«Horario mosaico» en escuelas impide a estudiantes cerrar brecha de desigualdad y pobreza
En las escuelas públicas ahora se imparten clases con horarios irregulares, incompletos y cambiantes, dependiendo del día de la semana. El «horario mosaico» se ha convertido en una respuesta no oficial sugerida por las zonas educativas ante las dificultades de tener planteles 100% operativos. Educadores contaron a TalCual sus experiencias y hablaron de su postura con respecto a esta modalidad
No es una ley, no está escrito en papel y, hasta ahora, ninguna autoridad del Ministerio de Educación ha aclarado o desmentido su aprobación. Sin embargo, existe: el horario mosaico es una lamentable realidad que llegó a la mayoría de escuelas públicas en el inicio del período escolar de 2023, y que amenaza con acrecentar los niveles de desigualdad y disminuir las oportunidades futuras de quienes no tienen posibilidad de costear su educación en instituciones privadas. Consiste en que los docentes dictan clases dos o tres días por semana para que el resto de los días se dediquen a otras actividades que les generen mayores ingresos económicos.
Como quien tira la piedra y esconde la mano, las zonas educativas propusieron en algunos colegios públicos que se redujera el horario de clases, e inclusive, que los estudiantes asistieran menos días para que de esa forma los docentes pudieran dedicarse a otro tipo de trabajos que, por lo general, distan de su profesión.
En otros casos ha sido planteado por parte de los mismos educadores quienes por los bajos salarios que perciben, se han visto obligados a rebuscarse de otras formas porque «de la vocación no se vive». Sin embargo, la problemática salarial también afecta los hogares de los estudiantes, por lo que la idea también ha sido aceptada por algunos representantes.
Ya era bastante el rezago escolar producto de la pandemia por covid-19. Y llegó la reducción en el horario escolar aprobado por el Ministerio de Educación en noviembre de 2022, que bajó de 45 a 35 minutos la hora académica, para un total de 25 horas de formación menos cada semana. Ahora este horario especial hace que los alumnos más afortunados del sistema público, que son los que asisten a sus colegios apenas tres días, pierden unas 10 horas de clase a la semana.
Edgar Machado, presidente del Sindicato Venezolano de Maestros de Distrito Capital, asegura que «no es que los sindicatos o maestros estén de acuerdo con ese horario, sino que, por los bajos salarios, a los educadores la quincena apenas les alcanza para ir dos o tres días a la semana a los centros educativos».
Alerta que esta situación trae como consecuencia que el futuro de Venezuela «se nos escape de las manos. Tenemos un estado que no se preocupa por la educación. Constantemente dicen que no hay dinero, pero por otro lado vemos como hay derroche».
Nadie se preocupa
José Pérez, profesor de matemática en un liceo del estado La Guaira, cuenta que los docentes asisten a clases dos días a la semana y los estudiantes tres. «En mi caso voy lunes y martes por la mañana. Antes iba cuatro días, pero al aumentar el pasaje los profesores nos reunimos y decidimos tener el horario mosaico», dice. Expone que la directiva de la institución los apoya porque «entiende la situación. Los representantes tampoco se han quejado. No sé si por apatía o temor».
En este sentido, Pérez ve con gran preocupación el desinterés por parte de algunos estudiantes quienes, a su juicio, «parecen estar muy cómodos con la situación»; otros le cuentan sobre sus intenciones de seguir con sus estudios, «pero uno se da cuenta de que les será difícil. En Vargas hay universidades, pero también están cortas de docentes, y quien desee estudiar una carrera en Caracas se le hace complicado por el costo del pasaje». Explica que también hay estudiantes que prefieren trabajar para poder ayudar económicamente en sus casas, «y eso también es válido».
Manifiesta que ya no enseña temas largos a sus estudiantes, «solo temas que pueda iniciar en un día y a lo sumo terminar en dos clases, ya que he podido apreciar que al estudiante le cuesta revisar el material de estudio si el tema es muy extenso».
Actualmente, Pérez se dedica a dar orientaciones a universitarios con sus trabajos. «En la institución la mayoría hace otras actividades: unos son asesores inmobiliarios, otros hacen como yo y brindan asesorías, o los ayudan sus parejas», cuenta. Antes era docente en una escuela de la Asociación Venezolana de Escuelas Católicas (AVEC), pero asevera que dedicarse a las asesorías pedagógicas «es más rentable».
El educador siente que «la sociedad ha dejado solos a los docentes en esta batalla. Parece que a nadie le importamos. Al gobierno tampoco le interesa, eso lo demuestra a diario».
En redes sociales, algunos usuarios han manifestado su descontento y preocupación por las consecuencias de este horario que ha sido acatado principalmente por los bajos salarios, pero también por las condiciones de la infraestructura y fallas en los servicios públicos de los centros educativos.
