Homenaje a Pedro Nikken ¡La paz como paradigma de la política!, por Víctor Álvarez R.
Como dijo el poeta, “la muerte no es verdad cuando se ha hecho bien la obra de la vida, la muerte no llega con ese viaje sino con el olvido”. A cuatro años de su sorpresiva partida, aquel 9 de diciembre de 2019, hoy queremos rendir un sincero y sentido homenaje a Pedro Nikken, un hombre de bien, un hombre de paz, comprometido con las buenas causas de la vida, promotor del reencuentro y la reconciliación. Hubiésemos podido recurrir a las nuevas herramientas de la inteligencia artificial y preguntar sobre el legado de Pedro Nikken para propiciar el reencuentro y la reconciliación de una sociedad dividida, polarizada y en conflicto. Pero preferimos invitar a su hija, Claudia Nikken, quien no dudó en aceptar esta invitación de la iniciativa Pedagogía Económica y Electoral para rendir un homenaje a su padre. Por este motivo, hoy estaremos conversando con ella sobre la vigencia del pensamiento y legado del Dr. Pedro Nikken.
1) Vengo a hablar sobre la paz
(VAR) Estimada Claudia, ante todo muchas gracias por acompañarnos en este sincero y sentido homenaje que queremos rendirle a tu papá, al cumplirse 4 años de su sorpresivo y anticipado viaje. Pedro Nikken fue un hombre comprometido con los valores humanos del reencuentro, el perdón y la reconciliación. A la luz de su experiencia como Experto Independiente de las Naciones Unidas en los Procesos de Paz de Centroamérica:
¿Qué es lo que las partes en conflicto se pueden perdonar mutuamente para lograr la paz? ¿Qué deben exigir y en qué deben ceder para lograr el reencuentro y la reconciliación? ¿Cuáles son las principales lecciones y aprendizajes de esos procesos de paz que acompañó, facilitó y documentó tu papá?
(Claudia Nikken) Primero que nada, Víctor, te agradezco a ti por este homenaje a la memoria de mi padre, oportuno no solo por la fecha, sino especialmente por el momento histórico.
Me haces una serie de preguntas que no son de fácil respuesta en corto tiempo. Voy a tratar de responderlas en bloque, con base en una premisa inicial:
A partir de la obra de mi padre, la escrita y la manifestada en sus acciones, para poner fin a cualquier conflicto, las partes tienen que comenzar por reconocer, primero, que el conflicto existe; luego, las causas que dieron origen al conflicto y la responsabilidad de cada una en ello y; por supuesto, sus consecuencias.
Sin eso, es muy difícil, si no imposible, determinar fuera de lo inmediato qué pueden perdonarse las partes mutuamente o; qué deben exigir o ceder para lograr el reencuentro o la reconciliación.
Pedro Nikken subrayó que, en Centroamérica, particularmente en El Salvador y Guatemala, los procesos de paz tuvieron como centro la dignidad de la persona humana. Desde allí, con el propósito de atacar las causas de la guerra en cada uno de esos países, se transitó un camino que pasaba por la consolidación de las instituciones democráticas, para llegar al fortalecimiento de los medios para garantizar y respetar los derechos humanos, lo que necesariamente suponía la erradicación de las prácticas que atentaron contra los mismos.
En ese proceso fue fundamental el establecimiento y puesta en marcha, incluso antes de la firma del acuerdo final, de mecanismos especiales o transitorios, arraigados en la comunidad internacional, para la protección de los derechos humanos y la investigación de sus violaciones. Esto, sobre la base de un acuerdo entre las partes, pero también de la aceptación y el auspicio institucional de esos mecanismos por parte del gobierno.
También fue fundamental el establecimiento de mecanismos especiales para el esclarecimiento del pasado. Eso, según Pedro Nikken, es un hito inexcusable en el camino hacia la reconciliación nacional.
Al final, los procesos centroamericanos muestran que lo que determina la viabilidad de un proceso de paz y reconciliación, son la verdad y la justicia. Desde allí todo puede construirse. (Escuche la respuesta completa en el link )
2) La negociación es viable cuando se hace de buena fe
(VAR) En la obra de Pedro Nikken: ¿Cómo documenta y caracteriza él la buena fe de las partes en conflicto y cuáles serían esos mecanismos que pueden permitir y asegurar el cumplimiento fiel de los acuerdos?
(Claudia Nikken) La negociación puede definirse como el esfuerzo para alcanzar un acuerdo entre dos o más partes, teniendo todas ellas el derecho a decir no, el derecho a «vetar».
