Hitler, elecciones y la división de los factores opositores, por Eloy Torres Román
El siglo XX, el corto, el que nació en 1917 y murió en 1991, fue un siglo ideologizado y cruento. Testigo de guerras, tanto entre potencias, como de liberación y/o guerras civiles, cuya crueldad fueron muy grandes. El sello destructor fue muy considerable y hay que decirlo, todavía se observan huellas de esos conflictos bélicos, pero, bajo formas religiosas. Fukuyama pretendió vaticinar el fin de las ideologías, cuyo traje vestía a los conflictos. Creo tuvo razón. No obstante, hoy, éstos, visten un traje no ideológico pero, muestran sí, una dentadura tan cruda como aquellas que adquirieron una siniestra fama durante la centuria XX y por la que se volcó tanta sangre y que además han sido glorificadas o condenadas, dependiendo del bando, por distintos creadores; especialmente historiadores, escritores, cuyas obras, por cuya calidad, han sido llevadas al teatro y al cine.
No nos extenderemos en Rusia, no porque en ella, no hubiesen ocurrido conflictos, sino porque éstos, no trascendieron más allá de sus fronteras, a pesar de los intentos de quererle dar un carácter internacional, el cual, inicialmente le fue impreso a la Revolución rusa, por la dirección bolchevique. Voy a poner el acento en España y su guerra civil, entre Franco y los partidarios de la República (900.000 muertos) Italia y la represión fascista de Mussolini, el Duce. Abordaremos final y principalmente a Alemania con Hitler a la cabeza, el Fürer. Éste, como se sabe provocó una guerra en Europa, destruyó el alma de su pueblo prostituyéndolo con el mensaje nazi.
El caso es que en marzo de 1933, en Alemania se llevaron a cabo elecciones para elegir un nuevo parlamento, el Reichstag. Hitler las ganó; él ya cabalgaba sobre el poder en ese país. Fue indetenible su marcha triunfal sobre la tierra de Schiller, Goethe, Bethoven, Kant y Hegel. El Fürer sintió la creciente fuerza de los vientos que soplaban a su favor, desde el corazón alemán. Toda Alemania, con el tiempo, se postraría sus pies. Sin embargo, hay que decirlo; hubo un tinglado de organizaciones que le plantaron cara al líder nazi. Esas organizaciones representaban a una Alemania que se resistía. Ellas estaban, sin embargo, fracturadas, por factores endógenos y exógenos que conspiraban en contra de la unidad de estas fuerzas opositoras a Hitler.
El líder nazi desplegó con habilidades una campaña electoral. Su fuerte era su ultranacionalismo. Todo aquello que no fuere alemán era susceptible de ser enemigo. En cuanto a lo ideológico; los social-demócratas y los comunistas fueron su primer objetivo, junto con los judíos, quienes también sufrieron persecución. El dato según el cual, 6 millones de judíos, fueron víctimas al morir en los campos de concentraciones; es emblemático; así no les guste a algunos extraños intérpretes de la historia, quienes, seguramente creen estudiar una historia médica, en lugar de la historia en general.
Los socialdemócratas y los comunistas, juntos reunían una fuerza considerable de votos, capaz de minimizar el creciente empeño de Hitler por hacerse el Fürer. La campaña electoral marchó por un rumbo marcado por el sino de la fatalidad que se expresó en el triunfo de Hitler. Éste, manipuló y acrecentó los disensos entre estos factores políticos. A su vez el clima de terror dominaba el escenario. Las tropas de asalto, todos conmilitones del nazismo apuntaban a acosar físicamente a los opositores. La violencia y el terror marcaron la realidad electoral alemana. La anarquía se hacía presente con gran fuerza.
Días antes de los comicios, ocurrió el incendio del Reichstag (sede del parlamento alemán). Los comunistas fueron los acusados y se inició una cacería que no respetó edad, sexo, condición social. Todo el derecho fue barrido. El entonces presidente, quien era un héroe de guerra (1914-1919) Paul von Hindenburg se vio obligado, por las circunstancias, a otorgar plenos poderes a Hitler so pretexto de defender al pueblo y al país, con lo cual se permitía pasar por encima de los naturales derechos del hombre; los cuales estaban consagrados en la constitución. Esos plenos poderes otorgados a Hitler se hicieron en nombre del Estado alemán. Hitler avanzaba con fuerza en Alemania.
La campaña electoral nazi utilizó los medios modernos de propaganda: vale decir, la radio, cinematografía y la prensa escrita. Hitler y sus conmilitones fueron apoyados por sectores económicamente poderosos, quienes le prestaron sus aviones para desplazarse por toda Alemania. Concomitante a ello, la campaña agresiva hitlerista se apoyó en sus fuerzas de choque contra los socialistas (socialdemócratas) y los comunistas. Todos ellos, fueron atacados con una creciente intimidación.
