Huir de Venezuela para transitar de género
Según especialistas en el tema, de los más de 5,7 millones de venezolanos que han migrado, alrededor de 350 mil serían personas trans o que aspiran a un cambio de género
Por: Armando Díaz / @diazdeinfo
Para las personas trans venezolanas, migrar se ha transformado en una ventana a lo nuevo: más allá de ser una manera de escapar de la crisis económica, política y social del país, también es una forma de alcanzar la transición y encontrar un lugar seguro en el que simplemente poder ser.
Según la Agencia de Migración de las Naciones Unidas (Acnur) más de cinco millones de venezolanos han migrado. De esa cifra, alrededor de 350 mil serían personas trans, según estimaciones manejadas por el abogado especialista en temas LGBT+ y miembro de la ONG chilena Migración Diversa, José Manuel Simmons.
Los destinos a escoger son principalmente: Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina. Simmons revela que el país al que más llegan migrantes trans venezolanos es Colombia, por un tema de cercanía y posibilidades económicas, luego van a Ecuador, en donde hay legislación favorable pero no hay un cambio legal de sexo; seguidamente, Perú, un país de tránsito hacia Uruguay, Chile y Argentina, las mejores opciones.
Con los pies vueltos polvo
Isaac llegó a Chile en diciembre del 2016 dejando atrás Puerto La Cruz. Durante muchos años se identificó como lesbiana y creyó que no había forma de exteriorizar su verdadera identidad. Nunca había escuchado de la Terapia de Remplazo Hormonal (TRH), ni de las cirugías de reasignación de sexo para hombres trans. nada sabía del cambio de género.
En la ciudad de Concepción, donde vivía, lo descubrió mientras veía unos videos de Youtube. “Era una persona que documentaba su transición y seguí indagando y cuando veo que explican su cambio dije: esto es para mí y es lo que yo quiero”.
El 6 de diciembre de 2017 iniciaba su TRH gracias a los programas de Fonasa, una institución estatal que da acceso a endocrinólogos, psicólogos, urólogos y TRH. Todo era posible, pero para eso había que iniciar un proceso de postulaciones y una larga lista de espera que, por fortuna para él, fue de solo tres meses. Para la mayoría demora siete.
De inmediato cambió de ropa, de peinado y cinco días después le llegó la primera inyección de testosterona. Su familia no tuvo problemas en aceptarlo. “Me vieron como lesbiana y ahora como trans”.
Un hito en el camino
En Chile Isaac veía todo más fácil, mientras que en Venezuela el temor al maltrato es perenne, por eso no se visualizaba regresando. Sin embargo, una enfermedad de sus madre le obligó a retornar de emergencia. “Fue complejo porque tenía que volver a Chile a continuar un tratamiento, pero cuando quise entrar al país no pude”.
En la frontera Perú-Chile no le sellaron el pasaporte pues los funcionarios de migración le dijeron que seguramente iba a volver a sacar la visa de trabajo para quedarse en el país. Isaac tiene cédula y visa chilena vencida.
Desesperado, se fue a Perú a trabajar ocho meses de forma ilegal y luego saltó a Colombia porque el tratamiento para el tránsito de género era mucho más económico. Así que lo intentó.
“Me discriminaron por tener una apariencia que no concuerda con el nombre, ni el sexo de mis documentos. En las pruebas todo bien, pero cuando tocaba entregar documentos me decían ‘¿Este pasaporte es tuyo o de tu hermana? No puedo creer que seas tú'». Así pasaron ocho trabajos, hasta que decidió vender empanadas, tequeños y papas rellenas en un puesto callejero, pero con la pandemia le tocó cerrar todo.
En agosto de 2020 regresa por segunda vez a Venezuela aprovechando las flexibilizaciones, y dos meses después decidió volver a Chile. Atravesó Colombia desde Arauca, pero en la frontera con Ecuador, mientras iba montado en un camión que transportaba sacos de cemento fue golpeado y empujado por uno de los pasajeros, a quien no le agradaba su apariencia. En la caída sufrió fracturas en ambos pies. No pudo caminar hasta el 23 de marzo de este año, cuando con muletas y mucha terapia logró ponerse en pie. Esto le ha obligado a quedarse en la nación vecina.
Colombia tiene datos alarmantes por los altos niveles de violencia hacia las poblaciones LGBT: entre 2020 y marzo de 2021 se registraron 12 asesinatos de mujeres y de un hombre trans, por lo que ocupa el tercer puesto como país más violento de América Latina hacia esta comunidad, solo superado por Venezuela y Brasil. Los datos no incluyen las poblaciones de gays y lesbianas.