Entendido eso, una negociación de buena fe, más allá de partir de la voluntad de alcanzar un acuerdo, comienza por reconocer el derecho a decir NO, el propio (que no se está obligado a aceptar nada), y el de la otra parte (que no está obligada aceptar lo que se le propone).
De ese modo, el NO deja de percibirse como intransigencia y, además, se traza la vía para la apertura y la honestidad en las conversaciones y en los planteamientos. Eso ayuda, además, a dejar atrás las suspensiones, los síes condicionales y las variaciones de una opinión no convencida. En el caso de los conflictos centroamericanos, la manifestación de la buena fe de las partes puede verse inicialmente en dos tiempos.
Primero, tras reconocer que no pudieron establecer útilmente una negociación directa, las partes mostraron su buena fe al aceptar la facilitación del proceso por las Naciones Unidas.
Luego, cuando reconocieron que la facilitación no era suficiente para llegar a acuerdos, otra muy clara y relevante manifestación de buena fe fue aceptar la intervención de las Naciones Unidas como mediadora. Las partes dejaron de presentarse mutuamente propuestas y de discutirlas, entregándolas al mediador, quien trataba de conciliarlas y traducirlas en un documento, que luego discutía con cada una por separado, hilando con ellas las soluciones que terminaron constituyendo el acuerdo de paz.
En cuanto a los mecanismos que puedan permitir y asegurar el cumplimiento fiel de los acuerdos, habría que decir, primero, que ninguno es infalible y; luego, que no existe una única respuesta correcta.
En el caso centroamericano se definieron mecanismos de seguimiento y verificación dentro del proceso, externos a la institucionalidad del Estado y; además, mecanismos producto del proceso dentro de la institucionalidad estatal.
Primero, el facilitador-mediador se constituyó también como verificador de los acuerdos, acompañado de lo que se llamó el grupo de “países amigos”.
Luego, las reformas acordadas para el fortalecimiento institucional, indispensable para la garantía de los derechos humanos, fueron traducidas en derecho, incluyendo la creación de instituciones especiales para la ejecución de acuerdos específicos, como la Comisión de la Verdad en El Salvador. (Escuche la respuesta completa en el link https://t1p.de/7t0qj)
*Lea también: Análisis del «Procedimiento para Revisar las Inhabilitaciones», por Víctor Álvarez R.
3) Principales aportes de Pedro Nikken
(VAR) ¿Cuáles son sus principales aportes en relación con los preceptos éticos y morales que están llamados a sustentar las normas y deberes de conducta que hacen viable las negociaciones y acuerdos para la convivencia pacífica?
(Claudia Nikken) Cuando se produce un conflicto político, sea este más o menos violento, siempre vamos a encontrar que su origen está en que una de las partes considera que la otra no tiene los mismos derechos. Esa diferenciación, que puede ser más o menos profunda, más o menos general, termina por afectar y hasta anular la dignidad del ser humano.
Por eso, creo que el principal aporte de mi padre a la definición de los preceptos éticos y morales que hacen viables las negociaciones y acuerdos para la convivencia pacífica es haber puesto la dignidad de la persona humana como objetivo medular.
No hay que olvidar que en su obra aparece invariablemente, como constatación que, cito:
«La emergencia en la historia de los derechos humanos como institución jurídica pasa por un intrincado tránsito del pensamiento filosófico, moral y, sobre todo, político a la praxis jurídica, cuyo escenario y cuyo catalizador han sido invariablemente luchas sociales contra el despotismo y contra la opresión, en búsqueda de la dignidad, de la libertad y de la justicia, incluida la justicia social».
Ese tránsito, agrego, hace visible la estrechísima vinculación entre los derechos civiles y políticos y los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, cito de nuevo:
«No solo por la premisa ética que impide distinguir entre el sufrimiento humano que proviene del despotismo de aquel que se origina en la explotación y en la injusticia, sino porque la ofensa masiva a los derechos sociales entraña serios riesgos para el goce de los derechos individuales y de las libertades fundamentales».
Entonces, un proceso de negociación que persiga poner fin a un conflicto político debe comenzar por el reconocimiento del otro como igual en derechos; trátese de «la otra parte», o bien, en general, de cada uno de los individuos que se ven afectados por el conflicto. En consecuencia, ese proceso tendría que perseguir, según corresponda, el establecimiento o el fortalecimiento de instituciones capaces de asegurar a todo ser humano el goce y ejercicio de esos derechos, así como su garantía.
