Siete años, seis meses y 21 días; por Teodoro Petkoff
Siete años, seis meses y 21 días: tal fue la sentencia que un tribunal chavista dictó el lunes pasado contra el sindicalista Rubén González, secretario general del sindicato de Ferrominera, por el «horrendo delito» de haber dirigido un paro de esos obreros, reclamando pagos pendientes, establecidos en el contrato colectivo, así como otras reivindicaciones laborales derivadas del incumplimiento del mencionado contrato. O sea, que Rubén González ha sido condenado simplemente por actuar conforme a lo que se espera de quien ejerce el cargo para el cual fue elegido por sus compañeros de trabajo: colocarse a la cabeza del reclamo de una masa laboral cuyo contrato colectivo no era respetado por la empresa para la cual prestan sus servicios. Ferrominera es la empresa estatal (nacionalizada en 1975 por el gobierno de Carlos Andrés Pérez), que tiene a su cargo la producción de mineral de hierro en las minas de Cerro Bolívar, en Guayana.
No fue la acción de hace 17 meses (los mismos que YA tiene González en prisión), la primera de los combativos obreros del hierro. Poseen una larga tradición de lucha y han protagonizado, a lo largo de los años, muchos paros y huelgas en reclamo de las que consideran sus justas aspiraciones. Pero el patrono estatal de ahora no es el mismo que tuvieron entre 1975 y 1998.
Hubo conflictos severos en esos años, algunos muy prolongados, pero nunca se libró ningún tipo de represión contra los obreros del hierro por ejercer sus derechos sindicales. El nuevo patrono, personificado en el gobierno de Hugo Chávez, no acepta reclamos laborales, no discute contratos colectivos, está empeñado en destruir el movimiento sindical y sustituirlo por una organización denominada «control obrero», integrada por sus perros de presa (que nunca faltan) en las empresas. El experimento antisindical comenzó en las empresas básicas de Guayana y la prisión y condena de Rubén González forma parte del mensaje que se envía a los sindicalistas y trabajadores de la región y de todo el país: no reclamen, no luchen contra el Estado-patrono porque les puede pasar lo mismo que a Rubén González.
La sentencia no tiene precedentes en nuestro país, porque es la primera vez que un sindicalista es condenado a prisión por el mero hecho de actuar conforme a las responsabilidades de su cargo. El tribunal guayanés que dictó el monstruoso veredicto, debió estar presidido por un juez que seguramente es uno de esos típicos sicarios judiciales que Chávez tiene a su servicio. Hay muchos otros sindicalistas sometidos a juicio y con la sentencia a Rubén González se retrocede más de medio siglo, a la Venezuela gomecista y perezjimenista, donde la organización sindical era perseguida y hostigada tal como hoy pretende hacerlo Chávez. Y pensar que Rubén González fue uno de esos obreros de Guayana que hace años se tragaron la coba de que el de Chávez era un gobierno obrerista y popular y militó en el MVR y en el PSUV. Así paga el diablo. ¿Esta canallada antiobrera va a pasar lisa?