Impunidad y negociación, por Marta de la Vega
Preocupa la impunidad que mantiene el usurpador con el apoyo de regímenes que son de muy poco fiar, cuyas políticas son francamente contrarias al respeto de los derechos humanos y a los principios y valores característicos de una democracia constitucional, deliberativa, participativa y sólida en el contexto geopolítico global. Cuba, Rusia, Siria, Turquía, Irán, China e India, no solo tienen poderosos intereses económicos en Venezuela sino presencia militar comprobada, muy importante, tanto cubana como rusa. Ha sido denunciada por la periodista Sebastiana Barráez la utilización de los uniformes de las Fuerzas Armadas venezolanas por parte de contingentes de ambos países. Y lo vimos con Iván Márquez, al anunciar la vuelta a las armas de las FARC que dice representar, en uniforme de la Guardia Nacional Bolivariana.
No hay Estado de derecho en Venezuela. Sin pudor, al querer revivir la confrontación bipolar con Estados Unidos, Maduro viaja a Rusia a pedir apoyo, sin que sea recibido como jefe de Estado por Putin, mientras la vicepresidenta usurpadora que ha convertido la destrucción y quiebre del país en su venganza personal contra el pasado, Delcy Rodríguez, se va a Nueva York, a la 74° Asamblea General de la ONU, donde confirma y sufre en carne propia el desprecio que merecen los déspotas y el aislamiento del ilegítimo y tiránico gobierno que usurpa el poder desde el 10 de enero de 2019.
La reciente visita de Diosdado Cabello a Corea del Norte presagia acuerdos secretos con el régimen de Kim Jong-un según lo insinuaba Maduro en el programa televisivo del soleado capitán, segundo a bordo del régimen chavista. Al parecer esta dictadura asiática es experta en eludir las sanciones internacionales. Maduro y sus secuaces buscan asesorarse al respecto.
Además, reconoce la injerencia cubana en Venezuela. Más aún, ratifica convenios militares y energéticos con la isla dominada por el castrismo, refugio, como en Venezuela, de dirigentes de grupos irregulares narcoterroristas como el ELN y las FARC.
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¿Cómo lograr en este contexto aparentemente blindado para los desafueros sin límites de la mafia criminal que domina el país, alcanzar, como la Venezuela de 1811, “el triunfo de la libertad sobre el despotismo”, en las palabras del ilustre Juan Germán Roscio, evocadas en un lúcido y brillante artículo del 10 de julio pasado por uno de los pensadores que mejor conoce al prócer civil, el Padre Luis Ugalde, S.J.?
Las negociaciones son una respuesta política, por la vía pacífica y consensuada, siempre y cuando impliquen como premisa básica la salida de la camarilla militar civil presidida por Maduro, pues no se trata solo de un cambio de gobierno sino sobre todo de una transformación estructural del sistema impuesto por Chávez y sucesores.
Es el camino sensato para recuperar gobernabilidad, decencia, eficiencia, reconstrucción de la civilidad y del aparato productivo, democracia con probidad. Sabemos que las conversaciones auspiciadas por Noruega para negociar entre representantes del régimen y enviados de las fuerzas democráticas que designó el presidente encargado Juan Guaidó, fueron bruscamente truncadas. Se levantaron de la mesa porque no les satisfizo la exigencia de abandonar el poder para asegurar un gobierno de transición y elecciones libres con transparencia y observación internacional.
Lo que sigue buscando el régimen inicuo, cuyo principal artífice fue Chávez con todos sus cómplices y encubridores, que hoy Maduro pretende preservar, es aferrarse al poder sin importarle cuánto sea el sufrimiento y carencias de la gente, en una Venezuela cada día más deteriorada e indefensa, que lucha por vivir con dignidad y en libertad. Si nos resignamos, podrá prolongarse como en Cuba, la miseria agónica que trituró al menos cinco generaciones que vieron pisoteado su potencial desarrollo.
El otro camino es la múltiple actuación de los países democráticos del mundo junto con las acciones ciudadanas internas, el incremento de la presión contra los usurpadores y una amenaza creíble que los obligue a abandonar su dominación, para atajar el horror que crece. Urge un viraje contundente hacia un país viable y su reconstrucción en todos los ámbitos y sectores de la vida nacional.