Herejía, por Gonzalo Oliveros Navarro
Creo que la libertad de expresión es norma básica de quienes nos consideramos demócratas y ello pasa –inclusive-por respetar las opiniones contrarias a quienes se estiman mayoría. Esta de hoy creo que tiene esa característica.
Es menester que los venezolanos que queremos un cambio de rumbo en la dirección del país, nos sentemos a meditar lo que estamos proponiendo. No me referiré a intervenciones militares de terceros. De ellos depende esa alternativa. Haré mención a la que de nosotros depende.
Desde febrero de este año, buena parte de los venezolanos aceptaron la triada que algunos llaman mantra: Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Sin duda quienes lo hicieron, comparten los tres objetivos. El punto que quiero plantear es el orden de estos y ante eso me pregunto y me responderé: ¿Es el mismo inalterable? ¿No será acaso que el orden de los factores altera el producto?
Pensemos solo por un instante que por un gesto de generosidad el señor Maduro dice mañana a primera hora en cadena nacional que él renuncia. Si eso ocurre, ¿qué pasará? Para la mayoría de la Asamblea Nacional y para buena parte del país, el presidente será Juan Guaidó pues Maduro usurpa la presidencia. Para el chavismo y sus acompañantes civiles y militares con poder de fuego e institucional, lo sustituirá el vicepresidente y en treinta días, ese CNE que ejerce en Caracas realizará elecciones presidenciales, ajustándose al lapso constitucional tal como ocurrió cuando se anunció la muerte de Chávez.
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Los políticos de ambos bandos –que inocentes no son- saben que esto es lo que ocurrirá porque el estamento militar –con sus armas- respaldado por los magistrados del tribunal supremo que acompañan al señor Maduro en su quehacer, estarían siguiendo el guión preestablecido para ellos y por ende ratificarían este como el camino a seguir.
Así entonces, a pesar de haberse producido la salida del señor Maduro de Miraflores, la situación de Venezuela seguiría inalterable.
Obsérvese que -adrede- en ese escenario, no he mencionado a la asamblea constituyente. Ella es un factor que para una parte del país cuenta, así no guste y respecto de lo que ella acuerde, el elemento –armado y togado- que en Venezuela hace vida, también la respaldará. Esta seguramente opinión favorable dará apegada a sus intereses político-partidistas.
Así las cosas, si el CNE que la señora Lucena dirige convoca elecciones, quienes adversan al señor Maduro tendrán que resolver si participan o no. Si lo hacen, tendrían que justificar la inasistencia de mayo del 18. Y si no lo hacen, se repetiría la misma situación de ese mes y año y por ende continuaríamos como hasta hoy: Dos personas distintas a quienes se les atribuye desde distintos factores internos y externos, la condición de presidente del país, lo cual a todas luces es inadmisible. No habríamos avanzado.
Lo que planteo creo que obliga a reflexionar a todos.
Sostengo formalmente que el cese de la usurpación debería estar precedido de negociaciones serias entre los factores políticos con poder de decisión en el país, dado que las que éstos adopten tendrán consecuencias políticas y jurídicas –incluyendo las relativas a las acciones judiciales en curso en la sala electoral-. Esas decisiones deberían concluir en la reconformación de todos los poderes públicos cuya legitimidad está en discusión –judicial, electoral, moral y ejecutivo, en ese orden- y en la delimitación del accionar de la constituyente –lo cual escribo muy a mi pesar pues creo en su inconstitucionalidad- por ser ella una realidad política ineludible.
Para que ese proceso de reconfiguración se inicie, bastaría, simplemente, que quienes introdujeron en diciembre del 2015 los recursos electorales ante la respectiva sala del tribunal supremo, desistieren de los mismos y para ello, solo requieren que sus jefes políticos se lo ordenen, lápiz y papel, más nada.
No es objetivo de esta barra polemizar, más faltaba. Busca ella simplemente, generar una discusión sana sobre un tema que a todos afecta.