Hojas en blanco, por Paulina Gamus
Twitter: @Paugamus
Existe algo que podríamos llamar el karma del escritor y también del columnista de prensa y es enfrentarse a la hoja en blanco sin que las musas lo acompañen o sin tener un tema para escribir. Pero no es menos problemático y hasta angustiante tener muchos temas en mente y no poder elegir cuál de todos debemos abordar. En este caso, el título de mi nota lo he tomado de las manifestaciones en la China de Xi Jinping (el mismo que quiere convertir a su país en una potencia incontrovertible) contra su política de Cero Covid que mantiene aislados a 291 millones de chinos.
Si uno habla de esa cantidad de personas comunes parece que son demasiadas, pero tratándose de chinos la cantidad se transforma en una cifra. Miles de chinos han decidido manifestar de manera pacífica portando una hoja de papel blanca y en blanco y las obligatorias mascarillas. El dictador Xi no va a arriesgar sus pretensiones políticas incurriendo en una masacre como la de la Plaza Tiananmén en 1989. Sus métodos represivos consisten en sembrar el terror mediante el encarcelamiento y la desaparición de personas.
Recordamos cuando a comienzos del primer gobierno de Nicolás Maduro, algunos opinadores postularon que su gobierno podría ser al estilo chino: cero ideologías comunistas, mucho capitalismo salvaje y represión extrema. Podríamos decir que en estos tres aspectos hay una gran similitud entre ambos regímenes. La diferencia estriba en que China es un país de avanzada en todo lo que no tenga que ver con libertad y democracia. Es un gigante industrial y tecnológico y la calidad de vida de su población se ha incrementado notablemente.
Venezuela es un país con su infraestructura destruida, sus servicios públicos colapsados y el 80% o más de su población, en situación de pobreza o pobreza extrema. Los venezolanos que continúan huyendo del país para ir a jugarse la vida en la selva de Darién, son el testimonio más irrebatible de esa tragedia.
Entonces viene el otro tema, el ya tan manido de «Venezuela es otra» o «Venezuela se arregló». Es innegable que la primera aseveración está muy cerca de la verdad. Todos los días se inauguran restaurantes que compiten en extravagancia. Por ejemplo, uno en el Este de Caracas en la cima de una especie de grúa iluminada con la bandera tricolor. Quienes aspiren a alcanzarla deben recibir un tutorial y además firmar una especie de contrato. Puedo aventurar sin temor a equivocarme que habrá largas colas de aspirantes a comer en las alturas de la grúa.
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Por si esto pareciera poco, en Barquisimeto se acaba de inaugurar un Casino al que han nombrado TIUNA en homenaje a uno de los héroes de la resistencia indígena que ha sido parte de la hipócrita indigenofilia chavista desde sus inicios. ¿Puede haber alguna coincidencia entre un cacique que murió peleando contra Diego de Losada y un Casino? Pero ahí no queda la cosa, el gobernador del estado Lara, Adolfo Pereira, felicitó a los dueños del casino Tiuna como grandes emprendedores que confiaron en el «Estado Lara potencia» y ¡la guinda del pavo! un sacerdote católico con sus ropajes de gran ceremonia, acudió a bendecir ese nuevo establecimiento educativo y cultural.
Tan estrambóticos lugares recuerdan el chiste cruel que se atribuye a judíos, árabes o catalanes, todos con fama de tacaños: Es el del padre que dice a sus hijos, «niños, si se portan bien el domingo los llevo al centro comercial para que vean como los otros niños comen helados».
Mientras sucedían esos derroches de un nuevorriquismo de oropel, se reunió la Mesa de Diálogo en la ciudad de México. De nuevo saltó la jauría que llamó traidores, tarifados, colaboracionistas y otras lindezas a los representantes de la oposición que acudieron a sentarse con los representantes del régimen, incluida la esposa del Alex Saab preso hoy en los EEUU por lo que todos sabemos. Es difícil ser optimista con las promesas, tratos, acuerdos o convenios en el que una de las partes sea el actual régimen venezolano.
Por eso saludé con admiración la brillante y sobria explicación que dio Gerardo Blyde en el programa de Román Lozinski (Emisora Éxitos) sobre la reunión de México y el alcance de lo acordado. No sirve para que Maduro se vaya de Miraflores, tampoco para liberar de una vez a los presos políticos, no va a cambiar la situación actual del país. Consiste en la liberación de fondos congelados por las sanciones de los Estados Unidos, para paliar la crisis humanitaria y mejorar (3 mil millones de dólares no alcanzan para tanto) la prestación de servicios básicos como salud, educación, agua y electricidad en pequeña escala y de acuerdo con prioridades.
El exégeta del régimen, D. Cabello, el mismo que decide cuáles artistas extranjeros pueden venir a Venezuela sin temor a ser enviados a La Tumba y el mismo que interpreta (de acuerdo con su mazo) lo que declara Maduro, esta vez no ha tenido más remedio que acudir al recurso de ripostar sin descalificar lo acordado: «Tenemos acuerdos de funcionamiento con la ONU, quien va a decidir es el gobierno. Al fin la derecha (Plataforma Unitaria) reconoce que las sanciones que ellos promovieron y pidieron, le han hecho daño a nuestro pueblo.»
Realmente importa poco quien ejecute las obras acordadas. Lo importante es que haya transparencia y vigilancia para que los desconocidos de siempre, es decir, ladrones, no se roben los recursos como suele suceder cuando se trata del actual régimen.
Para concluir y como lo mejor para llenar mi hoja en blanco, quiero saludar que mi querida amiga Alicia Álamo Bartolomé, arquitecta, actriz de teatro, guionista, profesora y fiel militante del Opus Dei, haya publicado a sus 96 años de edad, el libro «Mi largo paso por la Tierra». Es una joya que agradezco y especialmente su dedicatoria: «Para Paulina Gamus, mi querida asesora judía en asuntos cristianos».