El silencio del Papa, por Beltrán Vallejo

Autor: Beltrán Vallejo | [email protected]
El proceso electoral que ha inventado el Gobierno es más combustible para el fomento de una candela política que carbonizará a Venezuela, sin lugar a dudas. En medio de ese candelero, algunos levantan la cabeza, como es el caso de la dirigencia de la Iglesia Católica que, desde la Conferencia Episcopal, lleva sendos pronunciamientos de crítica sin ambages al gobierno totalitario. Sin embargo, a pesar de ese pugilato que crece entre tiranía y clero, el Papa anduvo por Sudamérica recientemente, y fue tal su desentendimiento sobre Venezuela, que tal mutismo debe llamarle la atención a todo demócrata de este país; por lo que es lógico exigirle a un Papa tan retórico para otras cosas que asuma su rol de voz de los que no tienen voz, como una vez lo fue Juan Pablo II; ¿creen que lo haga?
Mientras el Papa recorría el Cono sur, aquí en Venezuela el cada día más irracional Nicolás Maduro le exigía a la Fiscalía, a la Contraloría, al TSJ, y no sé a quién más, que “revisaran las homilías” de monseñor Antonio López Castillo y del obispo Víctor Hugo Basabe, efectuadas durante la procesión de la Divina Pastora”, ya que dieron unos discursos que pintaban el drama cotidiano de los venezolanos, pero que el Jefe de Estado sospecha que en ellos hay un “crimen de odio”.
No obstante, a pesar de esa amenaza inminente sobre sus curas, el Papa no ha dicho ni chito, como no se enteró del reciente ataque con grafitis que recibió la catedral de Cumaná, unas pintas dirigidas específicamente a Monseñor Diego Padrón, el pasado 25 de enero, después que ese ignominioso gobernador de Sucre, Edwin Rojas, lo tildara de “Satanás”; ¿será que se están viendo en el espejo los tataranietos de Torquemada?
Desde esta perspectiva, reitero que este Papa, por lo que está demostrando con su no hacer y su no decir, está muy distante del liderazgo que tuvo Juan Pablo II, quien sí enfrentó a los totalitarismos de aquella década de los 80 con su verbo y su acción recia, una conducta que Francisco está como alejado o indispuesto.
El mundo fue testigo en aquellos años cuando el Papa polaco fue a su tierra y movilizó multitudes con mensajes de esperanza y firmeza para un pueblo oprimido por una dictadura totalitaria; y fue ese estímulo social quien levantó la lucha del movimiento “Solidaridad”, de Lech Walesa, que finalmente terminaría con el bestialismo opresivo de un Jaruzelski y su inhumana ley marcial. Años más tarde, el después presidente Walesa diría lo siguiente: “La enseñanza social de la Iglesia constituyó la base sin la cual nada de lo que hicimos hubiera sido posible, ni siquiera imaginable”.
Esta conducta de un Papa comprometido sinceramente con la lucha contra los dictadores, no la veo en Francisco; esa es mi opinión, y ojalá me equivocara. Muy aéreo, muy nebuloso, muy opaco, muy gris, y demás caracteres de lo inocuo, son las condiciones que predominan en este Papa y sus posturas ante Venezuela; no ha pasado de palabrerías exquisitas, como si en este país las palabras civilizadas pueden algo. No, “santo Padre”, aquí no hay “política de salón”; en Venezuela hay un secuestro de todo un pueblo en un inmenso campo de concentración donde millones nos morimos de hambre y de enfermedades mientras los carceleros chantajean, juegan a la geopolítica y hacen pingues negocios con minerales estratégicos, petróleo, alimentos, medicinas, dólares y demás comercio maldito.
¡Cómo le hace falta a los venezolanos Juan Pablo II, el “Papa amigo”!
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