Imaginación vs. Improvisación, por Marco Negrón
La reconstrucción de las ciudades venezolanas en el poschavismo será una tarea compleja y costosa y lo más probable es que no se pueda contar, ni remotamente, con los recursos necesarios. Las prioridades de la nación son innumerables y apremiantes: desde la reconstrucción de la actividad económica y la recuperación del poder adquisitivo de la población hasta temas de vida o muerte como el hambre generalizada y la catastrófica crisis de la salud, para no hablar de temas que se mencionan menos como la recuperación de funciones esenciales del Estado en materia de seguridad, control del territorio y gobernabilidad.
Sin embargo, la realidad es que hoy por hoy la recuperación de las ciudades, y más en particular de Caracas y las otras cuatro o cinco áreas metropolitanas que le siguen en importancia, es impostergable porque ellas son el motor y, todavía más importante, el cerebro de las dinámicas del desarrollo en el siglo XXI. Como han pronosticado entre otros Nicholas Negroponte, el fundador del MIT Media Lab, Jeremy Rifkin, el autor de La Tercera Revolución Industrial, o el escritor Ian McEwan, hoy nos encontramos en vísperas de un cambio de civilización; las ciudades son el centro de ese proceso y es desde ellas que se lo puede dirigir.
Descuidar nuestras ciudades nos dejará al margen de la tendencia dominante y no es solución volver a lo que fueron en el siglo XX (menos aún a estas primeras dos décadas del XXI): para cumplir con aquel rol ellas tienen que desarrollar potentes centros de investigación y de innovación, los cuales, más que edificios y equipos, son personas talentosas, bien formadas, innovadoras y dotadas de una acendrada ética ciudadana, es decir, individuos que gozan de una alta demanda a lo largo y ancho del mundo y, en consecuencia, dotados de una elevada capacidad para elegir la localización que más les apetezca. La pregunta es cómo hacer para atraerlas hacia nuestras hoy destartaladas y empobrecidas ciudades.
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Para elegir su localización, esas personas/recursos evalúan con cuidado no sólo el cargo y la remuneración que les ofrecen, sino también las cualidades de la ciudad en la que deciden vivir (seguridad, ambiente natural y construido, condiciones para el crecimiento de la familia, calidad de los servicios, vida intelectual y cultural).
Por desgracia, la historia demuestra que nuestros gobernantes han sido poco sensibles a esos temas y en las actuaciones urbanísticas, siempre llevadas a cabo con escasa visión estratégica y a retazos, la preocupación central ha sido la obra física, entre otras razones porque es la que ve y da votos
Si, como creemos, estas hipótesis son ciertas, en lo inmediato habrá que embocar la vía de lo que hemos llamado el urbanismo resiliente o de la austeridad. Pero para que, aun así, sea un urbanismo digno, no pobretón, será necesario encararlo con calidad de diseño e imaginación, nada de lo cual puede ser sustituido por la improvisación: ¿lograrán entenderlo nuestros nuevos dirigentes políticos? En próximas entregas se discutirán posibles orientaciones en esa dirección.