Trans natural
Angie Fermín, profesional de la salud, tiene cuatro años de haber abandonado Venezuela. Es oriunda de Maturín, Monagas, y con orgullo cuenta que en Argentina, donde reside desde hace tres años, su nombre es legal. Se siente visible, algo que en Venezuela no le ocurría a pesar de formar parte del partido Unidad Popular Venezolana (UPV) como coordinadora estadal. Afirma que fue perseguida, pero desconoce si por razones políticas o por temas sociales. “Tengo un disparo en la pierna y me tiraron al gobierno encima por una supuesta estafa y nada que ver”, dice.
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A diferencia de Isaac y muchas otras personas trans, Angie no ha acudido a terapia hormonal ni a operaciones. “Soy una trans natural y me gusta ser así”. Desde los 14 años ya se vestía como mujer y así se mantuvo hasta su último día en Venezuela. “La gente me llamaba siempre Angie, fueron ellos los que me bautizaron. Cuando asumí mi verdad le dije a todos ¿Quiénes están conmigo y quiénes no? ¿Tu si? Vente ¿Tu no? Chao”.
Cuando Angie llegó a Argentina tenía el dinero suficiente para pagar la cirugía (90 mil pesos). Pero para ella ser mujer trans no es tener tetas operadas o una vaginoplastia: se trata de saber asumir el rol de una mujer trans y otra cisgenero.
Antes de recalar en Argentina, Angie saltó por varias naciones latinoamericanas. No escogió al país austral porque supiera de las leyes y las facilidades. “Me sentí más cómoda aquí. Es como estar en Venezuela”, dice.
Afirma que el marco legal argentino en pro de las personas trans ayuda. Y mucho. “Para mí, tener nombre legal un mes después de llegar fue muy grande. Un paso como persona, como mujer y luego como profesional”, dice, agregando que no solo hay leyes sino que se cumplen.
“La mentalidad de la sociedad es que un 70% y en Venezuela solo un 15%. De todas las formas es distinto y la aceptación no la hay en otra parte del continente. Te lo digo porque estuve en otros países”.
De hecho, tras un accidente doméstico, Angie acudió al Bachillerato Popular Mocha Celis, el único centro educativo para personas trans y sexo diversas del mundo. También, junto a la Cruz Roja brindan apoyo a la comunidad Lgbti con alimentos. “Me brindaron apoyo por el tiempo que estuve operada y sin trabajo», dice la profesional de la salud. No me moría de hambre, pero una amiga me dio esa ayuda y me ahorraba unos gastos”.
Burocracia transicional
Sofia Camaripano, de 30 años de edad, es de Calabozo, estado Guárico. Dejó el país a mediados de 2018. Siempre sintió que huyó como en un bote salvavidas y atrás dejaba un barco hundiéndose.
Delimita su transición de género en dos etapas: la primera antes de emigrar, cuando se asume como mujer trans; la segunda después de llegar a Colombia e iniciar la transición hormonal y física. “Me dejé crecer el cabello, empecé a vestirme de mujer y en 2019 comencé con las hormonas. Así inició el proceso externo”.
Para Sofía lidiar con la disforia de género es aún más complejo. El espejo se transforma en un enemigo y se dice a sí misma “no eres una mujer». Pero mucho peor es la transfobia, no solo por el exterior si no por la que vive dentro.
La voz grave y las facciones de Sofía llaman la atención de su entorno y eso es un detonante para más episodios de discriminación. “Me dicen señor en vez de señora”. Raras veces la tratan en femenino cuando no la ven en persona.
Sofía tiene Permiso Especial de Permanencia por lo que puede quedarse legalmente en el país y trabajar. Como muchas otras mujeres trans, inició el proceso de la TRH con una visita al endocrinólogo, una orden psiquiátrica y un examen que certificara que sufría un trastorno de identidad de género. Su doctora le dijo “Yo sé que no es un trastorno, pero si no lo ponemos así no podremos avanzar”. Seis meses después recibió su cita.
Sofía lleva ya dos años de haber iniciado la TRH y aún está esperando para que le asignen su cita de control, seis meses después de haber comenzado el proceso.
Desde la ONG colombiana Caribe Afirmativo, su presidente, Wilson Castañeda, enfatiza que no se conocen cifras exactas de cuántas personas trans o LGBT han llegado provenientes de Venezuela, ello porque una decisión de la Corte Constitucional de Colombia resta importancia a la identidad o preferencias sexuales de grupos normalmente marginados, en vista que lo verdaderamente importante es la ayuda sin ningún tipo de distinción.
