Revolución a 60 dólares, por Teodoro Petkoff
Las olas de la crisis financiera mundial ya están llegando a nuestras costas. Chávez, asegurando que la «revolución» ha «desenganchado» a nuestro país del capitalismo, afirma que nuestra economía está «blindada». No hay tal. El «gancho» que nos une a ese mercado es el del petróleo y sus precios, y de ése estamos colgando. Más recientemente, quizás sintiendo que el piso se le mueve, comenzó a silbar en la oscuridad, para espantar el miedo: «Aún a siete dólares -dijo– la revolución saldrá fortalecida».
Paja. El problema es que cayó a 60 dólares y a ese precio ya las papas comienzan a ponerse duras. Para empezar, el presupuesto 2009 estima ingresos petroleros con base en un precio de 60 dólares. Si el precio se estabilizara en ese nivel, no habría ingresos extraordinarios ni «súbitos» contra los cuales girar créditos adicionales ni plata para Fonden. Por supuesto, el gobierno tiene cómo aguantar todavía entre 8 y 12 meses, a 60 dólares.
Los activos externos del país (reservas internacionales más otros fondos) suman una cantidad desconocida entre los 60 y los 100 mil millones de dólares y, además, el gobierno puede echar mano del dinero de las instituciones del Estado. Pero aguantar significa comerse su propio hígado. A 60 dólares, repetimos, dándole palo a los ahorros, se puede estirar la cosa más o menos un año. ¿Y después? No está de más apuntar, de pasada, que la estimación de 60 dólares/barril para el presupuesto muestra hasta qué punto el gobierno ha creado enormes compromisos recurrentes –que debe cubrir cada año–, pero con base en ingresos petroleros que, históricamente, nunca han sido recurrentes y que sólo con la gigantesca imprudencia e imprevisión que lo han caracterizado podía el gobierno considerarlos en incremento perpetuo. Es curioso que estos «socialistas» nunca previeron las crisis cíclicas del capitalismo.
Por supuesto, si de buscar plata se trata, el gobierno también tiene el recurso de reimplantar el IDB, o sea el impuesto a los cheques, elevar de nuevo el IVA y, anatema, devaluar. Devaluar, claro, da más bolívares por dólar pero también da más inflación, la cual, en un país que ya tiene la más alta del continente, la llevaría al cielo. Devaluar, así como el IDB o más IVA, no es sino gasolina para la candela inflacionaria. Círculo vicioso. Llegó, pues, la hora del ajuste.
El gobierno puede llamarlo como quiera, pero ajuste es. ¿Podemos mantener el actual ritmo de importaciones? ¿Podemos continuar quemando reservas para empujar el rebelde dólar paralelo hacia abajo? ¿Se les va a pagar a los argentinos de Sidor y a los dueños de las cementeras? ¿Se va a adquirir el Banco de Venezuela? ¿Se le continuarán comprando armas a Rusia? ¿La petrodiplomacia es sostenible con 60 dólares/barril? Llegó la hora de escoger entre la mantequilla y los cañones.
Claro, si el escenario fuera de 80 dólares/barril, otro gallo canta, pero, dinos, Haiman El Troudi, ¿cómo piensa el gobierno manejar el escenario de 60 dólares? ¿Y si baja más?