirios y troyanos