Las iglesias hacen milagros para multiplicar los panes
Desde sus respectivas aceras pero movidas por una misma fe, las iglesias católica y evangélica de Venezuela se han dado a la tarea de proporcionar alimento a un creciente número de personas que acuden a diferentes templos en busca del pan nuestro de cada día
Autor: Ariadna García | @Ariadnalimon
Caras huesudas, rostros cansados y evidentes signos de desnutrición son la constante que se observa en las puertas de la Iglesia Catedral Pentecostal Renacer y la Iglesia parroquial María Auxiliadora, dos de los muchos templos que se ven abarrotados de personas en busca de un bocado que les ayude a saciar el hambre.
Son las imágenes más dramáticas de una crisis inocultable que ha obligado a las dos más grandes comunidades religiosas de Venezuela (católicos y evangélicos) a asumir la labor de dar de comer a miles de personas a las que el Gobierno niega el más elemental de los derechos: la alimentación.
A fuerza de donaciones hechas por los propios feligreses e instituciones relacionadas, voluntarios de una y otra tendencia cristiana se dan a la tarea de mitigar el hambre entre los menos favorecidos, cuyo número se ha disparado en la misma proporción de una inflación y escasez nunca antes vista en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo.
Ahora son miles
Desde hace meses, en Bellas Artes, se aglutina un gran número de personas a las afueras de lo que parece un galpón. Todas tienen algo en común: bajo peso y expresiones de hambre, el mismo escenario se repite de lunes a viernes donde el número de abuelos y hombres jóvenes aumenta. El 7 de marzo de este año el equipo de TalCual decidió cruzar la puerta y conocer qué pasa en la Iglesia Catedral Renacer de la avenida Andrés Eloy Blanco.
El lugar es atendido por el pastor Paul Flandinette. Alrededor conviven niños, abuelos, hombres y mujeres jóvenes que se juntan en varias mesas para recibir una sopa: la comida segura del día.
El pastor de la iglesia pentecostal cuenta que este comedor surgió en junio de 2017. Para ese momento atendieron a 60 personas durante dos semanas, sin embargo, este número se incrementó vertiginosamente y a partir de enero de 2018 ya reciben a 1.500 personas diarias, de lunes a viernes que es cuando funciona el comedor.
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“Variamos el menú de acuerdo a la provisión que nosotros tengamos, esta semana estamos dando asopado de pasta con caraota, papa, harina Pan y salsa de tomate, también le damos su toque de mayonesa”, explica Flandinette.
La mayor parte de estos alimentos corren por cuenta del obispo Jesús Pérez y de los voluntarios que conforman el “Proyecto José”. “Cada uno de los hermanos hace su aporte con lo que pueda, un kilo de arroz, un kilo de harina… todos aportan».
Hombres en situación de calle, escolares y hasta trabajadores del aseo urbano comen aquí. Por pocos minutos escuchan la palabra de Dios y se organizan para sentarse a comer. El ambiente puertas adentro es ameno, los niños sonríen y también los que aseguraron el alimento del día, sin embargo, en la calle, durante las colas para entrar, es desolador.
Pese a que el almuerzo es servido a partir de las 12 del mediodía, ya desde las nueve de la mañana hay personas esperando afuera. El temor de no poder llegar a la repartición es palpable. Una familia entera con un una bebé de cinco meses es asidua comensal de la Iglesia Catedral Renacer, vienen aquí los cinco días a la semana.
“En este último mes ha sido fuerte el crecimiento, pasamos de 800 personas a 1.500”, explica la pastora Luisa de Flandinette
A las 2:30 p. m. cierran las puertas, no obstante, dejan pasar a todo el que se encuentra afuera. En caso de que la comida se haya acabado Flandinette cuenta que preparan un poco más y les dan.
“No pedimos colaboración, todo esto es gratuito, pero si queremos que entiendan que cuando damos es mejor que recibir. Les hemos explicado que cuando todo esto pase ellos sean mejores personas, mejores ciudadanos, mejores hijos, eso es lo que queremos”, comenta la pastora Luisa a TalCual.
Mientras todos comen, una niña con camisa blanca del colegio se acerca al pastor para darle un abrazo, va en compañía de su mamá y hermana, aparentemente. Luego se saca un billetico de cien bolívares y lo pone en un potecito donde la gente puede dejar “lo que sale de su corazón”.
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Las personas no dejan de llegar, algunos llevan bolsos y colchones para dormir; otros se reparten un trozo de pan en la cola. Los voluntarios sacan y sacan más sopas, se preparan para recibir a más comensales. Para el pastor Flandinette esta es una labor de fe. Dice que Dios es quien provee los alimentos y que la satisfacción más grande es el abrazo de la niña.