Lamentable. Lo llaman horario mosaico, solo dos días a la semana, pero si no hay luz ni agua, ni eso.
— Lulu Marquez (@lamarquesina) May 19, 2023
Me cuenta mi madre que en Charallave los preescolares, escuelas y liceos públicos solo están funcionando dos días a la semana.
No sé si esto es así en toda Venezuela, pero qué tristeza infinita.
— Fulvio (@Palabriado) May 31, 2023
Así nadie aprende
Pese a comprender la situación, una representante que reside en Petare asegura que sus hijos que cursan segundo y sexto grado de primaria «nunca han tenido clases los cinco días».
Ana (identidad reservada) dice que al inicio del período escolar 2022–2023 veían clases de lunes a jueves con un horario que también tenía variaciones, según lo que notificaran en el colegio. «Cuando inició el 2023 con las protestas de los maestros (9 de enero), avisaron que recortarían el número de días de clases y de cuatro pasaron a ser dos días», añade.
La preocupación de Ana creció en el mes de marzo cuando los dos días de clases se convirtieron en uno solo. «Ven tres horas de clases a la semana y del resto lo que les mandan es tarea», explica.
La caraqueña agrega que «cuando van hacen repaso de todas las materias. Revisan las tareas y les dan un nuevo contenido que será evaluado con tareas a la siguiente semana». Por otra parte, señala que no hay un canal de comunicación fluida con los docentes porque «no todas las familias, ni los mismos maestros tienen teléfonos inteligentes para mantener contacto vía WhatsApp».
Expresa que aunque hace lo posible por ayudar a sus hijos en casa, hay temas que no maneja «como lo puede hacer un docente en clases». Ana manifiesta frustración debido a que por falta de recursos no puede brindarles a sus hijos una mejor educación «en un colegio privado».
“¿Y de nosotros quién se preocupa?”
Estudiantes de quinto año de la Unidad Educativa General Nacional Bartolomé Salom, ubicada en el barrio Carpintero de Petare, protestaron en contra de la reducción de su horario de clases.
Lissette Marmole, profesora de educación física y guía del grupo de la sección A, cuenta que los docentes crearon un plan de contingencia que consta de dar una hora de clase de cada materia un día de la semana. «Los alumnos empiezan a las 7:00 am y terminan a las 2:00 pm», expone. Indica que entre las consideraciones de los profesores está el tener grupos de WhatsApp en los que los estudiantes pueden expresar sus dudas sobre las asignaciones. Asegura que el resto del año la institución trabajó todos los días en las horas de clase correspondientes.
La docente recuerda que, tras conocer la situación, los estudiantes conversaron con ella para manifestarle sus inquietudes. Afirma que uno de los estudiantes le dijo que no estaban de acuerdo con el horario de clases implementado «ya que, si no aprendemos en una hora o dos equis materia, mucho menos lo haremos en media hora». Las materias de mayor preocupación son las numéricas como física y matemática.
Marmole explicó a sus alumnos las razones por las que los docentes decidieron implementar la reducción de horario, además de todos los detalles referentes a la escala salarial y el contexto de la situación. «A esto los estudiantes preguntaron que a dónde debían ir ellos para reclamar sus horas de clase normales y yo les dije que no las tendrían si los docentes no somos tomados en cuenta con respecto a nuestro salario. Les dije cuánto ganábamos los docentes y se asombraron. Les expliqué que no los dejábamos desasistidos, pero que era una manera de presionar a los entes gubernamentales», dice.
Los alumnos le hicieron saber que ellos también protestarían por sus horas de clase perdidas. «Yo creo que si nosotros protestamos y hacemos huelga trancando la calle, les vamos a ayudar», instó una estudiante.
Formalmente la profesora Marmole ya está jubilada, pero sigue prestando sus servicios en el liceo porque reconoce la falta de profesores que hay en la institución. Además de las clases de educación física que ofrece como «obsequio», tiene una guardería como actual fuente de ingreso.
«Quiero manifestar mi descontento, desagrado y tristeza por lo que el gobierno nacional a nivel de Ministerio de Educación ha hecho con la docencia: la ha llevado a la mediocridad, desidia. Nos han invitado a ser emprendedores, cuando muchos de nosotros tenemos hasta doctorados que delante del ente nacional no sirven para nada. Soy para ellos un cero a la izquierda. No es justo que a los docentes no nos den lo que nos corresponde por tantos años de estudio».
Critica que al acudir al gobierno a expresar su postura, les han respondido con burlas: «Vendan chicha, vendan tortas, ustedes son súper inteligentes, autodidactas, nos dicen. Es como si para ellos el docente ya no tuviera valor», lamenta.
