Cielo encapotado, por Teodoro Petkoff
No de golpe pero sí de paro amaneció el país hoy. Dos áreas claves de la vida nacional están paralizadas por sus trabajadores. Petróleo por 48 horas y Educación por 72. Súmese a esto un paro en Sidor y múltiples marchas de protesta y tomas de peajes en varios estados por los obreros de la construcción, así como las ya banales protestas callejeras en Caracas, y queda armado un rompecabezas social de alto voltaje. La respuesta del gobierno es el lugar común de siempre: plan desestabilizador. Pamplinas. Aquí lo único desestabilizador que hay es la novatería y la incompetencia del equipo gubernamental, que con su torpeza sirve la mesa para que el sindicalismo tome la iniciativa. Los petroleros van al paro porque un decreto, el 892, redactado por inexpertos, no previó establecer las excepciones al aumento salarial de 15%. Usualmente, decretos de esta clase excluyen de su ámbito a empresas que están discutiendo contratos colectivos durante un lapso anterior y posterior a la entrada en vigencia de aquellos. Eso no se hizo y los trabajadores petroleros saltaron sobre la oportunidad: firmaron el contrato con un 50% de incremento salarial y ahora piden que a este se sume el 15% del decreto 892. Es igual que con lo del bono de 2 millones. La empresa adujo que eso era un anticipo a cuenta de los beneficios que contemplaría el contrato. ¿Quedó registrado eso en algún papel? No. Bueno, entonces no es tal anticipo sino un beneficio adicional, dijeron trabajadores y sindicalistas. Pdvsa quedó entrampada y ha tenido que pagar. Pura ineptitud. Pero nadie puede alegar sus propios errores como excusa. Y menos ante sindicalistas curtidos, hechos a la medida de la cultura saudita que nos es propia y que hoy encuentran en la chambonería del gobierno la cancha ideal para la batalla por su relegitimación. El gobierno está ante un dilema. Moral, ética y económicamente, las peticiones laborales son abusivas e inaceptables. Formal y jurídicamente no hay manera de negárselas. Apostamos a que, como siempre, la solución será a los realazos: Pdvsa pagará. Y el país seguirá barranco abajo.
El gobierno está cosechando también los frutos de su demagogia. Durante estos dos años el discurso oficial ha reforzado la idea de que el Estado venezolano puede atender todo y que tiene plata para todo. Vender casas por debajo de su costo, anunciar créditos sin intereses y otras gangas de esta clase, con 20 mil millones de dólares en las reservas internacionales, remacha la concepción de que el Estado es una piñata a la cual sólo basta con darle suficientes palos para que afloje. Lo poquito que se había avanzado en la construcción de una nueva conciencia social, menos petrolizada, se perdió en estos dos años. El daño que se le ha causado al país apenas ahora comienza a verse. Pero todo esto muestra claramente que Venezuela necesita una suerte de gran acuerdo nacional para hacer frente a una muy difícil situación social y económica. No se trata sólo de un mejor estilo en el lenguaje oficial, sino de sentar las bases para soluciones que incluyan a todos los sectores en la búsqueda de ellas. ¿Entenderá Chávez que esto es una necesidad?