¿Independencia?, por Juan Vicente Gómez
La fecha patria de ayer nos pone en la pista de una reflexión, lamentablemente quizás obvia, sobre las nuevas opresiones imperialistas que recaen sobre Venezuela.
Desde el punto de vista del gobierno, la amenaza para nuestro país la constituyen los Estados Unidos y “sus políticas intervencionistas que tienen en la mira hasta invasiones militares a Venezuela”, mientras que para grandes sectores de la población lo preocupante es la complacencia y el entreguismo del oficialismo hacia Cuba, China y/o Rusia.
Criticable o no, las alianzas con China y Rusia al menos han representado una fuente considerable de insumos en materia económica y tecnológica, un tema donde Cuba queda cojeando, más allá de los programas médico-asistenciales que lentamente se fueron desinflando hasta su virtual inoperancia en la actualidad.
La moneda real de los pagos de Cuba a Venezuela ha sido su experiencia política en “exportación revolucionaria y sobrevivencia”, el know how de cómo aferrarse al poder más allá de cualquier excusa ideológica, y de cómo mantenerse en el coroto sin importar el nombre del jefe: Fidel, Raúl, Hugo o Nicolás
Hegemonía es hegemonía, dictadura da lo mismo que sea de derecha o de supuesta izquierda, autoritarismo es opresión y la palabra “libertad” hace rato que salió de paseo.
El chavismo nos ha querido vender la idea de que “democracia es casi igual a sufragio”, falsa premisa que se tuerce ante la existencia de aberrantes ventajismos en las elecciones o fraudes evidentes.
Cuando la república logró zafarse del yugo español en 1821 se auguraba largo aliento para el impulso independentista. Ni siquiera Nostradamus hubiese vaticinado que antes de 200 años Venezuela tendría hipotecada su conducción política a los caprichos de Cuba.
La Habana “mantuvo vivo” a Chávez hasta que lo creyó conveniente, le designó “hijo y heredero político” a fines de 2012 y colaboró con el escenario de 2013 hasta atornillar a Maduro en Miraflores. La nueva independencia del país pasa por neutralizar las influencias intervencionistas que operan desde la isla, puesto que es Cuba –y no los Estados Unidos- el agente externo que más condiciona los juegos de poder en Venezuela.