El asedio, por Teodoro Petkoff y Fernando Rodríguez
La manipulación del papel para la impresión de la prensa escrita, junto a la adquisición de algunos medios por personas interpuestas, han sido nuevas y filosas armas del gobierno para minimizar o mediatizar la libertad de expresión en el país.
Nos toca ahora a nosotros. A partir de ayer cesó por razones supuestamente técnicas, la impresión y distribución de este diario que hacía desde hace algunos años, en términos estrictamente comerciales, la otrora Cadena Capriles, hoy en manos de un grupo ostentosamente sumiso a los designios gubernamentales, que ya mostró su talante reprimiendo a valiosos periodistas que prestaban sus servicios a la empresa. Era de esperarse. Ello nos ha obligado a buscar un nuevo impresor, al margen de las empresas periodísticas mayores que también padecen de la carencia del papel manipulado.
Esto al costo de tener que rebajar el número de páginas de nuestras ediciones semanales en un tercio, ocho páginas, y en la mitad, dieciséis, nuestra edición del Fin de Semana. A lo que se suma, aun con esos límites, un futuro difícil a corto plazo. Pedimos excusas a nuestros amigos lectores por esta mutilación de nuestros contenidos, a ese público amplio y fiel, por demás enterado, que nos ha seguido por casi tres lustros. No nos cabe sino decir que lo sentimos mucho.
Si a esto le sumamos otros atropellos como, por ejemplo, la demanda en curso del capitán Cabello, que no solo afectó a un columnista que citó una frase del demandante, verdadera o falsa, que se hizo del dominio público, sino que se extendió hasta nuestro director y a la junta directiva en pleno, hecho éste sin ningún precedente en la larga y oscura historia de los atentados contra la libertad de expresión en el país. Y que además se acompaña de severas medidas cautelares no razonadas como ordena la ley y la amenaza de años de cárcel y elevadas multas.
¡Cuánta saña y desmesura! Todo ello nos lleva a concluir, junto a otros factores como la presión sobre los anunciantes para inhibirlos de promoverse en nuestras páginas o los diversos juicios que contra el diario se han incoado durante años, que vivimos bajo un inclemente asedio que parece solo ha de saciarse con nuestra desaparición del escenario de la opinión nacional.
Bueno, esa es la empinada etapa que hoy comenzamos. Que no merma nuestros deseos y voluntad de seguir batallando, porque sentimos que tenemos un lugar necesario en este momento en el país tenebroso que nos rodea. Porque seguimos fieles a la línea trazada desde nuestros inicios de ser realmente independientes de cualquier interés ajeno a nuestra tarea, de ser fieles a la verdad periodística, de hablar siempre claro y raspao como reza nuestro lema; por todo eso, seguimos adelante.