Privatización en gotas, por Teodoro Petkoff
Autor: Teodoro Petkoff
Por los vientos que soplan, el gobierno parece decidido a comenzar la privatización de Pdvsa, vendiendo a un gran grupo privado ruso ( “Alfa”, ver página dos), la participación venezolana en el complejo refinador y distribuidor Ruhr Oel, ubicado en Alemania. La mitad de las acciones de Ruhr Oel es propiedad de Pdvsa. La otra mitad pertenece a la Veba Oel, que ahora la comparte con British Petroleum. Ruhr Oel posee cuatro refinerías, seis oleoductos, tres terminales, dos complejos petroquímicos y alrededor de cuatro mil estaciones de servicio, cuya marca, Aral, es familiar para todos los automovilistas alemanes.
El valor total de Ruhr Oel se estima en unos dos mil millones de dólares y su gran ventaja competitiva viene dada por el acceso directo al mercado de gasolinas y lubricantes a través de la red de estaciones de servicio.
La participación venezolana en Ruhr Oel forma parte de los activos de Pdvsa en el exterior y sobre su venta el gobierno está obligado a dar explicaciones al país. Comenzando por demostrar cómo es que se compatibilizaría el discurso antiprivatizador de Chávez con una operación pura y simplemente privatizadora. Sencillamente, se estaría vendiendo una empresa estatal venezolana a una empresa privada extranjera. Mas no una empresa cualquiera sino una que forma parte del patrimonio de Pdvsa. Hemos sostenido que en nuestro país cualquier empresa estatal es privatizable, con la excepción de Pdvsa y de Edelca. Privatizar o no es un asunto de mero sentido común. Empresas estatales deficitarias, cuyas pérdidas caen sobre los hombros de toda la nación, si pueden funcionar mejor en manos privadas, pues que sean privatizadas. El país ganó con la privatización de la Cantv, ganó con la privatización de Sidor, con la de los hoteles de la Conahotu, con la de Aeropostal. Estas no fueron las corruptas privatizaciones argentinas o mexicanas. Perdió, sí, con la de Viasa, porque esta, a diferencia de las anteriores, fue mal hecha, con la empresa extranjera equivocada. Sin embargo, su quiebra no recayó sobre los bolsillos del contribuyente venezolano. Antes estaba quebrada pero la sosteníamos todos con nuestros impuestos.
Pero en el caso de Pdvsa hay razones no sólo económicas sino políticas y hasta atinentes a la naturaleza profunda de la nación y del alma venezolana, que aconsejan el mantenimiento de su condición de empresa pública. El día que la nación pierda la propiedad de Pdvsa cae en la condición de república bananera.
Por supuesto que vender una subsidiaria de Pdvsa no es vender la casa matriz, pero de un gobierno fiscalmente bulímico, y básicamente irresponsable, se puede esperar cualquier cosa y nada asegura que este no sea el primer paso de un proceso privatizador de Pdvsa en grande. El gobierno debe explicar claramente de qué se trata en este caso. Sobre esa venta debe abrirse un debate nacional.
¿Por qué se vende? ¿Para qué se vende? El país tiene derecho a saber y debe rechazar categóricamente la intención de adelantar una operación entre gallos y medianoche.