Castañeda revela que las poblaciones trans migrantes prefieren ingresar a Colombia por Paraguachón, en La Guajira, debido a que es una zona menos poblada y con menos restricciones, caracterizadas por ser personas con menos posibilidades económicas y que no han podido llevar a cabo su transición.
Otra población de migrantes trans venezolana acude a Colombia para prostituirse debido a que Colombia ampara esta labor. Al respecto, la diputada por Voluntad Popular, Támara Adrián, afirma que de las más de 400 trabajadoras sexuales que había en la avenida Libertador de Caracas hoy quedan menos de 40. ¿La causa? La crisis migratoria. En Venezuela, la prostitución ya no es rentable ni para sobrevivir.
Aunque Sofía opina que Colombia no tiene muchos avances en materia trans, el presidente de Caribe Afirmativo dice todo lo contrario y asevera que Colombia está por delante de Argentina, Chile y Perú por las siguientes razones: reconocimiento de matrimonio igualitario, adopción de parejas del mismo sexo, y mediante decretos de gobierno el cambio de nombre de personas trans, acceso a salud y medicación. “Colombia ofrece un portafolio de avances”.
EEUU, la tierra para renaSER
Ethan Vieira encontró en los Estados Unidos la tierra prometida, el lugar para vivir a plenitud su identidad de género como hombre trans, esa que desde la infancia percibía pero que no se atrevió a afrontar sino hasta 2019.
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Llegó a los Estados unidos hace tres años, pero antes estuvo con unas amigas en Colombia, en donde no le fue bien por la escasez de trabajo, los malos pagos y la explotación. En un comienzo pensó en volver a Venezuela, pero su padre le compró un pasaje para Nueva York y ahí se quedó. Además, durante la primera semana de estadía en la gran manzana perdió su bolso con todos sus documentos, por lo que le tocó permanecer ahí, librándolo de volver a su Acarigua natal.
Ethan percibe las leyes estadounidenses como una bendición en la que hay mucha ayuda para personas como él. “Mi asilo fue asilo por identidad de género. Demostré por qué no podía volver a Venezuela y entre las razones que di fue el miedo a la discriminación y la imposibilidad de llevar a cabo un tratamiento de manera correcta”.
Con la aprobación del asilo se le otorgó un seguro de vida con una buena cobertura por ser trans. A diferencia de otros migrantes trans en Latinoamérica, Ethan no ha vivido casos de discriminación.
Gracias a la ayuda médica puede conseguir todas sus medicinas. Otro aspecto positivo que Ethan agradece es que hay múltiples organizaciones trabajando por los derechos de la comunidad LGBT. “Aquí en New York en todas las esquinas prácticamente encuentras una y eso ayuda mucho si necesitas hacerte evaluaciones o algún examen médico, inclusive para conversar y expresar miedos”.
Antes de tener la ayuda estatal, Ethan gastaba máximo $10 para costear su dosis de testosterona y cada tres o seis meses acude a control. Afirma que es una virtud que aún sin estar legal, el Estado no le prohíba acceder al tratamiento para cambio de género porque lo perciben como un derecho humano.
La burocracia se aleja de su vida. Asegura que cualquier persona puede acudir a una cita. “En mayo de 2019 metí mis papeles en los tribunales de migración y en julio tuve mi entrevista y a los días ya tenía mi cita para iniciar el proceso de asilo”.
Según el informe anual de la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas (ILGA, por sus siglas en inglés), en casi todos los países de América Latina el cambio de nombre es posible, excepto en Nicaragua. Asimismo, en Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay no es posible cambiar el indicador de género en la partida de nacimiento o el documento de identidad.
En Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Panamá, Perú y Uruguay es posible cambiar el indicador de género sin requisitos quirúrgicos o de esterilización. Sin embargo, existen algunos obstáculos para la implementación.
En Venezuela, la Ley Orgánica del Registro Civil establece que cualquier ciudadano adulto puede modificar su nombre de pila una vez. La solicitud debe ser presentada con una copia del registro civil a ser enmendado, una carta explicando las razones por las cuales la persona peticionaria desea cambiar su nombre, la dirección y la firma.
Sin embargo, activistas y organizaciones Lgbti de Venezuela sostienen que la mayoría de las solicitudes de cambio de nombre de personas trans son rechazadas por el registro civil y redirigidas a juzgados administrativos. En tales casos, “la mayoría de las solicitudes son denegadas después de un tiempo prolongado e invocando exámenes médicos, psicológicos, psiquiátricos o forenses”. El caso más notorio es el de la diputada trans Támara Adrián.