Henri Falcón ofrece plan económico que busca equilibrar mercado y populismo
Las propuestas económicas del candidato Henri Falcón plantean la restauración de una economía de mercado, gerenciada desde el centrismo socialdemócrata, con una dieta monetaria estricta y subsidios sociales de cobertura universal
Autor: Armando J. Pernía
Es posible que cada día Henri Falcón se pregunte, en algún momento, si su candidatura presidencial tiene futuro. Por lo pronto, ha iniciado su campaña electoral de un modo posiblemente inédito, al adelantar algunas de sus principales propuestas de gobierno y anunciar los nombres de algunos de sus colaboradores más relevantes.
El economista Francisco Rodríguez, ex jefe de la Oficina de Asesoría Económica de la Asamblea Nacional entre 2000 y 2004, ex economista-jefe de Bank of América Merrill Lynch para la región Andina (Colombia, Perú y Venezuela) entre 2011 y 2016, y economista-jefe de Torino Capital, ha ganado protagonismo como principal estratega en materia económica y, muy probablemente, Ministro de Finanzas si Henri Falcón, contra la mayoría de los pronósticos, se alza con la Presidencia.
El programa económico definitivo de Falcón se presenta este 17 de abril; sin embargo, ya han asomado algunas propuestas concretas: dolarizar la economía, abrir a la industria petrolera a la inversión privada directa, privatizar masivamente las empresas expropiadas e improductivas, y sufragar una agresiva estrategia de subsidios directos a la población vía bonos pagaderos en dólares.
En una transmisión reciente a través de la red social Facebook, Rodríguez dijo que la dolarización es la única vía para terminar de cuajo con la hiperinflación. Según sus cálculos, la aplicación de políticas más ortodoxas podría demorar en unos seis años la posibilidad de que la inflación venezolana se coloque dentro del promedio de América Latina.
Falcón ha decidido llamar a su programa de gobierno “La Gran Transformación”, pero de lo que se trata es de aplicar una estrategia de recuperación económica apegada al centrismo político; es decir, “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”.
En rigor, el discurso económico del candidato Falcón regresa a la prédica reformista socialdemócrata que vendió, con mucha habilidad, el ex presidente Hugo Chávez en 1998, pero con énfasis radicalmente distintos en función de las circunstancias: para Chávez era esencial no espantar demasiado a los factores del capital privado, mientras que para Falcón lo esencial es erosionar tanto como pueda la base social chavista que pudiera seguir respaldando a Nicolás Maduro.
La dieta monetaria
Una de las víctimas de la debacle económica que vive Venezuela es el bolívar, que se ha vuelto una moneda sin valor y, por lo tanto, sin capacidad fiduciaria. En consecuencia, tanto el chavismo en el poder como el programa de Henri Falcón se proponen, por vías y plazos distintos, su liquidación efectiva.
La administración de Nicolás Maduro ha creado el petro, una supuesta criptomoneda cuyo objetivo es alcanzar la convertibilidad internacional que ya no posee el bolívar, básicamente por su atroz devaluación y su escaso respaldo, aparte de las sanciones internacionales que afectan algunas transacciones críticas para el gobierno venezolano. Con el petro, la administración Maduro se plantea pagar importaciones -el país necesita no menos de 40.000 millones de dólares anuales de compras externas para subsistir- y elevar su capacidad de gasto interno, a través de una “nueva divisa convertible” absolutamente digital y, por ende, desmaterializada; ergo, con operaciones difíciles de controlar y rastrear, en teoría.
Como el respaldo del petro, y por lo tanto su capacidad de generar confianza, no está representado por recursos líquidos y a la vista, esta “criptomoneda” terminaría funcionando como un instrumento de deuda, cuya convertibilidad dependerá de la capacidad de pago del gobierno y estará afectada por el riesgo-país que los mercados asignan a Venezuela.
La historia del petro parece un fracaso anunciado y habrá que ver cómo Nicolás Maduro, de continuar en la Presidencia, lleva adelante su versión del modelo monetario dual que opera en Cuba, con una divisa convertible para los negocios -monopolizados por la “nomenklatura” revolucionaria, especialmente la militar- y el peso cubano, una moneda con un poder de compra casi simbólico, para la población.
Lo que plantea Falcón es un medida de “shock”, una dieta monetaria estricta, que supone convertir en divisas estadounidense toda la masa monetaria del país y reexpresar en dólares los valores de todos los activos, pasivos y cuentas. El dólar pasaría a ser la moneda de curso legal.
El efecto buscado es licuar la inflación, a través de un mecanismo que liquida la capacidad del Estado venezolano para emitir circulante, regular las tasas de interés y financiar contablemente sus déficit.
La discusión sobre la dolarización ha sido ardua, pues la verdad es que hay experiencias internacionales malas y mejores en la aplicación de este mecanismo. Entre las malas destaca la Caja de Conversión argentina en tiempos de Carlos Menem -que no fue una dolarización directa- y entre las mejores resalta la experiencia ecuatoriana, cuyos resultados son elocuentes, ya que la inflación bajó de promedios de dos dígitos a menos de 4% anual en la actualidad, con un crecimiento del ingreso per cápita de 114% en 10 años, lo que significó la salida de la pobreza de más de 3 millones de personas.
Por supuesto que la dolarización sería traumática y, según algunos críticos, podría no ser posible en el corto plazo, mientras el país, bajo un hipotético gobierno de Falcón, intenta recuperar su crédito internacional y capta los recursos en divisas necesarios para implantar el modelo. Acudir al Fondo Monetario Internacional parece un destino seguro para la eventual administración del ex gobernador larense.
