Asamblea Nacional: corazón del cambio, por Américo Martín
Autor: Américo Martín | @AmericoMartin
Ignorar el pasado es tan pernicioso como aferrarse a él. Dicho sea para entender por qué las turbulencias que preceden y explican los cambios políticos profundos tienen tantos y tan inesperados componentes originales. La experiencia produjo esta perfecta y resobada lección: los que olvidan los errores del pasado se condenan a repetirlos. Pero en sentido contrario, los que se acostumbraron a aplicar cosas válidas en la historia tienden a repetirlas más o menos literalmente. Vamos a ver cómo se relacionan ambas consideraciones a la crítica situación que vivimos hoy con un gobierno en abierto declive al que prácticamente solo confía su supervivencia a la Fuerza Armada.
La oposición no se ha mentalizado para la lucha armada, no tiene armas ni sabe usarlas, carece de formación y mentalidad militares. ¿Es algo reprochable? En absoluto. Lograr la amplia mayoría que hoy tiene y poner contra la pared la ideología, el modelo y el liderazgo dominantes no habría sido posible sin políticas de factura liberal democrática con base en una unidad vastísima y diversa. El pensamiento único, doctrina única, vocero único solo pudo ser enfrentado con éxito visible por un movimiento capaz de recoger todas las corrientes del pensamiento dotado de un liderazgo plural. Es lo que explica -aunque se crea obra de la suerte o bien caído del cielo- la no consolidación del totalitarismo al que parecía enfilado si solo se considerara el factor militar. Piénsese en la AN y la ANC. Aquella es hoy la única institución del Estado reconocida y legitimada en el mundo, en tanto que ésta –pese a su absolutismo teórico- no ha podido cristalizar sus grandes objetivos: borrar la AN, cambiar la Constitución y prestigiar la Constituyente. Delicado fracaso porque el corazón de la recuperación democrática es ese Poder Legislativo que sigue en pie aunque lo hayan provocado, agredido, arrebatándole sus medios y hasta los sueldos de los abnegados diputados.
Parece inimaginable que la perpetuación hiperinflacionaria, el total aislamiento del gobierno y la tormenta perfecta que lo amenaza no aproximen el cambio de veras y de fondo reclamado por el país.
La vía electoral es ideal. En esfuerzo inaudito por un voto libre y creíble se llegó al cénit en la magnífica negociación de Santo Domingo. La delegación del gobierno, consciente de sus dificultades, se acercó a un acuerdo viable. Por iniciativa del presidente Danilo Medina y los cancilleres facilitadores se brindó una posibilidad única, consagrada en el indicado Acuerdo. Por desgracia, el régimen lo desconoció elevando a mil por ciento el descontento y la presión universal en pro de elecciones transparentes. El régimen se desdijo, quiso valerse de hechos cumplidos rechazados serenamente por la gran mayoría opositora. ¿Qué podría ocurrir? ¿Cuál será el rostro del cambio? Alegrémonos de contar con el Frente Amplio Nacional: plataforma unitaria, participación activa de la sociedad civil, partidos políticos y chavismo crítico, todos en plan de igualdad.
Respetables y comprensibles las reservas de valiosos opositores, pero cabe esperar que andando se aprenda a andar. ¿Acaso no lo decía el poeta sevillano Antonio Machado?
-Caminante, son tus huellas
El camino y nada más;
Caminante no hay camino
Se hace camino al andar
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