Ideales, modelos, por Gisela Ortega

La vida, por lo menos, toda vida humana necesita de ideales que la sustentan porque estos principios y estándares elevados actúan como una fuerza motriz que orienta las acciones, da sentido a la existencia y guía el crecimiento personal y colectivo.
Los ideales proporcionan un marco para vivir plenamente, ofrecen un propósito a las metas y motivan la búsqueda de un futuro mejor, incluso ante la dificultad, y la hagan posible. Los hay pequeños, humildes; gigantescos, mayúsculos, con dimensión histórica, que ponen en tensión nuestra existencia entera, y a veces, la de toda una nación. Pueden ser metas que una persona se plantea, como la perseverancia para cumplir objetivos, la búsqueda de la felicidad o la lucha por un mundo mejor.
Pero los ideales son las cosas creadas por nuestro deseo, de allí que se incurra, la más de las veces, en falta de lógica y en desproporción al suplantar la realidad con imágenes deseables, al desear lo perfecto, lo cual lleva a la permanente frustración de constatar la insuficiencia y lo irrealizable del ideal propuesto, de tener que conformarnos con espectros de ideal y con asistir al drama de ideales que surgen se deterioran y fenecen.
La madurez radica, precisamente en admitir que el margen de posibilidad concedido a la intervención de nuestro deseo es muy escaso y limitado, en aceptar lo que es por encima de la idealidad que supone aspirar a lo que debe ser, a lo que queremos que sea, que sean y sea…
En la vida, cada uno de nosotros tiene sueños, aspiraciones y valores que consideramos fundamentales para nuestra existencia, nos motivan, nos dan propósito y nos ayudan a definir quiénes somos.
El ser humano, todo ser humano, necesita de modelos, en los cuales orientarse, que puedan dirigirlo, enseñarlo e inspirarlo, que lo sustenten para el aprendizaje y desarrollo, sirviendo como guías en la infancia para la formación de hábitos y valores, y como fuente de inspiración y aprendizaje continuo en la adultez.
Los modelos sustentan la vida al proveer estructuras y ejemplos que nos ayudan a crecer, aprender y desarrollarnos en un mundo complejo. Nos permiten entender cómo actuar, qué valores priorizar y cómo enfrentar los retos, tanto en el ámbito personal como social.
Pero, aún deseando encontrarlos angustiosamente, uno de los factores más dramáticos del hombre actual es que no tiene modelos, que carece de ejemplaridades, por no aceptar que los que lo fueron en el pasado puedan servir para afrontar y resolver los tremendos problemas del porvenir; por ser incapaces de percibir y aplaudir la excelencia de lo que fue o es excelente; por negarse a reconocer las perfecciones ajenas; por la palpable crisis de vidas humanas brillantes y cultas.
La sociedad de hoy, al dejar de ser individualista para hacerse pluralista, ha diluido, las fuertes personalidades que exaltaban los valores unipersonales. La matriz social ha pasado del hombre aislado que se elevaba por encima de su medio, a los problemas esenciales son resueltas por grandes equipos numerosos donde se enfatiza más la cohesión del grupo que el propio valer del individuo…
Los seres humanos tenemos una tendencia natural a buscar figuras o conceptos que den orden, significado y seguridad a su vida. Cuando el hombre se ve forzado a admitir la limitación de sus ideales y a presenciar su declinación; cuando se siente hambriento de modelos porque han perdido su brillo y fuerza atractiva o porque se los ha desconocido, cuando ve desaparecer, sin ser reemplazados, a los que fueron grandes ídolos, cuando ya no queda más, porque no le queda nada y para llenar su vida de contenido se vuelve idolatra entroniza en sus propios lares ídolos particulares, los carga de cualidades, los colma de atributos.
Y, en el politeísmo de este Olimpo de fabricación casera, hay quien venera falsas deidades; quienes adoran ídolos rotos: quienes tratan de imponernos ídolos de barro, quienes rinden culto a los que han sumido a sus países a la ruina, la desolación; quienes deifican a esos culpables sin percibir su sordidez.
*Lea también: Nostalgia por la monarquía, por A. R. Lombardi Boscán
Cuando se experimenta un vacío o una carencia, se tiende a buscar consuelo en cosas o personas que puedan suplir esa necesidad, convirtiéndolos así en ídolos. Y por idealizarlos, hacen que algunos se crean efectivamente, ídolos.
Necesitamos ideales firmes y modelos sólidos. Necesitamos de Dios y no de dioses fraccionados. Parece que en medio del paganismo reinante, tendremos además de soportar a los idolatras cargar con sus idoluchos.
Gisela Ortega es periodista.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo.