Ideología y propaganda, por Bernardino Herrera León
Detrás de las guerras, los conflictos y fracturas sociales, los genocidios y la autodestrucción humana siempre está alguna ideología de ocasión. Las ideologías se basan en un puñado de creencias convertidas en verdades inamovibles, inalterables en el tiempo y resistentes a las repetidas refutaciones de la realidad. No importa cuántas veces se contradigan dichas creencias ideológicas en el choque contra las experiencias, pues éstas siempre encontrarán una forma para justificarse, evadirla y mantenerse como la verdad que necesita el fanático para ser fiel.
Todas las doctrinas que permanecen constantes en el tiempo y que nunca cambian sus argumentos, suelen convertirse en ideologías. En la historia, una primera fuente de las ideologías fueron los mitos y las religiones. Pero los mitos dejan de ser creídos, y hasta las religiones suelen cambiar, reformarse y adaptarse para mantener la fe de sus creyentes. Las ideologías no.
Probablemente, una de las primeras ideologías sea la del racismo, es decir, la idea según la cual un grupo humano es superior a otro y, en consecuencia, dicho “grupo superior” debe prevaler y dominar sobre los demás. Los nacionalismos son versiones del racismo, ya que esta ideología otorga al simple hecho de nacer en un territorio la distinción respecto de otros humanos. Racismos y nacionalismos son ideologías de diferenciación.
Pero han surgido también ideologías de igualación. Las que postulan el igualitarismo como razón de ser y de imponer. La consecuencia de postular que todos somos iguales conduce al colectivismo. El interés del colectivo debe predominar por encima del individuo, por lo que el individualismo debe ser despreciado y reducido, controlado o eliminado de la cultura. Cuando los socialistas se refieren a la “democracia burguesa”, aluden a los derechos individuales consagrados en las democracias occidentales.
Tanto las ideologías de diferenciación como las ideologías igualitaristas tienen en común su desprecio al individuo. Detestan las libertades y derechos individuales, y despliegan todo tipo de argumentos para denigrarlas. Esa es la función de la propaganda.
La propaganda es el refugio de las ideologías, pues sólo allí pueden perdurar, persuadir y convencer. La primera víctima de la propaganda es la realidad, que es falsificada y distorsionada. Por esta razón, la propaganda es un problema social de importancia, y también, un reto a superar en las sociedades abiertas que aspiran la democracia como cultura de convivencia social. La democracia no puede desarrollarse mientras los grupos políticos usen la propaganda como medio de engaño para persuadir. El agotamiento y desprestigio de la política que ahora percibimos se explica por el fraude de la propaganda, que ocasiona un ambiente social de desconfianza mutua. La información, tal como la define la ciencia de la comunicación, es lo contrario de la propaganda. Y su racionalidad es una esperanza para reducir el fraude de las ideologías y de sus grupos de poder.
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En las sociedades abiertas y de economía de mercado, la publicidad ha sido muy regulada como un modo de garantizar la libre competencia. Uno de los aspectos más normado de la publicidad es la llamada publicidad engañosa, que consiste en publicitar propiedades inexistentes de algún bien. En muchas legislaciones, los consumidores pueden demandar penalmente al fraude de ofrecer en publicidad cualidades que no poseen algunos productos.
En las democracias del futuro, la propaganda tendrá que ser tratada con el mismo criterio con que se regula y castiga la publicidad engañosa. La demagogia y el populismo, que son las formas más usuales de engañar a los electores, tendrán que ser restringidas y penalizadas. De lo contrario, las democracias seguirán siendo, como ahora, frágiles utopías, víctimas de la voracidad del fanatismo de las ideologías.
Fue ese fanatismo ideológico lo que permitió al perverso régimen de Stalin exterminar y perseguir la disidencia en su propio pueblo sin que una parte del mundo, aun sabiéndolo, no se diera por enterado, manteniendo así la fe en el socialismo. Aún pueden encontrase grupos y partidos políticos que adoran y mantienen el culto a este nefasto personaje, perseverando irracionalmente en la fidelidad a su ideología.
Ideología y propaganda, como puede verse, es un tema complejo. Requiere mucha atención y esfuerzo. Algo que por fin parece estar ocurriendo. Seguiremos con este tema, en otras entregas.
Docente e investigador del Ininco-UCV