Hasta los cumpleaños celebran
Juan Carlos Castaño lleva 15 años como voluntario en la iglesia católica salesiana María Auxiliadora, ubicada en la avenida Rómulo Gallegos , a la altura de Boleíta. Hace unos 17 años el templo decidió acoger a unas 20 abuelas para brindarles un almuerzo semanal y un pequeño mercado, también decidieron involucrar en el programa creado por el hoy obispo monseñor Enrique Parravano y María Palma, a unas 20 personas en situación de calle, en total atendían unos 50 comensales cada viernes.
La agudización de la crisis en Venezuela también se ha reflejado en este templo parroquial, pues en los últimos meses han tocado la puerta cada vez más y más personas. Para enero de 2018 recibían una población de 200 personas entre adultos, niños y ancianos; en marzo ya son 600.
La jornada comienza desde muy temprano. A las ocho de la mañana las verduras están picadas y la señora Mercedes se dispone a montar 10 ollas de comida con la ayuda de unos 60 voluntarios. Cada uno tiene una labor asignada, todas con el mismo rigor: poner las cucharas, los vasos, fregar, organizar a los asistentes. Trabajan como hormiguitas, la dedicación y el amor que le ponen a la jornada es evidente.
Por ocho años pudieron darle a cada abuela una bolsa de mercado, sin embargo, las donaciones fueron mermando y ya esto no es posible, explica Castaño. Los insumos que hoy llegan a la iglesia por parte de personas naturales y jurídicas van destinados a las 10 ollas que preparan cada semana.
“Trabajamos 60 voluntarios. En este momento tan difícil que vive nuestro país es cuando se ha resaltado lo mejor del venezolano, los buenos somos más, la gente que tiene corazón y esa vocación de preocuparse por el más vulnerable”, cuenta con orgullo Castaño.
Josefina Rodríguez llegó aquí hace 15 años, es la encargada de atender a los niños. El día que el equipo de TalCual fue hasta la iglesia María Auxiliadora, corrió con la suerte de toparse con el cumpleaños de José, un niño de la calle que duerme en los alrededores del centro comercial Millennium.
En un pequeño salón de clases unos 20 niños esperaban al agasajado, en una pizarra escribieron ¡Feliz cumpleaños José! Una torta y dos regalos también lo recibirían. Josefina se enteró del cumpleaños una semana antes, pues José fue a almorzar ese viernes y le hizo el comentario. La mujer no dudó ni un segundo y desde ese momento organizó la sorpresa. El 9 de marzo fue el día, pasaron las horas y José no llegaba, Josefina comenzaba a impacientarse y dice: “eso es lo que pasa con los niños de la calle que a veces no vienen”.
Unos veinte minutos después llegó José. Los abrazos y las felicitaciones lo arroparon, se le veía contento y al mismo tiempo atónito, en su cara se leía: “¡Wow! ¿Todo esto es por mí?”. Enseguida una de las voluntarias le dio ropa que había llevado para él y se cambió. Los niños comieron la sopa, una pequeñita como de cuatro años pidió repetir, así como otro de la misma edad.
Cuando los niños pasaron a comer una de las ayudantes les indica: “van a pasar en silencio y van a tratar esa silla como la mejor persona del mundo”. En este lugar no solo dan un plato de comida, también dan amor y formación, algo que es palpable entre todos los que allí cohabitan.
“Hay una atención personalizada, muchos vienen en situación de calle, extrema pobreza, otros aunque tengan su casa, su apartamento, vienen a comer aquí porque no tienen las posibilidades. También aquí se procura que la alimentación sea buena, para la gloria de Dios siempre vienen productos de primera calidad”, añade Juan Carlos.
A la Iglesia María Axiliadora también han llegado adultos y niños desnutridos, lo que ha llevado a la institución a pensar en un centro ambulatorio que desde ya acondicionan para tratar estos casos con personal especializado.
“Sí hemos tenido personas en estado de desnutrición, muchas veces vienen hasta con dos tres días sin comer, de broma se paran”
Asimismo, Castaño reflexiona que“eso está bajo la voluntad de Dios; es una respuesta a la situación que está viviendo nuestro país, la idea es que esto no sea para siempre, que Venezuela cambie, haya un desarrollo y dedicar nuestros servicios a otras cosas. El plan es que sea momentáneo por esta coyuntura”.
El 62% de la población venezolana vive en pobreza extrema, según la Encuesta Sobre Condiciones de Vida (Encovi 2017). Estos comedores son la prueba irrefutable de una realidad que el Estado venezolano además de no reconocer tampoco ha atendido. Caras huesudas, morrales tricolor rotos, tristeza y mucha hambre son los protagonistas de una cola que comienza en Bellas Artes y termina en Boleíta, una crisis que arropa de este a oeste.