Independencia, por Teodoro Petkoff

Debe Venezuela rectificar las líneas esenciales de su política exterior a la luz del atroz atentado terrorista contra Estados Unidos? Francamente, no vemos razón para ello. No hay que confundir las pintorescas e innecesarias efusiones y las, en ocasiones, ignaras apostillas retóricas que el presidente se permite con algunos de sus interlocutores internacionales, con los fundamentos de la política exterior. Hay dos de ellos que son esenciales hoy. Uno es la política respecto de la OPEP y el otro la procura de un mundo multipolar.
La OPEP, muchas veces lo hemos señalado, es el más importante escenario estratégico del país. Nuestra condición petrolera y la pertenencia al cartel de los países productores nos hacen jugadores, queramos o no, en el tablero mundial. Defender la existencia de la OPEP y contribuir a la mayor concertación entre sus miembros, para la acción en el mercado mundial, constituye un aspecto clave de nuestra política exterior. Para que eso sea posible, estamos obligados a mantener excelentes relaciones con todos los integrantes de la organización. Siendo el único país no musulmán entre los que conforman la OPEP, eso nos da una natural ventaja a la hora de actuar como «componedores» frente a ese pequeño universo de países frecuentemente desgarrados por contradicciones a veces muy profundas. Esto no significa avalar los regímenes políticos de tales países, ninguno de los cuales constituye propiamente un paradigma democrático. Pero tampoco debe significar adoptar frente a algunos de ellos la óptica estadounidense. Por razones políticas y de poder y no por las hipócritas razones morales o éticas que siempre esgrime, Estados Unidos mantiene determinadas calificaciones hacia varios países de la OPEP. Es su modo de ver el mundo. Venezuela, por su modo de insertarse en el mundo, tiene otra visión, y aunque no debe ser conflictiva, no siempre es coincidente con la de Estados Unidos. Hoy, por ejemplo, Venezuela no debe ni puede participar de ninguna política que implique la satanización del mundo árabe y musulmán. Menos aún cuando las víctimas del atentado procuran eludir ese tipo de condena maniquea del mundo musulmán. De igual modo, si algo demuestran los acontecimientos en curso es la necesidad de un mundo menos unilateral. Si alguna conclusión deben extraer los Estados Unidos de la terrible ordalía que les ha tocado padecer es que en el planeta hay otros jugadores, cada uno de los cuales posee sus peculiares intereses y sus propios amigos y enemigos. El mundo contiene la respiración, a la espera de la reacción del gigante. Pero no sólo China y Rusia han expresado reservas acerca de «cualquier» tipo de respuesta, sino que en Europa varios importantes países se han desmarcado de la inicial carta blanca que dieron al gobierno de Bush. Todo el mundo piensa en sus propios intereses estratégicos y de largo plazo. De allí que no sea nada malo para la salud del planeta que se fortalezcan varios polos de poder que se contrapesen y se respeten mutuamente, para que su concertación necesaria no sea producto de la imposición de la mayor potencia jamás conocida sino de un ordenamiento internacional donde las relaciones no dependan de los kilotones nucleares colocados sobre la mesa. Si la política exterior venezolana va en ese sentido, no hay nada que corregirle.