Vino el día de las elecciones. Los alemanes asistieron a unas elecciones marcadas por el terror y la violencia. Hitler daba por descontado su avasallante triunfo. Pero no, a penas, logró alcanzar el 43% de los votantes en una elección en la que participó el 89% de los votantes. El número de parlamentarios que alcanzó el Partido Nacional Socialista, como se llamaba el partido de Hitler fue de 288. El parlamento o Reichstag, estaba compuesto de un total de 647 miembros.
Por su parte, los socialdemócratas y los comunistas, fueron divididos y enfrentados entre sí, con lo que marcaron una terrible situación que permitió el afianzamiento de Hitler en el poder, quien, como es evidente, no alcanzó el número suficiente de miembros para hacerse del control definitivo del parlamento, pese a que contaba con el aval del citado venerable Hindenburg. Hitler hubo de apoyarse en partidos pequeños para alcanzar la votación requerida. Los social-demócratas obtuvieron el 18%, mientras que los comunistas el 13%. Ellos, repetimos, fueron divididos. Los marcaba el trauma de la separación que en 1914 generó Lenin y los bolcheviques, aliados con otras fuerzas políticas, entre ellas alemanas (Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht) lo que permitió la creación de la III Internacional comunista con Moscú a la cabeza, cual nueva Meca.
El caso es que éstos, al ir divididos, fueron manipulados por Hitler, quien, al principio, persiguió crudamente a los comunistas, luego al comprobar que entre ellos y los socialdemócratas no era posible la conciliación, marchó adelante con su plan y embistió contra los socialdemócratas. Hitler, una vez investido, de conformidad con lo indicado por el Reichstag, lo disolvió definitivamente y comenzó la persecución implacable del nazismo contra todo aquello que oliera a democracia. Era la era del Fürer.
La muerte de la II Internacional Comunista, se evidenció con el enfrentamiento entre socialdemócratas (que creían en la democracia) y los comunistas (que no creían en ella) La primera guerra mundial facilitó esa división, la cual fue marcada con creces. La desconfianza marcó su relación y permitió a Hitler jugar hábilmente con esa división. A su vez, los factores internacionales ejercieron su influencia en esas elecciones. Stalin hizo todo lo posible para que los comunistas no se aliaran con los socialdemócratas y éstos, en franca suspicacia, en absoluto, abonaron el terreno para una conciliación que permitiera un triunfo sobre Hitler. Tenían miedo de verse asociados a las fuerzas que en Alemania representaban al dictador soviético. Mientras, Hitler continuaba su campaña de terror. Después, lo que vino es historia conocida: Hitler se convirtió en el Fürer y su organización política con la cual cabalgó exitosamente, se transformó de, Partido nacional socialista de los trabajadores, en el partido del pueblo alemán.
Esta es una enseñanza para los factores opositores de cualquier parte del mundo, particularmente para Venezuela. Cuando se tiene un enemigo tan poderoso e inescrupuloso; es inminente trazar una misma política, con base a unos elementos comunes que les permita avanzar. Se trata de edificar una unidad que permita el regreso a la normalidad arrebatada por las fuerzas del socialismo del siglo XXI. En Alemania en los años 30 no se pudo. La división fue muy marcada y los elementos que incidieron en ésta, adelantaron el consecuente triunfo de Hitler, los cuales estuvieron determinados por factores ideológicos y por la presencia paradigmática de Stalin en ese desastre. En tanto que en Venezuela la división de quienes ejercen la titularidad de la oposición, están motivados por cuestiones banales, los cuales los interpretamos como un irresponsable ego de los dirigentes y “dirigentas”. Vemos como saltan, por doquier todo tipo de políticos, líderes, periodistas y/o analistas cuyo diccionario de improperios, insultos no finaliza: “Traidores, tránsfugas, vendidos, “Judas”, criminales al servicio del “Socialismo del siglo XXI, enchufados o “corruptos de siete suelas”, e incluso abordan un lenguaje homofóbico. Ahora, nuestra pregunta. Una vez superado este “impasse” histórico, nos permitimos preguntar: ¿Cómo nos veremos la cara, después que todo esto pase?
El país vive una decadencia. La política ha sido substituida por las redes sociales con el agravio, con el insulto. Para algunos es un crimen pensar, plantear y formular salidas políticas distintas. El mundo, para ellos debe ser observado en forma maniquea, en blanco y negro. Una verdadera lástima, porque el color en la política debe estar presente. Hay que repensar el lenguaje entre los opositores. Ponderemos que muchos de los que están en el gobierno y quieren escapar de esas garras ideológicas, qué podrán estar pensando: ¿Si así tratan a sus compañeros opositores, a nosotros, qué nos tocará? Muy difícil construir confianza con tanto insulto e insistir en ello es muy grave. Sería deplorable no tomar como referencia el ejemplo alemán de los años 30, el cual enseña y dice mucho. Hay que superar ese lenguaje hiriente. Recuerdo un viejo dicho: “Después de sacado el ojo, no vale Santa Lucía”, el cual, lo decía, muy sabiamente, Evarista, mi abuela paterna.
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