Histórico apagón nacional devela responsabilidad del chavismo en crisis eléctrica
A pesar de dos emergencias eléctricas, contrataciones millonarias, anuncios grandilocuentes y muchas promesas, el país sigue a oscuras. Aquí un recuento rápido y breve de por qué llegamos a donde llegamos
Volver a las cavernas, dejas atrás todo vestigio de modernidad. Por primera vez, Venezuela se quedó sin servicio eléctrico en todo el territorio nacional durante más de 24 horas, con destellos intermitentes de recuperación. Eran las 4:50 de la tarde del jueves cuando se apagó todo. Horas después, hasta las radio base de las operadoras celulares comenzaron a fallar, aquellas que se sostenían con baterías. Entonces, sin luz, sin telefonía, sin internet.
Preocupación absoluta. ¿Qué pasará en los hospitales? ¿Y con quién está conectado a una máquina para vivir? ¿Qué hacer para no perder la poca comida que se tenga en el refrigerador, en medio de una brutal escasez de alimentos o la imposibilidad de pagarlos?
La explicación del gobierno nacional fue la habitual: es un sabotaje. Inauguraron un nuevo término: «guerra eléctrica imperial». La postura oficial fue que la planta hidroeléctrica Guri, al sur del país, registró un «ataque cibernético» que canceló sus operaciones. La realidad es que el sistema eléctrico nacional, alguna vez el más poderoso de toda la región, está por el piso.
Es más, los apagones son predecibles, y las advertencias hechas por expertos nacionales, incluyendo el Colegio de Ingenieros de Venezuela, se acumulan desde hace más de una década. «El primer alerta lo dimos hacia 2005. Allí hay que hablar de militarización, desprofesionalización. Se invirtió pero no saben manejar un sistema eléctrico. Pero a mi juicio, las causas son otras», ha expuesto el exviceministro de energía Víctor Poleo.
A su juicio, el chavismo causó la crisis de dos maneras: destruyendo la planificación original, y abriendo la puerta a la corrupción desmedida. «Ningún otro país en el mundo tiene un río Caroní, donde puedes sacar energía en varias presas del mismo río. Alguna vez Alí Rodríguez -quien fue ministro de energía- dijo que el Caroní había sido un error estratégico, al poner todos los huevos en la misma canasta. Aquí hubo intencionalidad para destruir el Caroní. Durante la segunda mitad del siglo XX se construyó el formidable sistema interconectado, que tiene energía limpia, barata y abundante en el Caroní y grandes líneas para llevarla a los mercados. Eso lo quisieron borrar y lo hicieron».
En 2001, el ingeniero y exdirector de la Oficina de Operación de Sistemas Interconectados (Opsis), Miguel Lara Guarenas, alertó al Ejecutivo que el país se dirigía hacia una “una situación de déficit del suministro eléctrico”. Pero “nunca hubo acción”. Por el contrario, ha detallado Lara Guarenas, el Gobierno decidió suspender la política de mantenimiento metódico de las centrales, quitaron gente apta de los cargos por otros menos preparados, abultaron las nóminas con familiares o políticos y congelaron la tarifa eléctrica.
Poleo ha explicado que la oferta del sistema no cubre la demanda desde 2007.
El país cuenta con 21 plantas termoeléctricas, cuatro hidroeléctricas y más de 50 subestaciones; pero la capacidad de energía que surten las centrales es insuficiente. El histórico apagón del viernes 8 de marzo de 2019 argumentó ocurrió por una falla en Guri, demostrando que las termoeléctricas no están generando electricidad.
En 2010 el gobierno nacional decretó la primera emergencia eléctrica. Eso le permitió asignar contratos directamente sin licitación ni control parlamentario. Se hicieron inversiones multimillonarias y se compraron plantas eléctricas impulsadas por combustibles líquidos, especialmente a la empresa Derwick. La corrupción se impuso. Se compraron plantas usadas como si fueran nuevas, con sobrefacturación.
