Hermanos putativos, por Paulina Gamus
X: @Paugamus
Lo natural, faltando poco para la fecha fijada, sería escribir sobre el batiburrillo que se ha creado en torno a las elecciones presidenciales. Pero una vieja y sabia conseja dice: «no aclares que oscureces» por lo que me voy a abstener de opinar hasta que el panorama se aclare en un futuro próximo , si es que tenemos la suerte de que eso ocurra.
El tema que me ha inspirado es la alarma que varios de mis contactos han manifestado por un inmenso mural pintado –con la acostumbrada estética revolucionaria– frente a la plaza Bolívar de Caracas y a la Iglesia Catedral. El mismo entrelaza los símbolos patrios de la República Bolivariana de Venezuela y de la República Islámica de Irán, en una abierta demostración de hermandad entre ambos países.
Recuerdo cuando en la escuela primaria cantábamos, con tierna inocencia, el himno de Las Américas : «Un canto de amistad, de buena vecindad que unidos nos tendrá eternamente. Por nuestra libertad, por nuestra lealtad, debemos de vivir gloriosamente. Un símbolo de paz que alumbrará el vivir de todo el continente americano, fuerza del optimismo, fuerza de la hermandad, será este canto de buena voluntad». Y luego venía la lista de países hermanos donde no estaba el Caricom, islas caribeñas que aún eran colonias europeas, pero estaban unas dictaduras militares abominables que pasábamos por alto.
En aquellos tiempos no sabíamos que existía un mundo amenazante distinto de la Alemania nazi derrotada en 1945, y luego de la Unión Soviética estalinista y la consecuente Guerra Fría. Tampoco que la hermandad entre países de idioma común o parecido, como el portugués de Brasil, fluctuaría de acuerdo con la línea política de los gobiernos de turno.
Pero muy pronto nos dijeron que había una especie de monstruo de mil cabezas que era el imperialismo yanqui es decir los Estados Unidos de Norteamérica. Y que Cuba se transformaría en un satélite de la URSS. La hermandad pistoneaba. Generalmente quienes denunciaban las acciones imperiales de EEUU, apoyaban o admiraban en silencio el comunismo de Fidel Castro, paredón incluido.
Lo interesante o mejor dicho, curioso, es saber cómo fue que se forjó la hermandad entre la Venezuela bolivariana, la de la ribera del Arauca vibrador, la del arpa, cuatro y maracas, de mayoría católica, apostólica y romana, con el Irán de los Ayatolas, islamistas y chiítas. El país donde las mujeres son azotadas hasta la muerte por tener corrido el velo que debe cubrirles la cabeza. El país donde ahorcan a los homosexuales y a cualquier disidente. Pero mucho más allá de esas nimiedades, el país que se ha transformado en el eje del mal de este siglo XXI.
Es el protector, financista y suministrador de armas para los movimientos terroristas Hamas, Hutíes y Hizbollah. Es aliado de Bashar al- Asad, el carnicero de Siria, en una guerra que dura 13 años y que ha causado, según la ONU, 36.000 muertos, 7 millones de desplazados y 5 millones de refugiados. Fue el promotor de la masacre que Hamas cometió en Israel el 7 de octubre último y la mano oculta tras la guerra de Gaza. Logró así sabotear el acuerdo de paz entre Israel y Arabia Saudita, que traería como consecuencia relaciones amistosas de Israel con la mayoría del mundo árabe y una esperanza de paz duradera en el Medio Oriente.
Irán no oculta sus propósitos expansionistas y extender el islamismo radical a todo el mundo que logre conquistar. Su tonto útil ha sido Putin, es una alianza perversa que hoy hace temblar a Europa y debería ocurrir con toda la civilización occidental. Putin aliado de Irán y por consiguiente de Hamas , de Hizbolah, Hutíes y de el-Asad.
Pero ambos tienen un plomo en el ala: el movimiento terrorista Estado Islámico ISIS, enemigo de Irán y de Rusia, el mismo que provocó el atentado del Crocus City en Moscú, el 22 de marzo último con más de 300 muertos y 600 heridos. Y el mismo que causó una explosión con 84 muertos y 300 heridos en la ciudad iraní de Kermán, el 3 de enero 2024. Si no se tratara de vidas humanas arrebatadas por el fanatismo islámico, uno podría jugar con aquello de que el que «el que a plomo mata a plomo muere». Y esos son nuestros queridos hermanos iraníes. Tenemos mural, falta el himno.
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