Los Intocables, por Teodoro Petkoff
Cada cierto tiempo el fiscal general, Isaías Rodríguez, sale de un letargo que ya se asemeja al de Clodosbaldo Russián, y nos obsequia con una declaración desopilante, que no hace otra cosa que reforzar el escepticismo nacional que arropa a la institución a su cargo. Ayer confirmó que la Fiscalía está investigando a 5.997 funcionarios policiales que habrían estado comprometidos en diversos casos de abusos, atropellos y asesinatos. Pero, al mismo tiempo, nos hizo saber que el equipo de fiscales que trabaja sobre estos casos tiene a su cargo, para las investigaciones, a un team de la policía científica integrado por ¡nueve policías! Con razón, pues, se comprende que desde el año 2000 hasta el pasado 31 de julio sólo hayan sido imputados 1.313 agentes policiales, de los cuales 517 han sido acusados y apenas ha sido condenada a diversas penas la gigantesca cantidad de ¡88 policías! A este paso, entonces, las investigaciones que involucran a casi 6 mil policías incursos en “excesos” quizás puedan terminar cerca del Juicio Final —si es que no se añadieran nuevos casos, cosa imposible, dada la fuerte propensión al abuso, la arbitrariedad y el atropello que existe en muchísimos funcionarios policiales.
El poeta Isaías nos informa que su equipo de “Intocables” a lo Elliot Ness está siendo desplazado por diferentes estados, “de la misma manera como se hizo en Guárico”, olvidando el pequeño detalle de que los fiscales que en ese estado llevaron a cabo las investigaciones sobre los abusos policiales de los que se acusó al gobernador Manuitt, no sólo fueron intimidados sino que el cogollo de la Fiscalía General (es decir, él mismo) los sacó cuando comenzaron a hurgar en el fondo del asunto. Guárico no fue ningún ejemplo de diligencia, de modo que si las investigaciones en Aragua, Zulia y Anzoátegui, mencionadas por Isaías, van a ser como las de Guárico, los posibles acusados pueden seguir echándose fresco en sus partes nobles.
El poeta fiscal ni siquiera se detiene a considerar que sus declaraciones son la demostración clamorosa de la impunidad que favorece la actividad delictiva por parte de algunos, no pocos, de quienes se supone encargados de combatir al hampa.
Adicionalmente, Isaías proporciona la enésima información sobre el caso Anderson, que está a dos meses de cumplir un año. Nuevamente nos dice que ya están “plenamente identificados los autores intelectuales”, pero mantiene en suspenso sus nombres hasta cuando comience el juicio a los hermanos Guevara, de modo tal que pueda producirse lo que enigmáticamente anuncia como “la noticia del siglo”. Ni Alfred Hitchcock, pues. Para rematar, haciéndose el pendejo, como si no supiera nada de lo que pasa en su comarca, asevera que “pareciera que hay tres o cuatro personas que van a ser acusadas por el Ministerio Público” con respecto al decreto Carmona de abril de 2002. “Pareciera”, pues, por el tenor de sus declaraciones, que el fiscal Rodríguez ya no sabe bien ni siquiera dónde está parado.
Pero se consuela con una encuesta que le da a la institución un 59,7% de credibilidad. Le parece poco que el 40% de los venezolanos no crea en ese parapeto, que hace poco él mismo criticó tan duramente.