Apenas tres años después hubo de nuevo otra crisis y otro decreto de emergencia. Entonces se invirtieron otros 100 millones de dólares, además de que se ordenó la militarización de todas las instalaciones eléctricas. A pesar de ello, los apagones han continuado, siempre con la respuesta oficial del «sabotaje».
Para Poleo, el problema del sistema eléctrico, bajo mano del chavismo, «es irreversible porque un sistema eléctrico no se improvisa ni se resuelve con planticas».
Las grandes construcciones, además, quedaron en veremos. En 2006 se aprobó la construcción del Parque Eólico Paraguaná, que nunca se completó. En 2012 debió entrar en operaciones la hidroeléctrica Tocoma, que nunca terminó de construirse a pesar de abultadas inversiones.
En teoría, las centrales hidroeléctricas del Guri, Caruachi y Macagua -ubicadas en el bajo Caroní- debían suplir en promedio el 60% de la demanda y consumo de energía eléctrico a nivel nacional. Como complemento, Tacoa, Planta Centro, Ramos Laguna y las centrales térmicas de Los Llanos y Los Andes surtirían el 40% restante. Pero eso es solo en el papel.
El Ministerio de Energía Eléctrica no entrega informes oficiales desde la Memoria y Cuenta 2015 Corpoelec tampoco actualiza la data desde ese año cuando afirmaba que el parque de generación eléctrico de Venezuela tenía una capacidad instalada de 24.000 MW aproximadamente, siendo las hidroeléctricas las que surten el 62% del potencial eléctrico y las termoeléctricas un 35%. Ese retrato se quedó viejo.
Actualmente, la oferta del sistema nacional es entre 10 mil y 12 mil MW, con una demanda de la población de 14 mil MW, muy baja porque la zona industrial de Guayana, Valles del Tuy y Valencia no están operativas. De tener una actividad industrial plena en el país, la demanda pudiera llegar a 25 mil MW.
Las termoeléctricas en Venezuela operan con deficiencia debido a que no hay suministro de combustibles suficientes, amén del poco mantenimiento que las ha condenado a trabajar a menos de media máquina. Como consecuencia, se está sobreexplotando la capacidad energética del Guri, el principal embalse hidroeléctrico que este jueves falló y dejó a oscuras a todo el país.
“La poca energía que se produce está en el bajo Caroní. Eso hay que sacarlo a través de líneas de transmisión y no se le hace mantenimiento, pero además debieron haber sido sustituidas o ampliadas y no ocurrió. Se sobrepasa los límites de transmisión de esos cables y se presentan fallas”, ha detallado el presidente de la Asociación Venezolana de Ingeniería Eléctrica, Winston Cabas.
Una Comisión Mixta para el Estudio de la Crisis Eléctrica en el país de la Asamblea Nacional emitió un informe en 2017 que, luego de estudiar el sistema, los contratos millonarios y hasta pedir explicaciones a Derwick (que se negó a darlas arguyendo «confidencialidad»), develó que el Estado a pesar de haber gastado “más de 39 millardos US$ en la adquisición y compra de 14.000 MW en plantas térmicas de generación de electricidad, dinero equivalente a cuatro veces las reservas internacionales de Venezuela en 2016, sólo se encuentran operativamente disponibles unos 4.000 MW, que perfectamente se pudieron haber instalado con una fracción de la inmensa cantidad de recursos destinados al sector eléctrico en la última década».
Al cierre de esta nota, aún no hay luz en buena parte del país. Ni siquiera en la capital, que el chavismo ha dicho estaba «blindada». Y quizá el sistema quede más minusválido que nunca, pues los repuestos para las turbinas de la hidroeléctrica de Guri son estadounidenses. Las sanciones impedirían comprarlos por vías regulares, cuando hagan falta. Por ahora, tocará seguir cazando electricidad y señal de internet, a sabiendas que las fallas serán más constantes que antes.