Para Pedro Nikken, la democracia es el mejor régimen político para alcanzar ese fin. Para él, cito, «Vivir en democracia no es solamente un derecho de cada hombre, sino un imperativo social. La democracia es también el nuevo nombre de la paz».
En sus palabras, «la paz que no es apaciguamiento sino genuina conquista de la esperanza”; “de una conquista que se edifique] sobre el propósito mancomunado de recuperar para un pueblo la justicia, la libertad y, sobre todo, la dignidad”; “la paz como paradigma de la política».
En ese sentido, al estudiar los casos de El Salvador y Guatemala, mi padre afirmó que:
«La construcción del modelo de sociedad diseñado en las negociaciones de paz se traduce en lograr progresos sólidos, sustanciales e irreversibles en el respeto y garantía de los derechos humanos. (…). No se trata solo de elegir gobernantes sino de democratizar la sociedad y de incorporar a todos los sectores de la población al progreso social (…).
El cumplimiento de los acuerdos no es solo una obligación que compromete la honra de las partes, sino el camino para llegar hacia esa sociedad. Quienes llegaron a las negociaciones como enemigos militares salieron de ellas como aliados políticos en una obra común de dimensión histórica, que ya no les pertenece enteramente, sino que es patrimonio de sus pueblos y, en cierta medida, de la humanidad entera, que puede contemplar el precedente de una acción concertada (…) para transformar la sociedad en paz».
En definitiva, de acuerdo con su pensamiento, un proceso que persiga poner fin a un conflicto político tendría que permitir que adversarios, incluso enemigos, se conviertan en aliados en un proyecto nacional, determinado no por el mero cese de la violencia, sino por una profunda transformación institucional, que requiere, entre otras, una reforma judicial para que la impunidad deje de ser la regla. De nuevo, en palabras de mi padre:
«Solo cuando se [haya] descubierto la verdad y se haya puesto fin a la impunidad (…), se estará en condición de otorgar el perdón de los responsables y alcanzar una verdadera reconciliación». (Escuche la respuesta completa en el link https://t1p.de/7t0qj).
4) Los acuerdos parciales
(VAR) ¿Qué hubiese recomendado tu papá para que las partes en conflicto logren acuerdos parciales que prioricen –por encima de sus intereses políticos– los problemas urgentes de la sociedad, sin otras condiciones que pongan en peligro su plena ejecución?
(Claudia Nikken) El escenario político venezolano es muy complejo, por eso hoy está más que vigente la necesidad de que el país interpele y emplace al liderazgo a ponerse de acuerdo. Para eso, atendiendo a la invitación de mi padre, las bases podrían construir pequeños acuerdos que hagan saber a las partes que los asuntos que involucran la vida de la gente no pueden esperar. Al final, los acuerdos son para la gente.
Con relación a eso, es necesario recordar que el Memorando de Entendimiento de agosto de 2021 prevé la creación de un mecanismo que asegure la participación de la sociedad civil en el proceso de negociación. Aunque la Mesa de Negociación está en deuda con eso, los actores sociales pueden (y deben) organizarse y actuar. Pero también tienen que ponerse de acuerdo.
Por otro lado, ese mismo memorando autoriza a las partes a alcanzar acuerdos parciales. De hecho, se han producido cinco. Entre esos, hace un año se firmó el segundo acuerdo parcial para la protección social del pueblo venezolano que, justamente, tiene por objeto la atención de necesidades urgentes de la gente: salud, alimentación, educación, electricidad…
Allí se convino la creación de un fideicomiso, con dinero venezolano “congelado” en el extranjero, a ser administrado y ejecutado por Naciones Unidas, como tercero de buena fe. En esa condición, la de tercero de buena fe, las Naciones Unidas se han encargado de que el fondo se constituya de manera tal que sea efectivamente ejecutable y que, por lo mismo, el acuerdo se ejecute. Ojalá lo veamos pronto.
Para la ejecución de otros acuerdos tempranos, los ya existentes o los que estén por venir, en mucho se requerirá la modificación de regulaciones reglamentarias o legislativas, e incluso constitucionales. Si no se produjeran las modificaciones necesarias, sería difícil, si no imposible, exigir su cumplimiento e irreversibilidad.
Vale decir que la presión de la sociedad es indispensable para llevar a las partes a alcanzar y, sobre todo, a cumplir los acuerdos, incluso existiendo mecanismos sofisticados para su verificación y garantía. (Escuche la respuesta completa en el link https://t1p.de/7t0qj).
