Avestruz Uno, por Teodoro Petkoff
I Lo más grave de la cadena del jueves pasado y del «Aló, Presidente» de ayer, no fue la habitual arremetida contra los medios y la novedad de habernos mencionado, sino que Hugo Chávez pulverizó el mito sobre el que se montó en su larga marcha hacia el poder: la del incorruptible campeón de la batalla por la moralización y adecentamiento de la vida pública venezolana. En lugar del enérgico comandante que amenazaba con freír las cabezas de los corruptos, lo que vimos fue a un hombre vacilante, jugando al juego de siempre: descalificar a quienes publicamos el famoso informe y eludir cualquier consideración sobre el fondo del problema. El asunto era el de los guisos del Plan Billuyo 2000 y el hombre se perdía en explicaciones sobre la significación de la «preliminaridad» del Informe de la Contraloría. El país quería saber cómo es eso de los endosos de los cheques y de las facturas chimbas y el hombre se empeñaba en distraernos con un gráfico sobre los pasos que debe dar la Contraloría para saltar de lo «preliminar» a lo «definitivo». La gente quería ver y oír a Hugo Chávez tronando contra los posibles corruptos de la Quinta pero el hombre se empeñaba en divagar sobre las metas de cumplimiento del plan. De un informe cuajado de chanchullos dijo que se trataba «de dos o tres casos». No sólo no le entró al tema sino que, cual político tradicional del puntofijismo, exculpaba por anticipado, buscaba excusas, insistía en la presunción de inocencia y, sobre todo, descargaba su furia contra quienes han hecho posible que la opinión pública se entere de la montaña de vagabunderías que han sido cubiertas con el nombre del Libertador. El secretario general del MAS, Leopoldo Puchi, dice con mucha razón, respondiéndole a José Vicente Rangel: «No hay por qué descalificar el combate contra la corrupción, acusándolo de desestabilizador… en este caso hay elementos que hacen pensar que puede haber corrupción. No son denuncias en el aire… no son montajes ficticios, sino denuncias con bases reales… Aun existiendo planes de desestabilización, no puede descalificarse el periodismo de denuncia ni la manifestación o la huelga justa por una reivindicación» (El Universal de hoy).
II Sin escarmentar con su metida de pata cuando preguntó a Zapata cuánto le pagaban, ahora insinúa que TalCual es financiado de modo turbio, por la «oligarquía». Como dice el refrán, cada ladrón juzga por su condición. Mande el presidente los fiscales del Seniat, del Seguro Social y hasta los agentes de la Disip y de la DIM a ver si encuentran algo ilegal en TalCual. Busque en el registro mercantil la lista de nuestros accionistas y se va a llevar una sorpresa mayúscula. En cambio, lo retamos a que publique los libros de finanzas de sus campañas electorales que ni el CNE conoce, para que el país pueda ver clarito quién es el que ha sido financiado por los ricos del país. El presidente no tiene derecho, por muy comandante en jefe que sea, a transformar el debate político en un torneo de puñaladas traperas, con esas continuas alusiones despectivas a la honra de sus rivales. Nosotros no hicimos insinuaciones maliciosas sino que citamos los números y los datos de un informe oficial. Si el presidente tiene algo de que acusarnos, hágalo de frente, déjese de lanzar amenazas que a nadie asustan y vaya de una vez a los tribunales para que nos fajemos allí.