Para que la comunidad se entere de la situación, al igual que los estudiantes de la Unidad Educativa Bartolomé Salom, otras instituciones públicas de Petare decidieron protestar en su misma comunidad para crear conciencia en quienes desconocen acerca de la situación.
«Se van a venir otras actividades en otras zonas como Mezuca, colegios cerca de San Blas, Nazareno y otros sectores emblemáticos donde nos hagamos sentir, donde hagamos ruído en cuanto expresar lo que nos afecta el no tener ese apoyo del Estado que no nos da un salario digno como corresponde», indica Ludmila Flores, otra docente de la institución.
A quienes critican que los docentes se han mantenido en protesta por sus derechos y han aceptado el horario mosaico, Flores les dice que «los docentes no son flojos. Queremos trabajar en nuestras escuelas, nuestros espacios. Pero también queremos ser tomados en cuenta con un salario justo, digno, siendo bien remunerados. No tener que buscar segundas opciones por otro lado, sino estar netamente involucrados con lo que realmente nos interesa que es la parte educativa».
También señala que con las acciones de protesta «les enseñan a los niños a niñas a no quedarse de brazos cruzados y a luchar por sus derechos de manera pacífica y tranquila sin pasar por encima de otras personas».
Horario mosaico significa mayor desigualdad
La pandemia por covid-19 trajo consigo tres años y medio de rezago escolar. Carlos Calatrava, director de la escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) insiste en que cualquier cosa que aleje o separe físicamente a los niños y jóvenes de los espacios escolares es riesgoso.
«Lo comprobamos con la pandemia. Cualquier decisión que aleje al aprendiz venezolano del espacio físico de la escuela, ya establece una condición de debilidad en función del proceso de aprendizaje», reitera.
«Enseñar requiere interacción y comunicación. Entre más cercana y humana es, más regula este proceso. Cuando estás en un salón de clase explicando cualquier tema y tus estudiantes arrugan la cara o su comunicación no verbal no es la más acorde, asumes con su actitud que lo que estás tratando de enseñar no está llegando como debería», agrega.
Ratifica que eso no se logra si los profesores y alumnos no están juntos en el salón de clases. Y, aunque la educación remota forma parte del presente y futuro de la educación «pero, en un país en emergencia humanitaria compleja como está Venezuela donde tenemos alrededor de cuatro millones de niños y jóvenes o son excluidos del sistema educativo, no estamos para perder días de clases».
Por otra parte, el académico sostiene que «los educadores no somos héroes». A su juicio, con decir esto parece que la sociedad venezolana le da un «nombre bonito a su falta de apoyo y respaldo al educador como profesional. Desde los padres que no respetan la acción profesional del docente en el aula y ponen en entredicho la más mínima tarea o trabajo asignado; hasta grupos paraescolares, es decir, que no hacen vida en la escuela y que se creen con poder y capacidad de decisión con respecto a lo que pasa en las aulas».
«Los maestros también comemos, tenemos que tener una capacidad de poder de compra, no solo para nosotros en término individual, sino también para nuestro hogar. Hay que vivir, hay que comer, y por más que tus hijos se tengan que educar, los míos no tienen por qué pasar hambre», añade.
Calatrava reconoce que los horarios mosaico traerán consigo un mayor retroceso social. El informe de los resultados del Sistema de Evaluación de Conocimientos en Línea (Secel) correspondiente al año escolar 2021-2022 reveló que «los alumnos del sistema educativo venezolano no tienen los conocimientos necesarios sobre matemáticas y habilidad verbal» y que sus competencias se deterioran a medida que avanzan en el bachillerato.
Es de suponer que esos resultados empeorarán con el horario mosaico. «Con eso se está eternizando a una generación de venezolanos a mantenerse por debajo de la línea de la pobreza, porque no están recibiendo calidad educativa y eso no les va a permitir progresar, desarrollarse, ni mantenerse en el mundo del trabajo», lamenta.
Sostiene que «lo más seguro es que el año que viene aumente el número de desertores y que nos aproximemos al millón porque lo que están recibiendo en el colegio no les sirve y prefieran incorporarse al mundo del trabajo para colaborar en casa».
Asegura que existen muchas vías para ayudar a la generación cuya educación se ha visto perjudicada por distintos factores sociales y económicos, como crear alternativas de aprendizaje y proyectos educativos no convencionales para la población excluida; enseñar oficios, trabajos dignos no comunes de los países petroleros y crear alianzas conjuntas. «Esos estudios hay que acreditarlos y que las instituciones los validen no solo para que estén formdos para el trabajo, sino para que puedan regresar a través de la modalidad de la educación a culminar su educación obligatoria y puedan tener su titulo de bachiller e ir a la universidad si lo quieren», recomienda el educador.
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