5) Pacto de convivencia
(VAR) Estimada Claudia, en países con gobiernos autoritarios que se aferran al poder, los acuerdos para mejorar las condiciones electorales son necesarios para la oposición, pero no son suficientes para el gobierno de turno, si la eventual derrota se le convierte en una tragedia de persecuciones, juicios y condenas. En esos casos, pareciera que los acuerdos sobre condiciones electorales deberían ser complementados con un Pacto de Convivencia Pacífica que garantice los derechos políticos de los actores en pugna. Solo así se podrían convocar unas elecciones competitivas que faciliten la alternabilidad en el poder por la vía electoral y pacífica. De lo contrario, quienes estén en el gobierno se aferrarán al poder. Con base en la experiencia de Pedro Nikken acompañando negociaciones y acuerdos de paz:
¿Cuáles son las claves de un Pacto de Convivencia Pacífica? ¿A qué deberían comprometerse las partes en conflicto? ¿Qué derechos y garantías deberían reconocerse mutuamente? ¿Qué amenazas deberían dejar de hacerse? ¿Quiénes lo negocian y cuál sería el formato de ese Pacto? ¿Cuáles serían los mecanismos para hacerle seguimiento y quiénes serían los garantes?
(Claudia Nikken) Cuando se lleva adelante un proceso de negociación política que parte de la existencia de un conflicto entre quienes ejercen el gobierno de manera autoritaria y quienes se oponen a esa forma de hacer gobierno, lo lógico es que las partes sean el gobierno y quienes le hacen oposición. Es relativamente fácil deducir quién representa los intereses del gobierno, pero no lo es necesariamente con respecto los opositores. Quien represente sus intereses tiene que ser un actor incuestionable del conflicto y, por lo mismo, lo que acuerde y su cumplimiento debe tener un alcance tal que sea posible poner fin a sus causas y remediar sus consecuencias.
En definitiva, deberían negociar el Pacto de Convivencia quienes reconocen la existencia del conflicto; las causas que le dan origen y su responsabilidad en ello y; las consecuencias de ese conflicto.
Entendiendo que, como es natural, parte de esa negociación debe ser el establecimiento de condiciones electorales que faciliten la alternabilidad, en contrapartida tienen que acordarse condiciones para hacer oposición, con independencia de quién resulte ganador. En El Salvador, por ejemplo, el FMLN solo alcanzó a ser gobierno en 2009 y lo ha sido únicamente dos veces desde la firma del acuerdo de paz en 1992; según se dice, no por causa del incumplimiento del acuerdo, sino por su falta de estrategia electoral y su pugnacidad interna.
En todo caso, un Pacto de Convivencia Pacífica como el que se enuncia en la pregunta debe partir de la cesación de las hostilidades mutuas, entendiendo como tales las que así hayan determinado las partes, lo que incluye cualquier amenaza de reiniciarlas.
Además, hay que considerar que un conflicto político que derive del ejercicio autoritario del poder implica hechos que no solo son contrarios a derecho, sino que han causado daños concretos a personas o grupos de personas, al patrimonio público o a la sociedad en general. Esos hechos pueden haber sido cometidos por quienes detentan el poder o por quienes hacen oposición. Entonces, una parte esencial del acuerdo de convivencia debe perseguir el establecimiento de las responsabilidades derivadas de esos hechos y la reparación de los daños causados; lo que no necesariamente implica persecuciones penales o civiles. Se han aceptado diversas formas de reparación para dar solución a las consecuencias de conflictos de la más variada naturaleza, compatibles, entre otras cosas, con las obligaciones internacionales asumidas por los Estados en materia de derechos humanos.
¿Cómo se da seguimiento y se garantiza el cumplimiento de semejante acuerdo?
No hay una única respuesta correcta. Sin embargo, lo fundamental es que el acuerdo sea jurídicamente exigible y que la sociedad lo haga suyo. Por eso, como dijo Pedro Nikken, el acuerdo no podría limitarse a poner fin al conflicto, sino que debe concebirse como empresa nacional para construir una nueva sociedad de la cual se erradiquen las causas profundas de ese conflicto, y en la que se garantice que no se reproducirán: ¡La paz como paradigma de la política!
(Escuche la conversación completa en el link)
Víctor Álvarez R. Es economista. Investigador/consultor. Premio Nacional de Ciencias. Director del Proyecto Pedagogía Económica y Electoral
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