¿Cuál es el efecto más peligroso de la dolarización? Otro economista de antiguas querencias chavistas, Víctor Álvarez, lo explica en un artículo publicado en varios medios: «los países que dependen de un solo producto de exportación sufren de una gran vulnerabilidad externa. Si caen los precios del petróleo, no le entran suficientes divisas para financiar la expansión económica. Al estar dolarizados, se produce una contracción monetaria que presiona un alza en las tasas de interés, cuestión que desestimula la inversión productiva”.
Los países que dependen de un solo producto de exportación sufren de una gran vulnerabilidad externa. Si caen los precios del petróleo, no le entran suficientes divisas para financiar la expansión económica
Si el éxito de la dolarización depende del petróleo, pues habrá que preguntarse cómo, en las actuales condiciones de precariedad de Pdvsa y el resto del sector hidrocarburos, se sostendría el sistema monetario convertido a divisas y sin posibilidad de maniobrar para corregir los desequilibrios.
Lo anterior implica que una estrategia real de diversificación productiva de la economía quedaría en entredicho por el insalvable diferencial de competitividad que las exportaciones venezolanas tendrían en contra.
Lo cierto es que sin esa competitividad exportadora una reforma microeconómica estructural que modifique aspectos como eficiencia productiva, capacidad gerencial, inversión tecnológica, capacitación del recurso humano, transparencia empresarial, funcionamiento adecuado de los mercados, competencia y libre concurrencia, entre otras materias indispensables para asegurar la actividad económica privada estable, no será posible en Venezuela.
La aplicación de un modelo de dolarización a la ecuatoriana, que es lo que propone Rodríguez, puede suponer, efectivamente, una recuperación importante de la capacidad de compra de los ingresos, que ha caído más de 90% durante la gestión de Nicolás Maduro, pero habría que evaluar su impacto erosivo en sectores críticos, como la banca, cuyo patrimonio se reduciría escandalosamente, lo que afectaría la capacidad crediticia del sistema.
Para que se tenga una idea, Álvarez estima que a la conservadora tasa Dicom de Bs. 40.000 por dólar, el capital del sistema financiero quedaría en 75 millones de dólares y la cartera de crédito no alcanzaría para comprar más de $750 millones.
Populismo en divisas
La otra gran fuente de críticas a las propuestas económicas del candidato Henri Falcón es la oferta de una tarjeta de subsidio, llamada “tarjeta solidaria”, que asignaría un monto de $25 mensuales para los adultos y $10 por cada niño en el hogar, durante un período de tiempo indeterminado, pero atado al cumplimiento de ciertas metas de crecimiento económico, aumento del empleo y recuperación real del salario.
La mayoría de las críticas se quedan en cuestionar el mecanismo, la tarjeta, a la que se compara con el “carnet de la patria” chavista o la tarjeta “mi negra” que ya había ofrecido el líder de Un Nuevo Tiempo, Manuel Rosales, en su campaña electoral de 2006.
La verdad es que la tarjeta es una plataforma tecnológica que permite asignar recursos de manera directa, con bajos costos y de forma eficiente; pero lo que habría que preguntarse es cuánto costará y cómo se financiará este subsidio de cobertura universal y si efectivamente será una ayuda para la gente en un entorno dolarizado.
Hasta ahora, no hay respuestas concluyentes a estas preguntas, pero es evidente que Henri Falcón, con esta propuesta, le habla más a la base chavista que a los sectores de estratos medios que se le oponen rabiosamente.
Y aquí hay que rescatar un cambio interesante, ya que el candidato de Avanzada Progresista no cae en la tentación de asumir como propio el modelo de gestión social chavista -hiperpopulista y asistencialista-, como lo hizo el ex gobernador Henrique Capriles al ofrecer convertir las misiones sociales en leyes, durante su campaña en 2012, sino que ofrece un subsidio de emergencia, atado a la estrategia económica general y de carácter temporal.
En todo caso, nadie podrá negar que, vistos los resultados de la más reciente encuesta Encovi, el establecimiento de subsidios y mecanismos de ayuda social de amplia cobertura resulta indispensable para paliar no solo los efectos del desastre económico y social eventualmente heredado, sino los de las políticas de ajuste que habrá que implantar para salir de la crisis.
En resumen, las propuestas económicas del candidato Henri Falcón parecen encaminadas a captar a los sectores pro mercado que son mayoría en la oposición y al chavismo descontento -más allá del disidente- que podría ver en este aspirante no al “candidato de la derecha”, sino a un dirigente con sentido común que propone salidas racionales a una crisis que el gobierno actual no parece poder superar.
El establecimiento de subsidios y mecanismos de ayuda social de amplia cobertura resulta indispensable para paliar no solo los efectos del desastre económico y social eventualmente heredado
La verdad es que el problema actual de Falcón no está en el calado de sus propuestas económicas, sino en la viabilidad política de su candidatura que parece vivir en un equilibrio precario entre una oposición desunida y que mayoritariamente predica la abstención, y un gobierno que apenas lo tolera y lo considera un traidor, pero que lo necesita para legitimarse de cara al resto del mundo.
Todo depende de si se mira el vaso medio lleno o medio vacío. Hay sectores de partidos de oposición como Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo e incluso Primero Justicia, sobre todo a escala regional, que no compran la abstención impuesta por sus dirigencias nacionales y pueden llamar a votar el 20 de mayo.
Además, si Falcón logra pegar un mensaje concreto y eficaz de cambio con sentido social y respeto al adversario, puede ser que, eventualmente, se gane a ciertos sectores oficialistas, más allá de que debe competir en un entorno de ventajismo y fraude electoral impuesto por el gobierno y su institución electoral.
Henri Falcón insiste en que llegará al final de la carrera. La gran duda es qué pasará si llega a ganarla.