Humor involuntario, por Fernando Rodríguez
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Este gobierno suministra para los humoristas del presente y el futuro material invalorable, insólito y en grandes cantidades que estos tendrán que agradecer. Aparte de ser los autores y actores de una tragedia sin nombre, su narrativa —estúpida palabra, a la moda— puede dar lugar a innúmeros chistes y sainetes en manos de gente especializada en trocar en risa lo que en principio debe suscitar el llanto, esa inclemente destrucción que hace llorar a ese hombre sabio y valiente que es Arturo Sosa, el «papa negro».
Por ejemplo —y para solo hablar de lo reciente—, hay que recopilar todos los detalles de la celebración militar por la liberación y vuelta a la patria de ocho (8) soldaditos que combatieron —si lo hicieron— unas horas, no contra la planta insolente de un país enemigo sino con una banda realenga de las FARC, a lo mejor viejos amigos, que escogieron el narcotráfico y no la penosa y poco lucrativa acción política democrática y pacífica.
Bueno, por el simple hecho de haberse presentado en el sitio bélico, y después detenidos por el enemigo, sin méritos o sufrimientos adicionales, al volver a casa sanos y salvos fueron condecorados por el ministro Padrino y alabados en estos términos: «No fue un capricho nuestro ni una ligereza ir al combate y tomar la decisión de hacer un corte definitivo a todas actividades de delito trasnacional que se producen en la frontera. ¡Es un mandato de la Constitución! Y el pueblo exige a su FANB que haga valer su soberanía». Y sobre la actuación de los ocho —desconocida por el gran público— agregó: «Ustedes son ocho héroes venezolanos probados en combate, que tendrán mucho que decirle a sus compañeros, subalternos y superiores sobre sus experiencias en la defensa del bien más preciado: la patria y su independencia».
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Si uno piensa, por ejemplo, en la batalla de Verdún en la Primera Guerra Mundial, que duró casi un año y hubo unos 700 mil muertos, se dará cuenta de la poca significación épica de nuestros «héroes» y la delirante «narrativa» del ministro. Pero lo que sí nos hace recordar es que realmente nuestras gloriosas Fuerzas Armadas han disparado pocas balas en sus dos siglos republicanos contra enemigos exteriores y esos ocho (8) secuestrados son algo de que ufanarse a pesar de que el enemigo no sea la poderosa Alemania de Verdún sino una vulgar y escuálida banda de narcos.
Y los héroes terminaron sanos y salvos, sin contusiones y condecorados, seguramente algo sorprendidos. Da para una buena comedia fílmica o una pieza de teatro y llamarse algo así como, «Ocho probados en combate».
El otro cuento es más chato, pero si a ver vamos, más cruento, y alude a esos 60 mil dólares que se gastaron para cantarle feliz cumpleaños al usurpador en un país que padece de hambre, de gasolina, de falta de vacunas para sobrevivir y que migra por millones.
60 mil verdes es algo para un merenguero de moda y para tan poco significativa ocasión. Pero estamos seguro de que da para unos diálogos estupendos: «Dale Nicolás, que el mundo es tuyo, campeón», le ha podido decir Cepeda en medio de una guaracha bien caliente.
Si el artista encomendado en el futuro para recrear el acontecimiento es de mala uva, puede contrastar la escena con un hospital rebosante de afectados por el virus o de migrantes en algún siniestro refugio en algún apartado lugar de nuestra América. Pero, basta con recrear la fiesta con el «campeón» y sus aduladores, para que uno se ponga a reír y a llorar, asunto que es posible aunque no lo parezca.
Usted encontrará toda la semana cosas muy similares si tiene estómago para ver los canales televisivos oficiales y afines. Alguien tiene que hacerlo.
Fernando Rodríguez es filósofo. Exdirector de la Escuela de Filosofía de la UCV.
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