Humanicemos la política, por Griselda Reyes
La degradación de la política, a lo largo de los años, hizo que los ciudadanos perdieran interés en ella y decidieran marcar distancia. Esto ocurrió porque lejos de estar destinada a la consecución del bien común, se desvió hacia la búsqueda exclusiva del interés individual de muchos de sus practicantes que acabaron perdiendo la empatía social para sólo mirarse el ombligo.
Es común escuchar a las personas decir que la política “es un asco”, porque a quienes la protagonizan solo les interesa controlar su mundo y obrar de manera subrepticia para evitar que quienes sí desean llegar a cargos de poder, con el fin de aportar en positivo, lo logren.
Pero la política es una tarea digna a la que vale la pena dedicarle la vida entera, especialmente si las acciones que se toman están orientadas a lograr el bien colectivo.
Quienes hoy “gobiernan” el país y quienes han asumido el liderazgo de la oposición, perdieron el norte desde el mismo momento en que le dieron la espalda a todo un conglomerado de personas que, desde hace años, padece una crisis humanitaria compleja.
En ellos se nota la indiferencia por el desasistido, por las madres que deben patear las calles a diario – exponiéndose a contraer el coronavirus – para tratar de llevarle algo de comer a sus hijos; por los niños que deambulan sin rumbo por los rincones, hurgando en la basura y en el peor de los casos delinquiendo, en lugar de estar recibiendo educación asistida; por las familias fracturadas por la migración obligada; por los trabajadores que en poco más de tres meses de pandemia han perdido sus puestos de trabajo; por los empresarios, comerciantes e industriales que han bajado santamarías al no poder hacerle frente a las exigencias tributarias de un gobierno ávido de recursos para financiar el gasto público.
Los verdaderos políticos, los que ejercen la política con P mayúscula, son aquellos que se esfuerzan por buscar el bien común; los que son capaces de ponerse a la altura de lo que exige el momento actual; los que no solamente generan empatía social sino también desarrollan la habilidad social para conocer los propios derechos y defenderlos, respetando a los demás.
La absoluta falta de humanidad de los actuales líderes políticos de gobierno y oposición, raya en la indiferencia, y la sangre hierve cuando ves a la población venezolana enfrentando una crisis humanitaria compleja, agravada por la pandemia de coronavirus. Son realmente muy pocos los que pueden guardar una cuarentena estricta, sin tener que salir a las calles a exponerse a contraer la enfermedad.
¿Quién tiene ahorros hoy que le permitan sobrevivir en los próximos meses? La curva de casos sigue en aumento y aún faltan semanas – tal vez meses – para que se estabilice, mientras millones de personas salen a pie, en transporte público o en vehículos privados a trabajar para conseguir algo qué llevar a sus casas.
Esa falta de respuesta eficaz acelera la deshumanización de la política, pero nos corresponde a nosotros los ciudadanos empezar a cambiarla, a hacerla más cercana a la gente, a acabar con la confrontación y el insulto, la difamación y el discurso violento entre unos y otros.
A esas mamás que están desesperadas, a esos trabajadores indignados, a los venezolanos desesperanzados, quiero llevarles un mensaje de aliento y confianza. En Venezuela aún vivimos muchas personas que deseamos hacer las cosas bien para que esta trágica realidad cambie, que trabajamos a diario para humanizar de nuevo la política, para acercar a la política a la ciudadanía.
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La dignidad humana siempre debe estar por encima de cualquier valor y eso nos conecta con ese venezolano de a pie que no ha podido visualizar la luz al final de túnel. Una estrategia de cambio político debe involucrar, indefectiblemente, a toda la sociedad: humanizar la política pasa por poner al ser humano en el centro de la vida política. Ahí está el quid del asunto.